Fin de semana.

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El fin de semana era largo, de viernes a domingo disponían para disfrutar de la brisa del mar y el cálido sol que el clima ofrecería durante esos días.

Esa semana transcurrió tranquila, pero había nervios, muchos nervios en tres personas distintas, en tres mujeres distintas, en las tres vecinas que habían compartido más de una vez, pero esta vez sería distinto, esta vez si todo salía como Olivia pensaba, ese fin de semana marcaría un antes y un después.

El día viernes llegó y con ello llevó a su destino a distintas personas, entre ellos Max y Akiko, él se veía contento, y ella esperanzada, llevaba en brazos a Akari quien miraba el paisaje. Ambos saludaron a las personas presentes y comenzaron a hacer un recorrido por la casa, era realmente enorme, tenía varios baños y dormitorios distribuidos en ambos pisos, una gran sala de estar, cocina con isla y un amplio living, en el segundo piso algunas de las habitaciones y una terraza desde donde se veía el mar, la vista era espectacular, la casa estaba literalmente en la playa, la arena era parte del patio.

Max como de costumbre ya tenía un trago en la mano, en esta ocasión tomaba una fría cerveza, compartía con los socios, esta vez había menos gente, iban llegando de a poco. Max parecía expectante, cada auto que llegaba le hacía ilusión, y así fue durante todo el día que fueron llegando más personas. Akiko hablaba con Olivia, esa semana se habían visto más y ya parecían llevarse mejor, mucho mejor, la comunicación era fluida, Olivia aún no lograba tener su confianza, pero esperaría por ello. Compartieron el almuerzo, habían encargado comida china, Akiko estaba feliz, le encantaba y estaba en la playa, era un día perfecto, pero la nostalgia se hizo presente cuando un recuerdo invadió su memoria, y al parecer sus ojos que se aguaban de a poco; la imagen de Francisca bajo la lluvia sosteniendo una bolsa con comida china. Recordaba ese día porque ella era un desastre envuelta en su manta gris y con un pañuelo en su nariz, se reía internamente, ese día fue agradable, pese a su malestar físico, se sintió acompañada y querida por una desconocida que preparó la cena y le dejó una nota, una que aún guardaba consigo. Deseó en secreto que ella estuviera allí, suspiró mirando el mar a través de la ventana y se dispuso a comer.

Descansaron a la orilla de la playa el resto de la tarde, tomando algo de sol mientras bebían mojitos. Era un día agradable, hasta tiempo de nadar tuvieron. Akari disfrutaba de las pequeñas olas que llegaban a la orilla. Cuando el sol se escondió Akiko se duchó para cambiarse de ropa, esa noche harían Karaoke y se sentía por primera vez en mucho tiempo, con ganas de cantar, así que se puso un hermoso vestido ajustado de color morado con pequeñas figuras de color rojo, unos tacos negros no muy altos y su maquillaje era perfecto para combinar con sus negros ojos y pelo. Se veía realmente hermosa.

La noche dio comienzo con un coctel, tragos y música, el ambiente parecía ser perfecto, demasiado agradable para ser verdad, y así era, justamente no era perfecto porque Max parecía molesto al teléfono, Akiko lo observaba hace ya varios minutos, no podía escuchar nada, pero sabía exactamente de qué se trataba, Laura no vendría, y no sabía si eso era bueno o malo para ella, pero no quería arruinar su noche. Cuando Max volvió evidentemente molesto, se puso a beber con frustración, pero al ver a Akiko pareció querer intentar salvar la noche, el deseo en sus ojos se transmitía poniéndola nerviosa, no le gustaba ser vista así, menos enfrente de gente desconocida, así que intentaba evadirlo yendo al baño o bailando con Olivia quien parecía admirarla por su belleza, le recordaba lo hermosa y valiosa que es, la empoderaba de cierta manera, la halagaba para que se sintiera bien. Y así lo hacía, no quería preocuparse demás.

Cuando el karaoke inició Akiko sabía que en cualquier momento le tocaría cantar a ella, y ya tenía preparada la canción que cantaría; Until i found you (Stephen Sanchez) era una canción que le gustaba escuchar, le daba cierta nostalgia de cosas que ni siquiera había vivido, pero que quería vivir, y ahí estaba en mitad de canción cuando su mundo se detuvo por completo, se sentía mareada, sus piernas temblaban y su voz también, pestañeaba seguido porque no sabía si era real, ya no sentía la música, solo sentía su corazón, como si su deseo hubiera sido escuchado Francisca estaba frente a ella presentando los mismos síntomas. Era la segunda vez en todo ese tiempo que sostenía su mirada en esos ojos negros, pero esta vez no era con decepción, era con orgullo, la voz de Akiko era como si el ángel que había escuchado dos veces antes se hubiera multiplicado y ahora hubiera un coro de ellos cantando frente a ella, se veía tan hermosa, tan natural, tan única, ya no tenía sus tacos, sino unas zapatillas bajas de color blanco, su vestido morado y una chaqueta de mezclilla que lo cubría, su pelo con un pequeño peinado improvisado; un mechón de pelo de cada costado de la cabeza amarrado detrás, el resto del pelo suelto con pequeñas ondulaciones en las puntas, su maquillaje, el aro en su nariz, todo en ella parecía calzar.

Esos ojos JaponesesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora