32. Cuidando a Di Di

1.5K 158 16
                                        

A la mañana siguiente, Xiao Zhan fue el primero en despertar, se sintió desorientado al abrir los ojos y no reconocer esas paredes. Giró su rostro hacia un lado y descubrió a ese bonito ser, acostado bocarriba, con el ceño ligeramente fruncido y sus labios apretados.

¿Seguiría sintiendo dolor?

Miró su reloj de muñeca y se apresuró a levantar a su amado, ya se había pasado la hora de su medicamento.

Iba simplemente a moverlo un poco para que abriera los ojos, pero optó por otro camino.

—Wang Yibo —murmuró muy suave, su cálido aliento rebotaba contra el oído de él. Notó cómo de inmediato su gesto se relajó—. Yibo —comenzó a repartirle agradables y suaves besos por todo su rostro. Se apoyó en un codo para no aplastarlo y así besar cada centímetro de piel. Sus besos eran tan suaves como el aleteo de mariposas sobre su piel.

Yibo esbozó una sonrisa aún más hermosa.

—Despierta, pastelito —susurró con sus labios muy cerca de los suyos antes de unirlos en un delicioso y suave beso.

Yibo soltó un murmuro de placer al ser consciente de lo que sucedía, estiró sus brazos y rodeó el cuello de Xiao Zhan con ellos.

Cuando se separaron, se miraron a los ojos y sonrieron con compartida complicidad.

—Buenos días —susurró Yibo con voz muy ronca.

—Buenos días. ¿Cómo te sientes?

—Bien —sonrió como bobo—. Quiero despertar así todos los días —rodeó a su novio fuertemente con sus brazos y lo pegó a su cuerpo, como si fuera un peluche gigante para abrazar. Xiao Zhan se dejó hacer e incluso correspondió. Tuvo que morderse la lengua para no decir algo que no debía, aunque su boca trabajó más rápido que su cerebro y...

—Vivamos juntos.

Los ojos pequeños de Wang Yibo se abrieron a más no poder, se quedó sin habla y fue ahí cuando Xiao Zhan se dio cuenta del error: demasiado rápido, estaba yendo demasiado rápido.

—Me refiero a cuando estemos en la misma ciudad —sus mejillas comenzaron a tomar color—. Ya sabes... cuando estés en Beijing no vayas a un hotel, ve a mi casa. Y yo vendré a la tuya.

—Sí... —sonrió como tonto, sin creerlo del todo y un tanto decepcionado—. Sí, me gusta la idea.

La verdad, si por él fuera, viviría con Xiao Zhan desde ya. Sin embargo estaba consciente de que sería un paso agigantado en su joven relación de pareja. No quería arruinarlo, así que sería paciente y disfrutaría cada etapa.

—No quería despertarte, pero... —se incorporó y pellizcó la mejilla de su novio—. Tienes que tomar tu medicamento, luego podrás volver a dormir —se levantó y se vistió solo con la camisa, no creía que a su amado le importara verlo por ahí sin pantalones—. Iré a hurgar en tu cocina.

—Esta es tu casa también —le sonrió desde la cama.

—Me lo voy a tomar muy en serio —dijo, mientras se ponía unas sandalias de Yibo—. Oh... calzas más que yo —notó que las sandalias le quedaban ligeramente grandes.

Yibo rio por ello, feliz al ver las confianzas que se tomaba.

Momentos después, Xiao Zhan volvió a la recámara con un vaso de jugo de naranja, el medicamento, y un plato con un sándwich de mantequilla de maní y jalea.

Yibo se incorporó todo lo que pudo, apoyándose en sus codos y tratando de no mover su pierna, pero no pudo evitarlo y le dolió.

—No te muevas —se apresuró a dejar el desayuno improvisado sobre la mesita de noche y lo ayudó a sentarse en el colchón.

NosotrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora