90. Últimos días en Grecia

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Su plan inicial de pasar un día más haciendo turismo se había visto completamente interrumpido, la causa: un nuevo matrimonio.

Su matrimonio.

Salieron del registro civil tomados de la mano, con las sonrisa más amplia que jamás se les había visto.

Parecía un sueño. Corrieron por las bellas calles del pueblo, entre risas traviesas y emoción hasta llegar al auto que habían rentado.

Comenzaba a atardecer.

Durante el camino de regreso seguían sin poder borrar sus sonrisas. Iban en silencio, con una estación de radio sonando de fondo mientras Xiao Zhan conducía y Yibo no dejaba de mirar su hermoso anillo.

Había una mutua complicidad en ese silencio y en esa prisa por llegar de nuevo al hotel. No había necesidad de compartir palabra alguna, ambos sabían lo que querían.

Era hora de consumar ese nuevo matrimonio.

El camino de regreso era largo, pues se encontraban en el extremo opuesto de la isla. Frente a ellos tuvieron el hermoso atardecer acompañándolos en gran parte de la carretera.

El momento era indescriptible, al igual que la felicidad en sus corazones.

—¿Dónde conseguiste un anillo tan perfecto? —preguntó Yibo con la curiosidad a flor de piel—, ¿y desde cuándo lo tienes contigo?

El mayor soltó una risa pequeña, lo miró de reojo y sin borrar la sonrisa de su rostro, explicó:

—Yo lo diseñé, envié el diseño a la joyería y ellos lo fabricaron con el material que les pedí. Lo he traído conmigo desde hace meses. Debo admitir que ha estado en mi bolsillo durante todo el viaje.

—¡¿Cómo no me di cuenta?!

—¿Recuerdas todas las fotos que te tomé dándome la espalda?

—Sí.

—Cada una de esas fotos era un intento fallido de propuesta matrimonio. Siempre había algo que nos interrumpía, o simplemente el momento “perfecto” dejaba de serlo. En la gran mayoría de las fotos eres solo el fondo, pues enfocaba al anillo que sostenía en mi mano para tratar de hacer un buen recuerdo momentos antes de la propuesta —explicó con algo de gracia.

—No puedo creerlo —Yibo tenía esa sonrisa amplia y tonta que no podía borrar de su rostro. Sus mejillas ya dolían por tanto sonreír. Sentía una felicidad difícil de contener, su cuerpo se estremecía como si acabara de comer toneladas de azúcar.

¿Estaba soñando?

¿Despertaría en su apartamento para darse cuenta de que estaba solo y triste?

¿Habría combinado sus calmantes con alcohol por accidente y ahora se encontraba en una especie de cielo?

Salió de sus retorcidos pensamientos cuando sintió una mano posándose con familiar confianza sobre su muslo.

Se había convertido en una costumbre. El que manejaba siempre terminaba poniendo su mano ahí.

Ese gesto fue suficiente para que los pensamientos negativos se fueran de su mente, miró aquella mano tan bonita y de inmediato puso la suya encima. El corazón de ambos se aceleró con ese simple acto.

Yibo miró el perfil de su amado, tan hermoso, tan atractivo, tan suyo. Y no pudo contener un suspiro que delató el profundo estado de idiotez en el que Xiao Zhan lo inducía con su mera existencia.

—Pero dime, ¿desde cuándo traías el anillo? —Xiao Zhan tampoco podía dejar de mirarlo en cada oportunidad que tenía, conducía con su mano izquierda sobre el volante para seguir apreciándolo.

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