Hoy era el día que había estado esperando, los nervios se apoderaban de su mente y de su cuerpo, quería que todo saliera perfecto. Hace días que no veía a Francisca, para ser exacta desde que salió corriendo de la casita del árbol, solo habían hablado por mensajes para ponerse de acuerdo, habían quedado en que ella llegaría en un par de horas a su casa junto con Vanessa, ambas se habían ofrecido a ayudar con la decoración. Harían una fiesta en su casa para celebrar el cumpleaños de un amigo de Akiko, a la que asistirían mayormente compañeros de trabajo de ella. Era una fiesta de disfraces.
El día pasaba muy a su pesar con una lentitud que la ponía ansiosa, pero eso le daba tiempo de elegir sabiamente su disfraz y de tener su casa presentable, sin Max allí era mucho más fácil mantener el orden, pues no habían vasos repartidos por todos lados, su ropa tirada en el baño, o la loza que ocupaba y dejaba sucia en donde fuera, o cosas fuera de lugar, era un alivio.
El timbre sonando de fondo la sacó de lo que sea que estuviera haciendo en ese momento y se dirigió a la puerta, saludó con un abrazo apretado a Vanessa, como si fueran grandes amigas, a esa altura parecían serlo ya. Y luego divisó a Francisca que venía bajando de su auto con una caja llena de cosas para la fiesta, la cual tomaba a dos manos, Vanessa pasó como de costumbre directo a buscar a Tora y Francisca junto a Akiko se miraban mientras una de ellas caminaba y la otra se mantenía apoyada en la puerta de la casa, como si el mundo se detuviera y nuevamente estuvieran en su burbuja, pese a que había salido corriendo, pese a que evidentemente las cosas habían cambiado, pese a que hoy todo se sentía distinto, no había incomodidad en su saludo, nunca la había y eso era lo extraño en ellas, que se comprendían tan bien, siempre el respeto era lo primero y eso la hacía sonreír, así que así la recibió; con una sonrisa.
Después de un par de horas las tres mujeres terminaban los últimos detalles de la decoración al ritmo de la música y acompañadas de un refrescante mojito. Fue una buena tarde, lo había sido hasta que Vanessa preguntó por Max. Sabía que tenían problemas y que él no estaría ahí, Francisca era su mejor amiga y se lo había dicho, pero jamás le contó los detalles del porqué no estaba ahí. Sea como sea, Vanessa era inteligente y observadora, se daba cuenta de todo, Francisca a su vez tenía claro que Vanessa sabía todo, era cosa de mirarla y porque la conocía, vaya que la conocía, ellas no hablaban con la mente, pero si se la leían, tanto así que no hacía falta palabras de sobra.
Al finalizar su pregunta, las dos mujeres frente a ella se miraron hablando en su idioma mental, y Akiko respondió que él aún estaba fuera por negocios. Vanessa no quedó tranquila con la respuesta, pero ya faltaba menos para que comenzara la fiesta, así que la dueña de casa se excusó frente a ellas y fue a ducharse para luego vestirse, arreglarse y recibir al resto de las visitas.
Vanessa miró varios minutos a Francisca quien seguía perdida en el horizonte, mirando el atardecer sin decir nada. Rompieron el silencio y luego de unos minutos se enfrascaron en una reveladora conversación que venían evitando desde que Vanessa llegó y mayormente después de la noche estrellada. Esa noche Vanessa llegó y no encontró a Francisca hasta que supo dónde estaría, la conocía. Cuando entró a la casita del árbol vio dos copas de vino vacías y una mujer sentada con la cabeza sobre sus rodillas llorando. Vanessa supo de inmediato que tenía que ver con Akiko, quería saberlo todo, pero nuevamente no era el momento. Así que solo se dedicó a consolar a su amiga sentándose a su lado y bebiendo de la botella de vino que aún contenía restos de él. Pero hoy ya era hora, la tensión entre ambas mujeres era evidente y ella solo quería ayudar, así que se acercó aprovechando que tendrían un tiempo prudente para hablar mientras Akiko se ausentaba.
-¿Por qué te preocupas tanto por ella? Tú y tu costumbre de querer arreglar las cosas... A la gente.
-Esta vez es distinto. Dijo con un tono de disgusto. Tardó unos minutos antes de suspirar sin despegar la vista del frente, hasta que finalmente dijo: Ella no merece nada de esto, nadie lo merece ¿Pero ella? Ella de verdad es una persona buena de alma.

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Esos ojos Japoneses
RomanceUna mujer deja atrás su pasado para rehacer su vida, cambiando en todo sentido, incluso su rumbo. Su nuevo destino le trae esperanza, quizá aquí conozca a quien podría ser su alma gemela Solo sabe que está dispuesta a vivir nuevamente.