Pasaron más días de los que Akiko pensaba que disponía, Max llegaría en cinco días y no dos como ella creía. Eso le daba tiempo de ordenar sus pensamientos, de pensar seriamente en qué hacer. La comunicación con él durante esas tres semanas, casi cuatro con los días extra, había sido escasa, casi nula, solo hablaban lo necesario, a veces Max parecía escribirle borracho diciéndole que la extrañaba, o le enviaba fotos, pero eran conversaciones sin toxicidad alguna, como si de amigos lejanos se tratase.
Lo primero que pensó fue en ir al Bosque Mágico, pero creyó que quizá Francisca tendría la misma idea. Luego pensó que sería bueno distraerse pintando algo, pero apenas tuvo un lienzo en blanco frente a ella lo primero que pensó en dibujar fueron un par de ojos café con destellos, intentó dibujar un paisaje y solo podía imaginar esos ojos en él, deseaba tanto poder hacer las cosas bien y tener el valor de enfrentar esto, de incluso gritarle al mundo, pero muy en el fondo sabía que no sería capaz, pero sus ganas eran tantas, de transportarse instantáneamente a un paisaje nuevo y vivir ahí sin dar explicación alguna a nadie, pero era irrisorio, debía pensar en la realidad, y esa era que no podía admitir nada de lo que no estuviera segura, esos días le darían una idea de cómo hacer las cosas. Se distrajo cambiando los muebles de su casa de lugar, botando algunas cosas, así que se encerró en su casa, con sus pensamientos, con sus sentimientos.
Por su parte Francisca creyó lo mismo; que si iba al bosque se encontraría con quien debía evitar a toda costa. Ya había pasado por desilusiones, ya le habían roto el corazón algunas veces, pero esta vez se sentía diferente por dos razones principales; la primera y la más importante era por esa química que tenían, como si conectaran de alguna forma mágica, como si de verdad se creara un mundo nuevo cuando cruzaban miradas, un mundo en el que solo existían ellas, sus mascotas, la naturaleza y el mundo a sus pies. La segunda era porque sabía que las palabras de Akiko eran una mentira, algo para salir del paso de la incomodidad que significaba para ella aclarar las cosas. Sabía que ella se sentía de la misma manera y la entendía, no era algo fácil de afrontar, menos cuando no estaba segura de hacerlo, porque no sabía si era algo que funcionaría. En sus sueños más íntimos ella volaba con Akiko en brazos cruzando las nubes, salvándola de todo daño, llevándola lejos de Max, volando lejos en la burbuja que ambas construían. Pero sabía que hacer eso conllevaba a enfrentar un montón de pasos, partiendo por aclarar la situación entre ambas, sentía que les faltó esa instancia en la que maduramente se sentaran frente a la otra y se dijeran la verdad, el porqué de las cosas, pero ya no había nada que hacer, ya se habían despedido de una forma sana pese al daño, y justamente eso era lo que quería evitar, y sabía que si se acercaba para hablar, el daño sería mayor, aparte pensaba que Max volvería en dos días, así que se encerró también en su casa, con sus pensamientos, con sus sentimientos.
Y así transcurrieron los cinco días para ambas, no había llamadas, no había mensajes, no había visitas, no había nada excepto la suave brisa tibia que parecía visitarlas al mismo tiempo, cada una lo sentía de esa manera y sin saber cómo se sentía la otra. Pero la conexión existía, aunque no se vieran ni se hablaran, existía porque había algo más profundo y eterno que no terminaba con su lejanía.
El día que Akiko tanto temía llegó, el sonido de unas llaves abriendo la puerta la despertó, eran las cinco de la mañana y se suponía que Max llegaba a las ocho, en todo caso ya no la sorprendía, ya no se detenía a pensar si lo que él hacía era por ejercer un control sobre ella, porque era mentiroso o porque simplemente las cosas pasaban como él decía, y la excusa esta vez era un cambio de última hora en el vuelo, cambio que no fue capaz de avisar, pero ya estaba ahí. Akiko se hizo la dormida y él se acercó para mirarla dormir, luego acarició su cabeza y le dio un beso en la mejilla. No podía verlo, pero lo conocía, venía cansado y probablemente ebrio, olía a alcohol, pero podía ser cortesía del avión. Como sea, era un buen inicio, sabía que una vez dormido despertaría tarde, así que un par de horas después ella se levantó sin hacer ruido y fue rápidamente al centro del pueblo a comprar cosas que faltaban en casa, con el miedo constante de encontrarse con Francisca y la necesidad de evitarla hizo todo rápidamente, para luego encerrarse en la cocina a preparar algo para cuando Max despertara.
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Esos ojos Japoneses
RomanceUna mujer deja atrás su pasado para rehacer su vida, cambiando en todo sentido, incluso su rumbo. Su nuevo destino le trae esperanza, quizá aquí conozca a quien podría ser su alma gemela Solo sabe que está dispuesta a vivir nuevamente.