Bosque Mágico.

24 3 0
                                    

P.O.V FRANCISCA.

¿Estoy soñando? me encuentro envuelta en la melodía que forma la perfecta combinación de la madre naturaleza con mis latidos, navego entre las sombras que acompañan mis pasos, me hundo en la magia de un aroma tan puro que me eriza la piel. No exagero, de verdad lo siento, si ahí afuera la vista es hermosa, aquí dentro es mil veces más, y quizá más. Tal vez para otros no sería de esta forma, solo sería un bosque y ya, pero yo me siento tan viva que duele el hecho de pensar en salir de aquí. Podría estar horas intentando crear una lista de las variaciones de color verde que rodeaban el lugar, la cantidad de colores de distintas y variadas plantas, árboles y sus flores, los animales alrededor compartiendo un poco de su intimidad conmigo, mostrándose en su hábitat natural, dejándome estar ahí, confiando en la vibra de mi amor por ellos, todo parece un sueño para mí, y lo seguirá siendo porque a lo lejos se refleja lo que podría ser agua, y en efecto, lo es. Me acerco a pasos agigantados hacia lo que acabo de ver, pues el entusiasmo se apodera de mí, me detengo con el aire entrecortado, frente a mí se encuentra la imagen de un profundo lago turquesa, rodeado de los matices verdes, es tan hermoso que parece que brillara, en uno de los extremos del lago hay un pequeño y rústico muelle y lo que parece ser un bote.

De verdad todo esto parece un sueño, incluso siento como si estuviera en una película porque la banda sonora me acompaña de fondo con una canción interpretada por lo que pareciera ser la voz de un ángel... realmente así lo parece, cierro mis ojos y disfruto el momento, pero algo, no sabría decir qué, quizá mi instinto nuevamente, me dice que abra mis ojos y busque aquella voz, porque al parecer no es producto de mi imaginación, sino que realmente está pasando, pero, ¿es posible que de verdad sea un ángel?.

Fin P.O.V Francisca.

Siguió la voz, no tardó mucho en encontrarla, y no, no era un ángel, era una mujer normal que daba leves toques de color morado al lienzo de un atril que estaba frente a ella, mientras cantaba. La frustración de no ver a su ángel hizo que Francisca perdiera la delicadeza de su andar, sin percatarse estaba haciendo ruido tomando una foto al mismo tiempo que la voz se apagaba.

Ambas se quedaron mirando con la expresión de sorpresa en sus rostros... Nada más lejano a un ángel que un simple mortal como su nueva vecina.

-Hola. Dijeron las dos tímidamente, con un poco de vergüenza brotando de sus caras. Ya era la segunda cosa que decían al unísono, eso las hizo pasar de la vergüenza a una sonrisa que pareció tener cierta complicidad.

-¡Qué lindo! Dijo Francisca mirando el cuadro frente a Akiko.

-Perdón, ni siquiera te he saludado bien, ¿cómo estás? realmente es un hermoso cuadro.

-Gracias. Dijo una nuevamente sonrojada vecina. Bien, ¿y tú?

Se envolvieron en una conversación que parecía fluir inesperadamente, después de dos encuentros bastante particulares y extraños, (sin contar el choque del centro) la tercera vez parecía ir bien, quizá realmente la tercera es la vencida. Después de hablar por un tiempo bastante más largo del que habían hablado juntando los tres días que se habían visto antes de este, Francisca se percató de una pequeña habitación frente a ella, la cual parecía una estructura vieja, con una puerta ancha pero decorada artísticamente y rodeada de plantas, banderas y adornos varios, era como una casa de la comarca, o algo así pensó Francisca, lo cual le pareció llamativo.

-¿Y eso? preguntó señalando con el índice de su mano izquierda.

-Ah... eso... Bueno, eso es como una especie de "estudio"... mi estudio, allí guardo mis pinturas e implementos para pintar, es como mi segundo hogar.

-¿Puedo verlo?/ ¿Quieres verlo? al unísono otra vez, y una segunda sonrisa cómplice, no parecía ser la misma mujer que había visto las veces anteriores, esta era una especie de versión mejorada y más simpática que la anterior. Se preguntó si tal vez Akiko sentía ese poder del bosque y quizá por eso se sentía diferente. Más tarde lo descubriría.

Se parecía a su "casita del árbol" pero esta era la versión "vecina asiática". Tenía su encanto, y algo en común, las velas. El resto era un pequeño pero hermoso sofá, estantes llenos de lienzos de distintos tamaños y cajones con variadas formas de presentación de pinturas de muchos colores, un pequeño baño, una despensa con la comida y utensilios necesarios para vivir al menos unas noches en el bosque, una pequeña cocina a leña y por supuesto; las paredes decoradas con bellos cuadros. Akiko habría adquirido parte de ese terreno cuando sus padres murieron, y al ser la única hija legítima , se convertía también en la única heredera, siempre quiso vivir ahí, pero la casa principal estaba del otro lado del bosque y se había mudado ahí cuando quedó sola, más tarde se añadiría Max, su pareja. Su media hermana vivía con su marido en Japón.

-¿Un té? Ofreció Akiko.

-Amm muchas gracias, pero ya se hace tarde. Dijo Francisca después de algunos segundos de pensar en su respuesta. Y era cierto, debía volver pronto para ver a su manada.

Akiko miró su reloj y se sorprendió, ya era un poco tarde, debía haber estado en casa hace al menos una hora. Al parecer la conversación duró mucho más de lo que ambas pensaban, entonces dijo:

-Es cierto, ya deberíamos irnos a casa, digo... cada... una a su casa.

-Entonces vamos.

Caminaron hacia la entrada del bosque hablando de varias cosas sin importancia y sin darse cuenta nuevamente del tiempo ya estaban frente a la casa principal donde vivía Akiko.

-Aquí es. Dijo ella.

-Que linda casa respondió Francisca.

Y prosiguió a despedirse, no acostumbraba a tener contacto físico con casi nadie, pero sentía que era descortés despedirse así solo con la mano en el aire, y ya se habían despedido antes, al parecer su vecina pensaba lo mismo y se despidieron torpemente con un beso en la mejilla, al mismo tiempo Francisca divisó en la entrada de la puerta a un al parecer disgustado Max, ¿o estaba cansado? no lo sabía con exactitud, pero cuando él se dio cuenta de que estaba siendo observado por su vecina cambió la expresión de su rostro por una amable sonrisa. Sí, estaba cansado pensó Francisca y lo saludó a lo lejos, no tenía tiempo de pasar a saludar y si lo hacía probablemente terminara ahí dentro quizá hasta qué hora.

Francisca sonrió nuevamente a ambos y se retiró del lugar aun llevando la bicicleta a un lado de su cuerpo tomando el manubrio con sus manos, no pasaron ni 10 minutos y le llegó un mensaje de parte de aquél usuario de Instagram que aún no figuraba en la lista de seguidos ni seguidores, pero que si podía enviarle mensajes.

A: Envíame la foto.

Francisca se quedó pensando a qué se refería exactamente, quizá se equivocó de chat. Montó su bicicleta aun pensando en el mensaje, le tardó varios minutos recordar que antes de encontrarse por cuarta vez con su vecina, ella iba decidida a fotografiar un ángel, la situación le causó risa, paró un momento, puso música y aprovechó que los últimos rayos del sol de aquella tarde la acompañaran en su retorno a casa.

Se sintió cargada de energía, llena de vida, todo lo que había visto ese día era hermoso, todos los recuerdos que venían a su mente de lo que había sido ese día, comenzó recordando desde el principio y para cuando estaba recordando lo último antes de bajarse de su bici, ya estaba entrando a su casa, antes de que se le olvidara, envió la foto y dejó su celular al lado, sabía que le esperaba la tarea de traspasar sus fotos, pero primero quería disfrutar con sus perros y luego darse una ducha. Y así lo hizo.

Ya se encontraba traspasando las últimas fotos y decidió ver las de ese día, generalmente después de que tomaba algunas fotos se sentaba en algún lugar a revisarlas y ver los detalles. Así que esta vez las revisó pero desde el computador, lo que hacía que los detalles se apreciaran mejor. En eso estaba cuando vio la foto que hace un rato le había enviado a su vecina, y ahí estaba ella, claramente no era un ángel, pero pareciera como si eso que hablan del aura fuera realidad, como si un leve arcoíris envolviera su alrededor y sonrió al pensar que era otro acierto fotográfico; El bosque de matices verdes, de fondo la puerta de la casa de la comarca, las flores, los adornos, una parte del cielo de un tono celeste claro, una mujer misteriosa que parecía tener la concentración máxima en dar una pincelada mientras cantaba, no sabía cómo definirlo, pero eso se transmitía, su perfil se iluminaba con la luz arcoíris que al mismo tiempo hacía que se destacara uno de sus profundos ojos negros. Era una hermosa fotografía, sin duda otro acierto.

Se fue a dormir y sintió como el sueño la consumía rápidamente, había sido un día agotador, de pronto sintió que nuevamente estaba ahí, estaba soñando, pero con estar ahí; en el Bosque Mágico.

Esos ojos JaponesesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora