Locamente enamoradas.

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4 años después.

El gran día había llegado, cada una estaba en un cuarto diferente del recinto en el que se encontraban, mientras afinaban los últimos detalles de su vestimenta pensaban en todos los momentos vividos antes de llegar a ese, y en que de cierta forma siempre soñaron con ese día durante su vida, aunque por mucho tiempo lo descartaron y dejaron de soñarlo, sin saber que unos años después el destino las uniría a ellas y su sueño porque estaban a punto de dar el sí.

Habían acordado no verse durante un mes antes de la boda, para mantener la cuota de misterio y extrañarse tanto como pudiesen, cada semana de ese mes, exceptuando la última, se vieron al menos un día, pero nada más allá de unos besos ocurría entre ellas, así lo habían decidido, para avivar las llamas de su amor durante ese tiempo, les costó pero lo habían logrado. Esa noche después de tanto extrañarse volverían a dormir juntas y abrazadas, era lo que más anhelaban, ya tenían el lugar reservado para quedarse, era una hermosa y cálida cabaña a la orilla de la playa alejada del mundo, solo para ellas dos con una vista única y privilegiada. Pasarían allí el fin de semana, por temas de trabajo no habían podido cuadrar su luna de miel, pero eso les daría tiempo para planear mejor el destino al que irían en un par de meses.

La boda comenzaba en diez minutos y no había duda alguna de que ambas se morían por decir sí frente a la otra, pero los nervios eran muchos, la última semana la habían respetado sin visitarse ningún día, y no sabían cómo reaccionarían cuando se vieran. Si bien es cierto, ambas tenían el sueño desde pequeñas de entrar al altar y que alguien las esperara, querían ser quien viera a alguien con cara de idiota sonriendo por su causa, pero Francisca veía que ese sueño le hacía mucho más ilusión a Akiko, porque siempre hablaba de ello, así que ella sería quien entrara caminando al altar y Francisca quien la esperaría.

El recinto era un hermoso lugar rodeado de bellos y elegantes jardines llenos de árboles y flores que daban la paz necesaria para calmar las ansias de todos los presentes. Ellas querían casarse en medio de la naturaleza, al aire libre y solo con la gente precisa, pero las circunstancias las habían llevado a decidir finalmente por ese lugar, puesto que el inestable clima del pueblo podría arruinar su momento, y querían que fuera perfecto. El lugar era una antigua casa con fachada de castillo, rodeada de un ambiente natural que incluía una hermosa laguna. Sin embargo, la boda en sí se llevaría a cabo en el salón principal, el cual Francisca se había encargado de que estuviera decorado con flores de colores como a su amada novia le gustaba. La combinación de los colores y la decoración del ambiente era una obra de arte, una que todos disfrutaban mientras fotografiaban el lugar, y a la adorable manada que vestía pequeños trajecitos para la ocasión. No podían esperar a fotografiar también a las novias.

La música nupcial había comenzado y Francisca esperaba muy nerviosa en el altar, sabía que al abrirse la puerta vería entrando al amor de su vida caminado hacia ella, tenía tanta ilusión de presenciar el momento con el que venía soñando hace tanto. Sus damas de honor estaban tan nerviosas como ella y las de su futura esposa también, todos parecían entusiasmados porque esta sin duda era una boda que todos suponían sería a los meses de empezar su relación, porque todos los presentes eran testigos de cuánto se amaban.

Su pecho se apretó y su corazón parecía dar brincos cada vez más fuertes al ver como la puerta se abría de par en par dejando ver a la mujer más hermosa del mundo entrando por un pasillo que llevaba directo hacia ella, quien parecía tener cuerpo de gelatina, porque de solo verla en su hermoso vestido, con su característico pelo negro y sus ojos que le hacían juego, la hacía temblar. Sus ojos la miraban derrochando el infinito amor que sentía por ella, era realmente hermosa y mientras avanzaba por el pasillo, no podía evitar pensar que esa mujer la iba a matar, que su existencia era algo irreal, que su belleza no era de este mundo, que era lo más hermoso y delicado que pudiera estar apreciando en ese momento.

Esos ojos JaponesesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora