31. Analgésicos para Wang Yibo

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Wen Pei y Mao aguantaban su risa muy apenas, no podían creer lo que veían, Yibo estaba realmente dopado. Estaba insistiendo tanto en que Xiao Zhan se subiera a la cama junto a él, que las orejas de este ya estaban rojas por la vergüenza.

—Xiao Zhaaaaaaan —arrastró bastante la última sílaba—. Súbete —comenzó a hacer tiernos pucheros, pero luego se enojó y terminó diciendo majaderías. Iba de un extremo a otro en cuestión de segundos. Eso dejó a Xiao Zhan muy sorprendido, pero miró a los otros dos y notó que no se asombraban.

—¿Así se pone cuando... está borracho?

Los dos asintieron sin dudarlo ni un segundo.

—Lo de los pucheros es nuevo —aclaró Wen Pei.

—Pero siempre se pone de mal humor —agregó Mao mientras se cruzaba de brazos y suspiraba—. No te va a dejar en paz hasta que te subas a su lado.

El pobre terminó accediendo con tal de que no hiciera más escándalo. Se recostó muy a penas sobre el borde del colchón, y con miedo de caerse, se acomodó del lado izquierdo de la cama para no lastimarlo.

Wen Pei y Mao bien podrían haber salido de ahí para darles privacidad, pero no, ninguno se perdería eso por nada del mundo.

Cuando al fin se subió a la cama, Yibo intentó moverse de costado para abrazarlo, pero su pierna le dolió y se quejó.

—¡Ay! Maldita pierna —se incorporó un poco y se subió la bata por encima de los muslos, luego puso ambas manos sobre su pierna dañada y trató de girarla como si de un tornillo se tratase.

—¿Qué haces? —inquirió Xiao Zhan, desconcertado.

Yibo lo miró con expresión un tanto vacía, se parecía demasiado a Lan Wangji borracho.

—¿Cómo me la quito? —preguntó, arrastrando cada palabra y dejando su boca ligeramente entreabierta.

—¿Qué dices? —se aguantó la risa.

—La pierna. No puedo abrazar bien a Zhan Zhan, ¿cómo me la quito?

Los otros dos casi se mueren de risa ahí mismo. Wen Pei no desaprovechó la oportunidad y comenzó a grabar en secreto.

—No, Di Di, no te la quites —le acomodó la bata de nuevo y lo abrazó, esperando que así se calmara, pero eso no pasó.

—Ge Ge.

—¿Mh?

—Abrázame más.

Xiao Zhan obedeció y lo abrazó mejor.

—Ge Ge —dijo de nuevo—. Dame un beso.

—Yibo... no es momento de...

—¡Quiero un beso! —abrió mucho los ojos, casi suplicándoselo.

Xiao Zhan estaba en un gran aprieto. Miró de reojo a los otros dos y se sintió muy incómodo, pues no dejaban de verlos.

Entonces se inclinó y le dio un tierno beso en la mejilla. Yibo sonrió, pero de inmediato hizo un puchero, de nuevo.

—De esos no... quiero uno aquí —señaló sus labios con movimientos torpes de sus dedos.

—Eh... —se quedó sin palabras—. Yibo, por favor —no lo iba a besar en frente de otras personas—. Vamos, duerme.

—Que malo, Ge Ge, dame un beso... solo uno. Tú dijiste que te gustaban mis besos. ¿Era mentira?

—No, no, no era mentira. Sí me gustan, pero ahora estás muy dopado, duérmete —estiró la sábana para cubrirlo, o ahogarlo con ella, cualquiera de las dos opciones que fuese más efectiva.

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