Avanzar.

18 5 0
                                    


Habían pasado algunos días desde que Akiko se fue y ambas parecían exhaustas, si bien las marcas de los golpes iban disminuyendo, las ojeras en sus ojos eran evidentes y el cansancio mental y emocional las hacía sufrir cada vez que cortaban una videollamada. La diferencia de horario era demasiada, y eso las limitaba a hablar en horarios que más adelante serían complicados. Francisca debía volver al trabajo ese día y estaba nerviosa, con la partida de Olivia todo era más complejo porque tendría a otra persona a cargo de la recepción ahora, sabía que ella debía irse en algún momento, de todas maneras solo estaba cumpliendo con una más de las emocionantes historias que vivía como agente encubierto. Seguía viviendo allí, pero con todo lo que significaba el caso de Max estaba ocupada y necesitaba dedicarle todas las horas posibles, era un caso que venía siguiendo hace mucho tiempo. Y Francisca extrañaba los cafés a media tarde y las conversaciones que tenían, las cuales estaban llenas de confianza. Sin Olivia sería difícil enfrentar todo, ese día conocería en persona a quien ocuparía su lugar, quien desde hace unos días ya se había incorporado al equipo.

Al llegar a la veterinaria recordó cuando llevó a Akiko allí, y pensó en cómo le gustaría que las cosas hubieran sido distintas, parte de sus fantasías era imaginar universos paralelos en los que se conocían de otra forma, siempre lo hacía. El escenario esta vez era una situación en la que Akiko entraba a la consulta con una de sus mascotas y se enamoraban a primera vista, luego tenían una casa en la playa y mil perros y gatos, era fácil imaginarlo, en cada fantasía se enamoraban de inmediato. Soñaba con verla entrar allí de sorpresa, pero la sorprendida fue ella al ver que quien entraba era la nueva recepcionista.

Libertad era una mujer joven, más joven que Francisca, físicamente era hermosa, su cabello castaño claro, largo, llegaba hasta su cintura y tenía leves ondas en las puntas, sus ojos eran de color avellana, su sonrisa parecía haber sido tallada por los mismos dioses, y su cuerpo era completamente armónico a la vista, no era una mujer sexy, más bien era la representación de la ternura misma, por ahora. Era realmente hermosa, pero eso no le importó a Francisca que pese a la sorpresa que se llevó no dejaba de imaginar a Akiko en alguno de los rincones de la veterinaria que alguna vez recorrieron junto a Akari. En realidad la veía a dondequiera que fuera, pues cada lugar estaba marcado por su presencia, o ahora más bien su ausencia.

La mujer que acababa de entrar quedó sorprendida al entrar porque en su mente, la imagen de Francisca era la de una mujer seria y amargada, cortante, fría, distante y varios adjetivos que no hacían para nada juicio a la imagen que veía ahora de una mujer con una enorme pena en sus ojos, en su alma, como si estuviera incompleta y anhelaba encontrar lo que le faltaba. Esa fue su primera impresión.

-Buenos días, soy Libertad.

-Buenos días, soy Francisca. ¿Te acostumbras ya?

-Sí, todo en orden. Dijo con la voz temblorosa.

Hablaron un momento acerca de cómo le gustaba trabajar a Francisca, ella siempre dejaba claro desde el principio que todos quienes trabajaran con ella debían entender su ritmo y la forma de hacer las cosas, le gustaba ser práctica y tener los menos problemas posibles y para ello necesitaba un equipo que supiera seguirle el ritmo. Libertad solo asintió y se prometió a ella misma que haría lo posible por seguirle el ritmo.

La jornada laboral comenzó y con ello todos quienes trabajaban allí se alegraron de verla de vuelta, esta vez las cosas cambiarían porque Francisca quería enfocarse tanto en su trabajo para olvidar las experiencias que la llevaban a estar en ese estado. Sabía que debía dar lo mejor de sí y lo hizo, porque era una profesional. Dejaba todo detrás de esa puerta para concentrarse en su trabajo y daba resultado, pero cuando salía era inmediato, toda la carga volvía a sus hombros y a su cuerpo en general que parecía necesitar un masaje, o más bien que una aplanadora pasara por su espalda.

Esos ojos JaponesesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora