88. Un Brillante Mañana

2K 170 166
                                    


—¡Me asustaste! —ocultó el pastillero bajo su mano, alejándola un poco de él, pero Xiao Zhan no le apartó la mirada. Tenso, Yibo sabía que muy pronto tendría que dar explicaciones.

—¿Qué sucede? ¿Te encuentras bien? —había el más sincero miedo en sus ojos.

Suspirando con derrota, procedió a explicar.

—Estoy bien. Es… es mi corazón. No me siento mal, voy regularmente a mis consultas con el doctor Yang, y todo está controlado.

—¿Qué es “todo” y desde cuándo tomas tantos medicamentos?

—Lo dices como si tomara diez pastillas diferentes —refunfuñó.

—Yibo.

El aludido de nuevo suspiró.

—Después de Aspen comencé a tomar más medicación. Son solo tres, no es la gran cosa.

Xiao Zhan frunció el ceño.

—Ya sé qué estás pensando, y no, el alcohol no me llevó a eso, pero sí afectó el hecho de que dejara de tomar mi antigua medicación por… un largo tiempo.

La expresión de enojo en el mayor aumentó.

—Si ayer rechacé la cerveza fue porque no debo combinarlo con mis medicamentos. Aunque para ser sincero, no me apetecía de todas formas.

Xiao Zhan sabía que no valía la pena regañarlo, no ayudaría en nada, y sí podría provocar una pelea, era lo que menos quería.

—Bien —inhaló y exhaló fuertemente, acortó la distancia entre ambos y lo apretó muy fuerte entre sus brazos, recargando la barbilla sobre su hombro—. Yibo, si algo te sucediera… yo… —tragó en seco—…no seas imprudente, por favor. No te pongas en riesgo de nuevo.

—No lo haré —respondió con seriedad, correspondiendo el abrazo con el mismo amor—. Lo prometo.

—Y quiero acompañarte a tu próxima cita con el médico —se separó del abrazo, tomándolo por los hombros con firmeza.

—Bien.

—¿Hay algo más que deba saber? ¿Algo que no debas comer o hacer?

—No, eso es todo. Solo no debo dejar de tomar mis medicinas, y… bueno, por el momento no debo agitarme tanto.

Inmediatamente Xiao Zhan recordó sus recientes noches llenas de pasión desenfrenada.

—No dejaré de tener sexo contigo —se adelantó a decir, tajante al adivinar los pensamientos de Xiao Zhan.

—Pero…

—He dicho que no —dijo, en tono divertido—. Y nada harás para evitarlo. Sé que no aguantarías una abstinencia de todas formas —lo miró con picardía. Xiao Zhan tragó en seco. Tenía razón.

El aire gélido rozaba sus mejillas, o lo poco de ellas que quedaba expuesto fuera del cubrebocas. Pudieron haber ido al parque en auto, pero prefirieron caminar por las calles de la ciudad.

—Dame tu mano —pidió de pronto Xiao Zhan. Yibo accedió sin siquiera pensar. Y sin detener el andar sobre la acera, vio cómo su novio se quitaba un guante y hacia lo mismo con él para entrelazar sus manos antes de meterlas al bolsillo amplio de la chamarra del mayor.

Tan cálido —pensó Wang Yibo, dándole un apretón como muestra de cariño y reciprocidad.

Fueron más cuidadosos con su identidad, y ya no por el miedo a ser descubiertos como pareja, sino como artistas. No querían que ocurriera lo mismo que el otro día al salir a desayunar.

NosotrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora