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Tom, junto a Bill, estaban echados en el sofá, revisando sus redes sociales, intentando matar el tiempo hasta que fuese la hora de cenar. El primero, había estado pensando en cambiar su estilo ligeramente, eliminando por fin las rastas rubias que había tenido por casi diez años. No lo había comentado, pero entonces Bill, lanzó una pregunta, como si hubiera leído sus pensamientos.

- ¿Y si te haces un cambio de look? Más maduro, ¿sabes? -sugiere el pelinegro, haciendo que Tom eleve una ceja y sonría de lado- Lo habías pensado, ¿verdad?

- -sonríe- Me da un poco de miedo, es mi.. look característico, ¿y si a Sophia no le gusta? -pregunta, realmente preocupado.

- A Sophia le gustarías con una bolsa en la cabeza que ponga "soy estúpido" -dice Bill, haciendo que Tom ría- Está demasiado enamorada como para que no le guste algo de lo que hagas.

- Puede -responde este- Quiero que sea una sorpresa -comenta, decidido- Quiero ver su reacción al resultado, no a la idea.

- ¡Qué emoción! Por fin te las quitas, ya parecías un mendigo -susurra Bill, pero este le escucha, dándole un suave golpe- Es la verdad.

- A la gente le gusta -contraatacaba Tom, a lo que Bill suspira rodando los ojos.

- No todos tienen buen gusto -el de rastas vuelve a golpear a su hermano, haciendo que este se queje- ¡Para!

- ¿Crees que está bien? -pregunta Tom, cambiando de tema, volviéndose más serio- Sophia, no dejo de pensar en eso.

- Ya veo -comenta Bill, divertido- No sé si está bien, no lo parecía en el aeropuerto, pero no sé si era por su madre o por otra cosa -suspira, mirando hacia el suelo- Ya sabremos lo que es, mientras tanto, apóyala.

Aquello lo tenía claro. Fuese lo que fuese que tenía a Sophia de esa manera, Tom iba a escucharla y apoyarla, qué mínimo. Aunque no paraba de darle vueltas, intentando averiguar qué podía ser, empezando a pensar fuera de la caja, algo que no fuese tan obvio para que este lo supiera, aún así, nada. Realmente no había ni una sola idea que fuese lo suficientemente buena como para considerarla.

- Me encantaría ir a su casa y estar ahí, pero no creo que sea buena idea -suspira Tom, echando la cabeza hacia atrás en el respaldo del sofá- ¿Debería ir?

- Por más que me gustara decirte que sí, creo que esta no es una de esas veces. Está con su madre, y seguramente estén hablando sobre lo que le pasa -razona el pelinegro, dándole a su hermano algo de esperanzas.

Mientras tanto, en casa de los García, la madre seguía dentro del baño y Sophia le esperaba fuera, hecha un manojo de nervios.

- ¿Y bien? -pregunta esta, bastante ansiosa- ¿Qué es?

El pomo de la puerta gira, lentamente, dejando que la madre salga, con la prueba en la mano, pero con una sonrisa. A decir verdad, aquello no le daba ninguna pista a Sophia de cuál podía ser la respuesta. Estresada, alarga el brazo y coge la prueba con su mano, intentando entender cuál era. Su ceño está fruncido y siente como sus manos están sudadas, temblando y amenazando con soltar la prueba y dejarla caer al suelo.

- No estás embarazada -exclama Teresa, sonriendo- Ha sido solo un susto, aún eres muy joven, puede que sea un retraso puntual y nada más.

Sintió como su cuerpo se volvía ligero, dejándose caer al suelo de rodillas mientras miraba al suelo, sintiendo alivio por el resultado final. Había pasado días con mucha ansiedad y mucho estrés, el cuerpo por fin estaba liberándose de todo lo tóxico que había producido, de pronto, un dolor agudo invade su zona uterina, haciéndola cubrir su estómago. Se pone de pie, con ayuda de su madre y desabrocha su pantalón, bajándolo lo justo para poder ver su ropa interior.

FATE || Tom Kaulitz Donde viven las historias. Descúbrelo ahora