Allí estaba Sophia, echada sobre su cama mientras daba caladas al cigarro. No tenía permitido fumar dentro de casa, mucho menos encima de la cama, pero no es que le importase en aquel momento. Suspiraba profundamente y mantenía sus ojos cerrados, procurando no pensar en esa entrevista.
Eran cerca de las 2 de la mañana, y no había conseguido conciliar el sueño. No tenía idea de cómo iba a levantarse dentro de apenas unas horas para ir de nuevo a clase, a pesar de que no le interesaba volver.
Sin darse cuenta, unas cuantas lágrimas comenzaron a rodar por su mejilla, cayendo a ambos lados de su cabeza, humedeciendo la almohada. Odiaba sentir por alguien que, claramente, solo trataba de matar su cuerdo, cuando esta solo los mantenía vivos en su cabeza.
Por otro lado, Bill le daba vueltas, tratando de calmar sus nervios, puesto que pudo notar durante el concierto de esa noche, como Tom no estaba centrado y cometía errores que, por suerte, pudieron disimular gracias a todo el ruido que hacían las fans con sus gritos.
- No podemos seguir así -suspira Georg, sentado al lado de Gustav, con Bill justo delante- Está claro que echa de menos a Sophia, y no ha parado de hacerlo desde que se dejaron.
- Está claro -corrobora Gustav- Además, no había visto a Tom así de furioso contigo antes -decía ahora mirando a Bill, quien lucía apencado.
Aquello era verdad. A pesar de todo, Tom y Bill siempre solucionaban cualquier cosa que pasara y jamás dejaban que aquello repercutiese en el grupo. Esto era diferente. Él estaba diferente.
- ¿Tan malo sería que hablasen? -añadía Gustav- Nada puede estar peor de lo que está.
Eso hizo pensar a Bill, quien no lo descartó de momento.
- Tengo una idea -exclamó Bill, acercándose a Georg y Gustav para informarles de lo que iban a hacer.
Estaban divididos. Tom sufría por un lado y Sophia por otro, y si en cuatro años no habían podido mejorar, eso significaba que no iban a mejorar nunca. Estaba claro que se necesitaban e iban a intentar que se unieran de nuevo.
Lo que unió el destino una vez, no se puede evitar.
Escribieron en un pequeño papel el número de la rubia, únicamente. Ningún nombre, ninguna pista. Caminaron hasta la habitación del de rastas y sin decir nada, en completo silencio, dejaron deslizar el papel por debajo de la puerta, echando a correr justo después. Sabían que no era la manera más directa de afrontar la situación, pero a decir verdad, preferían no lidiar con Tom desde lo sucedido en el coche.
- Ahora, a esperar -susurró Georg, adentrándose en su habitación. Los demás le imitaron, esperando que mañana, las cosas fueran diferentes.
El de rastas, cansado de estar echado en la cama, decidió levantarse para darse una ducha, puesto que mañana tenían una agenda apretada con muchos eventos y entrevistas, seguido de un concierto.
Al pasar cerca de la puerta de su habitación, se percató del pequeño papel en el suelo. Con el ceño fruncido, se agacha y lo recoge, extrañándose aún más cuando lee los números, sin nada que le de una pista sobre de qué se trata. No dudaba de que aquello era un número de teléfono, pero tenía curiosidad de saber de quién era.
Se sentó de nuevo en la cama, algo frustrado, ¿quién había dejado un papel así bajo su habitación? Rápidamente pensó en su hermano, quizá Georg o Gustav, pero, ¿para qué iban a hacer eso?
Pensó durante unos largos minutos, hasta que finalmente, decidió llamar, tampoco tenía mucho que perder. Cabía la posibilidad de que fuese el teléfono de alguna fan, de ser así, esperaba que le disculpara por la llamada a altas horas de la madrugada.
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FATE || Tom Kaulitz
Любовные романыLo que une el destino es tan fuerte que, tomes el camino que tomes y vivas lo que vivas, siempre te encontrarás con él de nuevo.