9. Abandonar o Luchar

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La noche llegó y los padres de Xiao Zhan aún no lograban conseguir un vuelo disponible, los dos estaban muy desesperados y Yibo los entendió a la perfección. Afortunadamente Mao habló con ellos por teléfono y les explicó lo que sucedía, les dijo que su hijo se encontraba bien, totalmente fuera de peligro y que los medios solo exageraban las cosas.

Yibo escuchó esa conversación y se preguntó: ¿Desde cuándo Mao se llevaba tan bien con los padres de Xiao Zhan?

Salió de sus pensamientos cuando Mao terminó la llamada y le preguntó algo.

—¿Cuáles son sus planes? ¿Hasta cuándo se quedarán? —inquirió con curiosidad.

Yibo miró a su manager, este se encogió de hombros.

—Ya cancelaste toda tu agenda de la semana —suspiró y lo miró con reproche—. Así que tú decide, pero hazlo sabiamente.

Yibo asintió. Entonces se puso a pensar: los padres de Xiao Zhan llegarían hasta el día siguiente, Mao ya había estado todo el día con él, cuidándolo. Así que...

—Me quedaré esta noche con él.

—¿¡Qué!? —exclamó Mao, no se esperaba eso.

—Ve a un hotel cercano y descansa —luego miró a su ex guardaespaldas—. Tú ve a casa a descansar también. Yo me quedaré aquí.

—Yibo, no creo que sea bueno que te quedes solo, nunca lo has hecho y... —Wen Pei fue interrumpido.

—Los médicos dijeron que estará dormido hasta mañana, no corre ningún riesgo. Creo que todos podemos irnos a descansar.

Wang Yibo giró lentamente su rostro hasta verlo a los ojos, lo miró como si acabara de decir la peor atrocidad de su vida.

—¡No lo voy a dejar aquí solo!

Los dos mayores se miraron entre sí, suspiraron y accedieron.

Así fue como Yibo pasó esa noche entera junto a su Ge Ge. Rechazó el cómodo sofá reclinable y optó por la dura silla junto a la cama. Aprovechó que estaban solos para tomar su mano y darle calor y cariño. Deseaba fervientemente que se recuperara pronto.

Durante la noche estuvo dormitando un poco, hasta que su cabeza cayó rendida en el borde del colchón. En ningún momento soltó la mano de su Ge Ge, la agarró con cariño, envolviéndola con las suyas.

Había atravesado tanto estrés y mortificación durante todo el día que, agotado, cayó en un profundo sueño, tanto así que no se dio cuenta del momento en que Xiao Zhan despertó y casi se volvió a desmayar al verlo ahí. Tuvo que tallarse los ojos para asegurarse de que no fuera un sueño.

Se incorporó hasta quedar sentado en el colchón, pero no movió su mano, no al ver que Yibo la sostenía con firmeza, envolviéndola cálidamente. Eso le conmovió hasta las lágrimas, pero no se permitió llorar y lo observó por largo rato, como si fuera lo más asombroso del universo.

Quería despertarlo, pero no quería que ese momento terminara. Tenía tanta emoción dentro de sí, que el motivo de su estadía ahí pasó a segundo plano.

Extendió su mano libre y acarició ese bonito rostro, deslizó un dedo por el puente de su nariz y descendió hasta sus labios. Esta vez no se resistió y los acarició muy sutilmente con la punta de su dedo. Eran tan suaves como imaginó, no, incluso más.

Xiao Zhan pegó un pequeño salto cuando vio que los ojos de Yibo se abrían lentamente.

—¡Zhan Ge! —se incorporó de inmediato y lo observó con atención, ignorando el dolor en su espalda por la incómoda posición de toda la noche—. Despertaste. ¿Cómo te sientes?

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