Habían pasado un par de días desde que oficialmente eran novias, lo cual las tenía más que felices, diariamente se demostraban su amor no solo con palabras, los actos hablaban por sí solos, y aunque era difícil poder pasar el día entero juntas debido a sus respectivos trabajos, siempre se daban el tiempo de estar juntas en algún momento y hablar de lo que fuera, de acompañarse.
Desde que Akiko volvió no había ido al bosque mágico porque estaba disfrutando de la magia del amor que había llegado para quedarse. Pero sentía que necesitaba despejarse y estar un momento sola, amaba la compañía de su ahora novia, pero a veces necesitaba un momento para ella, y ahora era uno de aquellos. Se sorprendió al llegar porque la pequeña casita ahora era mil veces más hermosa de como la recordaba, o más bien de cómo la había dejado, porque durante el tiempo que estuvo en Japón, Francisca hizo ciertas remodelaciones para crear el estudio perfecto para Akiko, sin pasar a llevar nada de lo que ya existía, pero era realmente hermoso e inspirador, era el estudio perfecto para sus cuadros, todo en orden y despejado, era realmente el lugar perfecto para inspirarse, lo cual la hizo suspirar pensando en que por más que quisiera no pensar en ella, estaba en cualquier lado donde fuera. Pasó la tarde ahí y pintó un paisaje que mucho tiempo atrás había recreado, ellas dos en el bosque rodeadas de cientos de luciérnagas. Esperó pacientemente a que fuera cierta hora y se dirigió camino al pueblo a un lugar en específico.
Al entrar vio a Libertad quien no la recibía de la mejor forma, preguntó por Francisca quien estaba en su consulta atendiendo un caso, cuando la puerta se abrió y las personas salieron de ahí, supo que era el momento exacto para darle una sorpresa a su novia.
-¡Adelante! Se escuchó en respuesta a unos golpes en la puerta.
-¿Qué haces aquí? Preguntó con los ojos más brillantes del mundo, obteniendo como respuesta el mismo brillo de vuelta.
-Vine a darte esto. Dijo mientras sostenía con ambas manos el cuadro que había pintado. Se veía tan adorable que Francisca sintió que podía morir en ese minuto, la miró con lágrimas en los ojos.
-¡Es realmente hermoso! Muchas gra...
-También vine a darte esto. Dijo dejando el cuadro a un lado y abalanzándose a los labios de su amada sorprendiéndola con un candente beso.
No hubo más respuestas con palabras, porque comenzaron a besarse como si fuese el último deseo que ambas hubieran pedido, se besaron a lo largo de toda la consulta de Francisca, apoyándose en las paredes y en los muebles sin soltarse de su firme agarre, botando a su paso algunas cosas del escritorio. El aire escaseaba mientras ellas se separaban solo para respirar y seguir besándose, lo hacían con fervor, era algo tentador estar ahí, y probablemente era una fantasía que alguna de las dos, o más bien ambas, quisieran cumplir, pero nuevamente unos golpes en la puerta las sacó de su nube de amor y comprendieron recién donde se encontraban. Con la intensidad del deseo en sus ojos, agitadas pero una sonrisa cómplice supieron que debían esperar llegar a casa para continuar con lo que quedaron pendiente. Akiko salió de la consulta un tanto despeinada y bastante sonrojada. El último paciente ingresaba a la consulta de Francisca, quien luego sería libre para pasear de la mano por la costanera del lago con su amada.
-Ya estoy lista. ¿Vamos? Dijo Francisca saliendo de su consulta.
-¡Vamos!
-Pensaba que podíamos comer algo y luego pasear por el lago.
-Sería maravilloso, amor. Pero hay un solo problema.
-¿Amor? La había llamado amor y su corazón se derritió, pero también había dicho la palabra problema y se concentró en eso. ¿Qué problema?
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Esos ojos Japoneses
RomanceUna mujer deja atrás su pasado para rehacer su vida, cambiando en todo sentido, incluso su rumbo. Su nuevo destino le trae esperanza, quizá aquí conozca a quien podría ser su alma gemela Solo sabe que está dispuesta a vivir nuevamente.