102. Los Ángeles

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Un golpe de nostalgia llegó a él cuando miró hacia la sala desde el mezzanine y encontró un escenario casi idéntico al de tantos años atrás, cuando se esmeró en preparar una noche romántica para la primera vez de ambos.

—Oh wow... —murmuró en un suspiro lleno de asombro mientras bajaba corriendo las escaleras.

Wang Yibo había improvisado una cama frente a la chimenea encendida, había velas por doquier, una buena botella de vino, pétalos de rosa y música agradable de fondo.

Era una atmósfera perfecta.

El corazón de Xiao Zhan se conmovió al ver el esfuerzo que había hecho su esposo.

—Feliz cumpleaños, baobei.

A Xiao Zhan no le gustaba que le dijera así, y Wang Yibo sabía bien el motivo: demasiado cursi para su amargado corazón de señor adulto.

Así que últimamente se lo decía con la intención de molestarlo.

Las mejillas del mayor se sonrojaron.

—Tonto —aceptó la copa de vino que le ofrecía y brindó con su esposo.

—Por muchos cumpleaños más a tu lado, unos sesenta más, mínimo.

Xiao Zhan se echó a reír.

—Por sesenta cumpleaños más juntos.

Chocaron sus copas y se deleitaron con la deliciosa bebida y sus notas afrutadas. Xiao Zhan amó el sabor dulzón del vino.

Esta vez hay un colchón real bajo esas mantas —señaló Yibo al notar cómo su amado miraba todo con emoción.

Xiao Zhan rio más, recordando viejos tiempos. Estaba maravillado.

—Esto es hermoso —sin soltar la copa de vino, tomó la cintura de su amado con una mano y comenzó a mecerse, indicándole que bailaran juntos.

"Hopelessly devoted to you" sonaba en la bocinas, trayéndoles el grato recuerdo de su viaje a Grecia. Cada vez que escuchaban esa canción se remontaban a ese perfecto momento de sus vidas.

Se sonrieron.

Los ojos de Yibo estaban fijos en los de Xiao Zhan, y viceversa. Se decían tanto y al mismo tiempo nada. No necesitaban palabras para disfrutar de esa hermosa velada.

Aún con los vestigios de su reciente siesta, Xiao Zhan se relajó aún más al beber el vino, bailó varias canciones con su esposo antes de que este dejara ambas copas sobre la mesa y lo abrazara con fuerza. Supo qué intenciones tenía cuando sintió cómo inhalaba profundamente el aroma de su cuello, haciéndole cosquillas cuando comenzó a besarlo una y otra vez.

Xiao Zhan se sentía en el paraíso.

—Lo sabes, ¿no es así? —murmuró Yibo contra la piel de su cuello.

—¿Qué? —suspiró, dejándose llevar.

—Que soy tuyo, completamente tuyo —besó una, y otra, y otra vez su cuello hasta llegar finalmente a sus labios.

Xiao Zhan lo tomó del rostro y devoró su boca. Por alguna razón escucharlo decir aquello lograba excitarlo sobremanera.

Muy pronto se hallaron desnudándose mutuamente, se tumbaron en la cama improvisada con solo su ropa interior puesta. Yibo se sentó sobre las caderas de su esposo y acarició con sus palmas abiertas todo lo que tuvo al alcance, ignorando deliberadamente la erección que ya se notaba bajo la ropa interior de ambos.

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