Decisiones.

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Ya había pasado una semana sin contacto alguno, para ambas era difícil, cada una se preguntaba en soledad el porqué de las cosas, si era tan especial lo que tenían ¿por qué debían dejarlo ir? La respuesta era clara; porque había un límite que no podían cruzar, la verdad para Francisca era que Akiko aún se iba a casar y aunque eso le partía el alma, debía aceptarlo, quería que ella fuera feliz, pero sabía que no lo sería, no con él, nunca más oyó de la boca de ella la palabra golpes, y esperaba que no los hubiera, no quería dejarla sola si algo pasaba, era un miedo constante que habitaba en su mente y en su corazón, saber que un par de kilómetros más allá la mujer que le daba vida a sus latidos corría peligro, pero qué más podía hacer ella si la misma Akiko parecía no querer salir de ahí, eso pensaba tras haberlos visto juntos en el cumpleaños, había una notoria lejanía entre ellos, pero seguían juntos y eso le molestaba, le dolía, la hacía sentir rabia contra la vida, por qué una mujer tan especial como Akiko estaba al lado de un hombre tan básico y tan malo como él, no podía parar de pensar en por qué la vida la ponía en esa situación, por qué le presentaba de esa manera a la mujer de sus sueños, por qué todo lo que alguna vez deseó encontrar en una mujer lo encontraba en ella, con quien no podría estar porque en poco tiempo sería la esposa de una bestia que no la merecía.

Después de mucho pensar decidió hablar con ella nuevamente, después de pensar tanto recordó la promesa que le hizo en la playa y llegó a la conclusión de que si la vida se la estaba presentando de esa forma es porque así estaba escrito en alguna parte, y en vez de dejar pasar esa oportunidad la aprovecharía, pensaba que era mejor arrepentirse de intentarlo en vez de arrepentirse preguntándose qué hubiera pasado si se hubiera atrevido a hacer lo que quería, que era correr a los brazos de esa mujer y confesar todo lo que su pecho guardaba hace un tiempo, era momento de enfrentar la realidad, si nada resultaba al menos lo habría intentado, eso la dejaba tranquila dentro de todo el nerviosismo que sentía. Tomó su celular y dudó varios minutos antes de enviar un mensaje.

F: "¿Estás bien? necesito decirte algo"

Lo envió y tiró su celular en el sofá, sentía vergüenza y ansias por la respuesta que le daría ella, pero después de varios minutos aún no recibía nada.

Fue al centro del pueblo a comprar algo que la ayudaría a realizar una idea que daba vueltas en su mente, días atrás había visto un fino anillo con la silueta de un perro y un gato, quiso comprarlo para Akiko en su cumpleaños, era perfecto para ella, pero en ese minuto sintió que darle un anillo sería extraño, aunque era perfecto, su miedo fue más grande, pero esta vez lo haría porque sentía que si todo salía bien las cosas comenzarían a cambiar para bien.

Akiko por su parte había ido a comprar algunas cosas que faltaban en su casa, su mirada parecía perdida, sentía que estaba viviendo por inercia y eso la afectaba mucho, necesitaba un milagro, soñaba con huir de la mano de alguien que ahora solo existía en su mente, no había mirado su celular, si así hubiera sido las cosas ya serían distintas, pero caminaba por el centro del pueblo junto a Max a quien se habría encontrado comprando chocolates y flores para ella, fue una sorpresa no solo para ella, que quedó paralizada cuando lo vio acercarse para darle un abrazo y luego un beso, no sabía cómo reaccionar a eso, menos con personas al rededor quienes comentaban el lindo gesto de un hombre enamorado. "Si supieran lo que hace este hombre enamorado" quiso gritar, pero solo se quedó inmóvil sin poder hacer nada más que actuar nuevamente con una sonrisa falsa y agradecer el gesto respondiendo a la cercanía de ese hombre.

Francisca salió de la tienda con una gran sonrisa en su rostro, el anillo ahora estaba en una caja que miraba en sus manos, sintió que el amor estaba en el aire cuando se encontró con el pequeño espectáculo de dos enamorados, la sonrisa de su rostro se desvaneció cuando se percató de quienes eran, sintió que el corazón dejaba de latir mientras sus ojos se aguaban, se giró sobre sus pasos y caminó por una calle poco concurrida hasta llegar a una parte del lago que parecía desolada.

Esos ojos JaponesesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora