51. En casa de los suegros

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Sabía que Xiao Zhan se despertaría con una resaca terrible, así que se aseguró de levantarse a tiempo e ir a la cocina a prepararle un remedio perfecto.

La señora Xiao lo descubrió y se llenó de ternura al saber lo que hacía.

—Discúlpeme por tomar sus cosas sin permiso —señaló el pequeño desastre que dejó junto a la licuadora—. Limpiaré todo en un momento, solo le llevaré esto a Zhan Zhan —señaló el vaso con ese extraño líquido que parecía tóxico.

—No tienes que disculparte por eso, esta también es tu casa —le palmeó ambos hombros—. Anda, ve a darle eso a Zhan Zhan —le sonrió cálidamente.

Yibo asintió con una linda sonrisa, amaba cómo todo el tiempo lo hacían sentir parte de la familia.

Cuando entró a la recámara de su novio, lo descubrió oculto entre sus sábanas revueltas, cubierto hasta la cabeza. Lo único que veía de él era su lindo pie derecho asomándose entre las mantas.

Sonrió como tonto, dejó el vaso sobre el buró y se sentó en el borde del colchón.

—Zhan Zhan —susurró, inclinándose sobre él y besando lo que creía que era su cabeza—. Amor, despierta.

—Mnh... —se quejó.

—Ya casi es medio día, vamos, levántate.

—Baja la voz —le suplicó, a pesar de que ya le estaba hablando en murmullos.

Yibo lo destapó lentamente hasta poder ver su rostro. Xiao Zhan frunció su expresión e intentó volver a ocultarse bajo las sábanas, el sol que entraba por las ventanas le incomodaba mucho.

Como buen novio, Yibo fue y cerró las cortinas por él.

—Te ves terrible.

—Te creo —se llevó una mano a la cabeza y se sentó con dificultad en la cama—. ¿Qué pasó exactamente anoche? —tenía recuerdos muy difusos.

—Bebiste mucho jugo.

Xiao Zhan lo miró con cara de no entender y de no querer pensar.

—Con bastante vodka —aclaró.

—Oh... —ahora todo cobraba sentido—. ¿Hice algo malo?

—Te lo contaré todo si bebes esto —le extendió el vaso.

—¿Qué demonios es eso?

—Tu salvación. Bébelo.

—¿Es seguro hacerlo? —tomó el vaso y olió el contenido.

—No lo huelas, solo bébelo. Y sí, es seguro. Yixuan solía prepararlo para mí cuando recién aprendía a beber. Aunque no lo creas, pasé por muchas resacas.

—¿Quién dice que no lo creo? —inquirió en tono muy serio, con el ceño fruncido y sus ojos apenas abriéndose.

Yibo se estaba aguantando la risa, su amado sí que se veía terrible. Estaba pálido, con los ojos rojos, sus labios secos, el cabello tremendamente revuelto y su barba incipiente ya hacía acto de aparición.

A pesar de todo eso, aún le seguía pareciendo adorable.

—Bebe —le acarició el cabello y Xiao Zhan obedeció.

Mientras bebía esa horrible cosa, Yibo le narró todos los hechos de la noche anterior, incluyendo el vómito mutuo en el hotel.

—Oh... por... Dios. Perdóname, ¡Lo siento tanto!

No cabía en sí de la vergüenza.

—No pasa nada —rio al verlo tan avergonzado.

—¿En serio vomitaste?

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