Nostalgia.

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Cuando llegó a su casa sintió un vacío tan grande dentro de ella, lloraba con fuerzas mientras se tendía en el sofá, sabía que debía soltar la pena que tenía acumulada dentro, no solo porque Akiko se había ido, desde antes, desde hace mucho venía reprimiendo el llanto y ahora parecía soltarlo completamente en soledad. Hizo todo lo que debía hacer y se acostó, sabía que no tendría noticias hasta el día siguiente así que se sentó en la cama y miró su velador un buen rato como si eso la ayudara a decidir si leer o no el contenido de esa carta.

Francisca:

"Antes de escribir cualquier cosa quiero que sepas que no importa cuando leas esto, desde ya te extraño y aun no me he ido, y así será, no importa cuando leas esta carta yo estaré extrañándote. Sabes que no quisiera irme, me desarma pensar en no poder compartir mis días contigo, pero he pensado en todo y por primera vez siento que definitivamente es lo mejor que puedo hacer, que no podrían haberse dado de otra forma las cosas, por más dolorosas que sean, sé que este nuevo rumbo traerá consigo cosas buenas para ambas, que tendremos tiempo suficiente para pensar en todo, sé que hay algo que aunque no sepamos definir, existe, y eso será uno de los grandes motivos que me mantendrá en pie. Prometo que me esforzaré por enfocarme en mí y que haré todo lo que esté a mi alcance por conocerme y amarme, pero eso no significa que no pueda pensar en ti y tus ojitos de cachorro, porque recordarlos me dará la fuerza para continuar, porque ten la plena seguridad de que cuando yo vuelva, volveré por ti, para amarte, quiero amarte en libertad, y para eso debo sanarme primero, para compartir contigo mi mejor versión, porque es lo que quiero darte a diario. Lamento haberte arrastrado hacia todo esto y que salieras herida no solo físicamente, es algo que me cuestiono a diario y no puedo perdonarme haberte arrastrado hasta este punto. Gracias por tanto, por cada detalle desde que apareciste en mi vida, ten por seguro que te extrañaré cada día y abrazaré tu regalo cada noche para pensar que estás conmigo, tú también abrázame todas las noches en tus sueños porque ahí estaré. No tiene sentido no decirlo aquí si ya me atreví a hacerlo en persona. Te amo".

Sus ojos parecían suficientemente hinchados y eso le provocó sueño, dejó su celular que siempre mantenía en silencio, con sonido en caso de que Akiko la contactase por cualquier motivo. Aún tenía unos días de reposo debido a las lesiones que Max dejó en su cuerpo, algunas comenzaban a tomar un color no muy agradable a la vista, cada vez que se miraba al espejo recordaba ese momento y supo que sería necesario volver a terapia, lo que había vivido no era sano de recordar y no quería que eso justificara que volviera a encerrarse, estaba deshecha pero no porque Akiko se haya ido iba a echarse a morir, eso lo había aprendido y era lo más cierto, aprovecharía esos días para sacar toda su pena fuera, conversar con ella misma y recuperar fuerzas para volver al trabajo, debía enfocarse más que nunca en sacar adelante su proyecto y ayudar a quienes necesitaran de su ayuda. Vanessa iría por algunos días para ver unos detalles del caso de Max, y quería estar bien para ese momento. Pero por ahora solo necesitaba dormir abrazando la prenda que le dejó Akiko. De sus ojos salían lágrimas que evidenciaban un dolor profundo, le dolía todo dentro, como si le hubiesen quitado parte de su alma, de su vida, de su corazón. Se quedó dormida.

Akiko seguía mirando por la ventanilla del avión, la noche que mostraba una hermosa luna y recordaba la luna de la noche anterior y las fotos que tomaron junto a Francisca, las miraba mientras escuchaba música, y como si el destino quisiera ser más cruel aún, justo al momento de ver la siguiente foto en la que ambas aparecían de la mano frente a la luna, sonó una de las canciones que le recordaban a ella, y amplió la foto para ver mejor los detalles de esas manos que extrañaba entrelazar, luego miró una foto de Francisca sola y miraba sus brillantes ojos mientras sollozaba sin querer ser descubierta. Sus ojos ardían, y su pecho ya parecía bajar su marcha, el sueño la consumía, pero la pena era más grande, no pensó que aún sin siquiera llevar la mitad del viaje ya quería devolverse y abrazar a Francisca una vez más, la quería ahí, sabía que si alguna vez viajaran juntas ella estaría ahí acurrucada con ella, protegiéndola, cuidándola de cualquier cosa, peleando contra el mundo por ver una sonrisa en su rostro, pensar en ella le daba calma y a la vez era lo más doloroso que podía sentir. Por un momento tuvo miedo de pensar cómo saldrían las cosas de ahora en adelante para ella y también pensaba en el hecho de que en su mente ella creyó que Francisca le escribiría algo, pero no había sido así y eso la apenaba. Sus manos temblaban, tomó una de las pastillas recetadas por su médico y a los pocos minutos se durmió. Jena dormía con los audífonos puestos.

Esos ojos JaponesesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora