El hogar de mis sueños

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P.O.V FRANCISCA.

Han pasado días de aquel encuentro con mis nuevos vecinos y yo solo me he dedicado a ordenar y organizar mi casa, lo que me hace caer en cuenta que desde que llegué aquí solo he recorrido mi patio admirando la hermosa vista y jugando con mis perros, he ido al pueblo una sola vez y he tenido dos, bueno "tres" encuentros con dos de mis vecinos, pero hay más y no he visto todo lo que quisiera ver, como por ejemplo los lugares que aparecían en Internet cuando hice aquella búsqueda en Google que me trajo hasta aquí. Creo que es hora de salir a recorrer, ya es otoño y el invierno no tardará en llegar, quisiera conocer más este lugar antes de que eso ocurra.

Mi bicicleta es una gran amiga, me ha llevado a muchos lugares que he disfrutado en soledad, y los que conoceré hoy se agregarán a la lista. Comienzo mi pedaleo con la sensación de felicidad en mi pecho, respiro este aire puro que me hace vivir el presente y disfrutarlo sin más.

El camino en sí ya es hermoso, es campestre rodeado de grandes terrenos verdes, árboles que forman un verdadero túnel en aquellas calles que rodean mi casa, vegetación, flora y fauna hacen que mi corazón palpite más fuerte. Por el camino principal se aprecia una de las maravillas que me hizo tomar la decisión de establecerme aquí; el gran volcán rodeado de un inmenso lago, desde mi casa se aprecia, pues en parte del terreno hay un pequeño mirador que construí antes de comenzar siquiera con los planos de la casa, es una especie de "casa en el árbol" techada, adornada con una silla colgante para dos personas, alfombrada y rodeada de pequeños muebles que contienen algunos libros y sobre ellos velas e inciensos, es pequeña pero tan acogedora que cada vez que puedo me siento a disfrutar de las obras de arte que me regala el cielo con cada atardecer, quisiera algún día disfrutar un amanecer también, pero hasta el momento la pereza ha podido más. Desde algunas partes del camino en pequeños "miradores" se aprecia aún más y es bellísimo, pero nada se compara con la tranquilidad de estar sola en mi "casita del árbol".

Después de algunos kilómetros recorridos me siento en uno de estos "miradores" a desayunar, esta mañana preparé un buen desayuno para disfrutar y eso es exactamente lo que haré. Cada sabor se siente el doble de sabroso, deber ser porque la serotonina está invadiendo mi cuerpo en estos momentos, por fin siento que de alguna manera todo está bien, no hay recuerdos tormentosos, no hay ruidos molestos, no hay gente que perturbe mi paz mental, la que siento justo ahora.

Retomo mi camino, aún hay más que ver y fotografiar, pienso que cuando llegue tendré que hacerme el tiempo de traspasar las fotos de mi celular al computador, ya que el mensaje de "No hay suficiente espacio de almacenamiento disponible" ya comienza a molestarme, he borrado algunas cosas, pero ese mismo espacio que he vaciado lo vuelvo a llenar, amo fotografiar la naturaleza, sobretodo insectos, y con el zoom de la cámara de mi teléfono he tenido tantos aciertos fotográficos, así que efectivamente tendré que llegar a traspasar fotos.

Creo que jamás me cansaré de este lugar, pienso mientras sigo pedaleando, pienso también en mi hermosa casa, la de mis sueños, en el hermoso terreno, mis perros, mi familia y amigos que si bien es cierto están lejos, no han dejado de enviarme buena energía y me han hecho saber cuánto me extrañan ya, estoy tan feliz que podría seguir pedaleando todo el día hasta el cansancio. El viento acaricia mi rostro, las hojas que él mismo ha arrancado crujen al pasar sobre ellas, las aves cantan distintas melodías formando una única canción, las flores colorean el paisaje dándole una chispa especial, los matices del otoño son mis favoritos, no puedo esperar a hacer este mismo paseo un día nublado. Al contrario del normal de la gente, yo disfruto en demasía los días nublados, esos en los que "no se ve un circo a un metro" como diría mi querida tía, esos días que la mayor parte de la población detestaba, yo los disfrutaba más que nada, pero este día soleado tenía su encanto, pues el sol brillaba pero no quemaba, era una sensación cálida, agradable.

Han pasado horas y me he detenido en cada lugar que me parece encantador para fotografiar, calculo que he bajado de mi bicicleta cada dos metros, porque todo me parece maravillosamente bello. Mañana dolerá... Hace mucho que no recorría tanto, para ser honesta ya me estoy cansando, creo que pronto volveré a casa para descansar. Eso creía hasta que frente a mis ojos aparece un hermoso bosque que parece casi virgen o poco explorado. Así como amo la neblina, amo también los bosques, estos aún más, siempre he sentido que mi alma le pertenece al bosque, cada vez que entro en uno me llevo la sensación de haberme conectado con mi esencia y me siento más sabia.

Pienso que quizá debería devolverme, en unas horas oscurecerá, y si sigo bajando de mi bicicleta cada dos metros llegaré mañana. Tal vez debería dejar el bosque para visitarlo otro día, pensé... Pero el viento sopló y como si de magia se tratara juro que vi como los árboles me invitaban a pasar, abriendo espacio ente sus frondosas ramas... Y eso que no he fumado nada, pero de verdad lo sentí. Quizá estoy loca, pero hace tiempo decidí seguir a mi instinto, el que con los años se agudizaba cada vez más, cuando lo ignoraba pasaban ciertas cosas que el mismo instinto me había advertido, esta vez no lo ignoraré, el mismo bosque me está invitando a pasar.

Esto es maravilloso, sin duda este es el hogar de mis sueños.

Esos ojos JaponesesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora