66. Distante

676 78 43
                                        

Dejó caer su maleta al suelo sin recato ni interés. En un arrebato de pasión tomó la cintura de Xiao Zhan, arrastrándolo hacia su cuerpo para poder besarlo en los labios. Su pecho se estampó con el suyo y en cuestión de segundos sus alientos ya estaban mezclándose.

A pesar de haberlo advertido, el beso tan repentino lo tomó desprevenido al principio, pero no tardó en corresponder con la misma pasión y desenfreno.

Luego de unos segundos Yibo se alejó solo lo suficiente para mirarlo a los ojos.

Entonces Xiao Zhan envolvió sus brazos alrededor de su cuello, ladeando el rostro y acercándose a él en busca de un segundo beso que les hizo temblar las rodillas.

Sus labios se tocaron una y otra vez, sus cálidos alientos se mezclaron al mismo tiempo que sus lenguas se buscaban una a la otra.

Xiao Zhan soltó un leve gemido y se separó un segundo en busca de aire, pegando su frente a la de él. Agitado y deseoso de que ese momento no terminara.

No tardaron en volver a unir sus bocas, esta vez en un beso mucho más lento y profundo que los dejó sin aliento.

—Podemos con esto —dijo de pronto Yibo, con cargas positivas renovadas.

—Sí podemos —pegó su frente a la de él y acarició su nuca—. Será temporal, podemos lograrlo.

—No olvides que eres mi novio.

Xiao Zhan rio.

—No lo soy.

Los ojos de Yibo parpadearon repetidas veces con desconcierto.

—Soy tu prometido —le recordó, señalando su brazalete de compromiso.

El menor sintió alivio, por un momento pensó que estaba pidiéndole una pausa a su relación.

—Y no lo olvides: te amo, estamos comprometidos, y nos vamos a casar, sí o sí.

Yibo esbozó una sonrisa que tenía días de no mostrar, una en la que sus mejillas se estiraban lo suficiente para que pareciera que su sonrisa estaba entre paréntesis.

—Te amo, idiota —lo atrajo a un fuerte abrazo, rozó su cuello con la nariz y aspiró profundamente su aroma para no olvidarlo durante ese tiempo de distanciamiento.

—Te amo tanto —suspiró e hizo lo mismo que Yibo, respirando su aroma hasta tatuarlo en su mente. Acarició su ancha espalda y lo apretó una vez más contra su cuerpo antes de finalmente separarse.

Se despidieron una vez más antes de que Xiao Zhan saliera al fin de la casa. Mao lo esperaba con paciencia, preguntándose cómo estarían tomando la situación, pero obtuvo su respuesta cuando Xiao Zhan se subió al auto, evadiendo su mirada.

Tenía los ojos rojos, no permitía que el llanto saliera, pero se notaba que en cualquier momento se quebraría. Miró sus labios, estaban rojos e hinchados, contrastaban mucho con el resto de su piel. Pensó que definitivamente la despedida había sido intensa.

Decidió no hacerle ni una pregunta de regreso a su departamento.

—Sabes que más allá de la relación guardaespaldas-protegido tenemos una buena amistad, ¿cierto? —inquirió luego de aparcar el auto frente al duplex.

Xiao Zhan asintió, incapaz de emitir palabra alguna.

—Entonces quiero que sepas que pueden contar conmigo para lo que sea que necesiten. No importa la hora, no importa la situación. Solo llámenme.

—Gracias.

Parecía un simple agradecimiento sin fondo, pero Mao sabía que no era así. Lo vio en sus ojos llenos de sentimientos, en su voz quebrada y en su mirada esquiva. No quería que lo mirara a los ojos y se diera cuenta del sufrimiento por el que pasaba, pero lo que Xiao Zhan no sabía era que Mao podía ver claramente todo eso.

NosotrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora