Recuerdos que quisiera olvidar.

57 4 0
                                    


La tarde era fresca, suficiente para andar con ropa cómoda y holgada. Los últimos días de verano otorgaban atardeceres tan hermosos que pronto llenaría nuevamente la memoria de su celular con fotos de aquellos que a sus ojos parecían obras verdaderas de arte. El resto de la memoria se dividía mayormente en fotos de sus perros, de sus sobrinos y de la naturaleza.

Destapó una cerveza, se sentó en el suelo de su nuevo pórtico a admirar en soledad el atardecer mientras se quejaba del dolor de espalda, la soledad no demoró en desaparecer, ya que cada uno de sus hijos perrunos se acercaban para invadirla de amor y lengüetazos, siempre era así, y no lo cambiaría por nada; ellos eran sin duda su mejor compañía. En total eran ocho, cada uno de ellos con historias terribles de abandono y sufrimiento.

Su antiguo pueblo era hermoso, llevaba viviendo allí alrededor de quince años, se había mudado junto a su familia cuando aún estaba en el colegio. Era campo, a ella siempre le gustó la naturaleza y vivir rodeada de animales era el mejor panorama que podía imaginar, era feliz viviendo allí, lo único malo era que al ser un sector rural y alejado, muchas personas sin corazón abandonaban a su suerte a muchos animales, mayormente perros. Ella los sacaba de la calle, los ayudaba y daba en adopción, y tenía la fortuna de encontrarse con personas maravillosas que adoptaban y amaban incondicionalmente a aquellos que días antes estaban en la calle pasando hambre, frío, tristeza y soledad. Pero no todos corrían la misma suerte; nadie preguntaba siquiera por ellos y fue así como se fueron quedando con ella hasta formar una gran manada. Ver sus caras de dolor, ver tantos casos día a día la hicieron decidir tempranamente sobre su futuro, algo debía hacer para poder ayudarlos siempre, y esa fue la razón por la que se sacrificó tanto estudiando, para ser exitosa y buena en lo que hacía y de paso ayudar a quienes más amaba.

Mientras su vista se perdía en el horizonte, de vez en cuando tomaba largos sorbos de aquella botella de su cerveza favorita, pensaba en cómo todo se dio de pronto para que eso sucediera, jamás pensó que realmente podría algún día vivir lo que antes parecía imposible, era inevitable sobre pensar y perderse en algunos rincones de su mente que albergaban momentos ya vividos.

Pasaron los años y decidieron vender aquella antigua casa llena de recuerdos, algunos buenos y otros malos, algunos dolorosos y otros para reír por horas, pero era lo mejor que podían hacer. Francisca vivía allí solamente con su madre, su padre había huido del país hace más de un año después de traicionar y estafar a la familia y a todos a su al rededor. Su única hermana vivía hace años con su marido y sus hijas en otro país, cuando la decisión de vender la casa era una realidad, se conversó todo lo que podría pasar de ahora en adelante y fue cuando su hermana invitó a su madre a vivir con ellos. Gracias a esa herencia familiar contaban con el dinero suficiente como para empezar una nueva vida tanto ella como su madre, quien ahora también estaría en el extranjero. La idea de separarse hacía doler un poco su corazón, pero sabía que por ahora sería lo mejor, sobre todo para su madre quien necesitaba comenzar de cero. A su vez, Francisca ya había comenzado su cambio hace un tiempo, y esta era la parte más importante: sus proyectos, su nueva casa y su trabajo, pero para comenzar de lleno en eso debía primero terminar de instalar sus cosas y comenzar a acostumbrarse a todo, al nuevo ritmo que tendría su vida de ahora en adelante.

Si bien nada la apuraba, se había puesto como plazo de uno a dos meses para instalarse bien en la casa y hacer todos los arreglos correspondientes, a la par estaba avanzando en las instalaciones de su nuevo proyecto de trabajo, el que esperaba fuera exitoso y de ayuda para un lugar tan hermoso y lleno de vida como aquél.

Después de terminar la cerveza, el atardecer había desaparecido dando paso a la frescura de la noche, se paró y entró sintiendo orgullo de cada una de sus cosas, cada mueble situado exactamente donde había imaginado su cabeza hace meses atrás cuando firmó las escrituras de su nueva adquisición; aquél hermoso y privilegiado terreno, meses después se encontraba en la puerta principal de la que ahora era su casa, aquella que vagamente había dibujado en un papel como su casa ideal. En este preciso instante estaba ahí. Era una casa no muy grande; por fuera el pórtico techado, al lado izquierdo de este, una hermosa terraza adornada con una mesa y sillas antiguas de color blanco que formaban parte de la decoración de su madre en la antigua casa, las quiso conservar como recuerdo de aquellas noches en las que conversaban durante horas. Frente a las sillas un pequeño estanque con peces, al lado derecho una especie de columpio de madera estático muy rústico, rodeado de flores que parecen ser enredaderas que con el tiempo se fundieron a la madera.

Francisca era una mujer solitaria, aún era joven, solo con 32 años pensaba que envejecería solo con sus perros puesto a sus malas experiencias en lo que la gente denominaba "amor" ¿Realmente existía eso? ella lo había sentido y expresado, pero nunca lo sintió de vuelta, en un momento pensó que sí, pero luego, con la madurez comprendió que a cada persona que había amado le dejó pasar más de algo que le dolía y solo "por amor". Tampoco le gustaba recibir visitas, por lo tanto cuando pensó en el diseño de su casa no venía a su mente la típica mansión gigante de ensueño de cualquier persona, y pese a que tenía el dinero suficiente para hacerlo, quería algo cómodo y pequeño, a su gusto. La casa en sí era un rectángulo largo y amplio de dos pisos, con ventanas solo por el frente. La amplia puerta, situada justo en medio, al abrirla dejaba a la vista un cómodo y gris sofá, otro igual hacia el lado derecho dando la espalda a una escalera, al frente de los sofás una mesa de centro rústica y en la pared un televisor lo bastante grande como para ver maratón de series y películas, hacia el lado izquierdo se encontraba lo que comúnmente llamarían sala de estar; la que contaba con un pequeño bar y una mesa de pool, un cómodo asiento, algunos maceteros con plantas y una chimenea que mantendría a buena temperatura su hogar durante el Otoño / Invierno que se aproximaban. Desde la puerta hacia el lado derecho se veía la escalera que daba hacia su dormitorio y al lado la cocina, pequeña pero con espacio abierto para deslizarse por ella, muebles a medida y lo básico que necesita una cocina, incluida una mesa con asientos incorporados tipo años 60's en ella, al medio de una de las paredes de la cocina había una puerta que daba hacia lo que sería su oficina, amoblada con un escritorio, sobre él un gran computador, un mueble con decenas de archivos y una estantería lo bastante grande como para contener dentro de ella todas las figuras de acción de personajes que le gustaban.

Al subir por la escalera, a mano derecha se encontraba su habitación, no era muy amplia, solo lo justo, su cama, veladores y muebles con velas, una repisa con libros y un mueble largo de varios pisos que contenían un equipo de música, fotos y algunas suculentas. El segundo piso solo contaba con su habitación, y dentro de la misma, dos puertas, una que daba hacia el baño y la otra hacia un cuarto que contenía su ropa, una lavadora y secadora, y la ropa y accesorios de sus perros.

Ella seguía en la entrada, observando que aquellos trazos que vagamente realizó sobre un papel, hoy era la realidad plasmada frente a sus ojos, los cuales ya estaban cansados, el día había sido agotador, por una parte todo era nuevo y hermoso, pero por otra parte sus temores aún no la abandonaban del todo... Rompió en llanto recordando situaciones pasadas que le dejaron más que un dolor en el alma, pues la nostalgia la seguía a donde fuera, ya era parte de ella. Se encontraba llorando, dando paso a sus emociones cuando escuchó una vibración en su bolsillo, al ver la pantalla sonrió al ver el nombre Vanessa 🐻❤️.

Antes de contestar, se limpió los ojos, recordó la razón por la que estaba ahí, esbozó una sonrisa y se dijo a si misma: "Solo son recuerdos que quisiera olvidar".

Esos ojos JaponesesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora