Sorpresa.

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Quería quedarse ahí, justo en ese abrazo, pero debía partir a casa para asegurarse de que sus mascotas estuvieran bien, como ya era costumbre los había encerrado en su habitación. Les costó despegarse de los brazos de la otra, habían pasado diez minutos más desde la última vez que dijo que debía irse, y ya lo decía hace una hora, necesitaban sentirse un poco más, respirar directamente los perfumes de sus pieles, el magnetismo que las unía era tan inexplicable, un misterio sin resolver, uno que ansiaban resolver, el deseo se los pedía, pero sus mentes podían más, hasta ahora.

Suspiró al notar que ya estaba dentro de su auto, debía afrontar la realidad que era volver a su rutina. Solo le preocupaba una cosa; que prácticamente no estaba comiendo casi nada, con tal de evitar a Max encerrada en su habitación. No deseaba irse, pero al mismo tiempo ansiaba llegar a su casa a hacer solo una cosa que la mantenía contenta, ahora cada momento que vivía junto a ella lo escribía en su agenda, eso más los deseos y manifestaciones al universo.

"No quería dejar de abrazarla, siento que la he perdido más veces de las que hemos estado juntas, no quiero que se vaya de mi vida, no quiero perderla, y aunque honestamente me moría por dentro al pensar en cómo sería besarla de nuevo, aún siento el calor de sus labios quemando directamente en mi piel y en mi alma, como si necesitara nuevamente sentirla así de cerca, sé que no puedo, sé que ella no lo hará, pero tengo miedo de mí, de romper nuestro acuerdo, porque no sé si sea capaz de hacerlo, me esforzaré, porque no quiero perderla, realmente no quiero perderla". Dibujó un corazón que pintó de varios colores mientras suspiraba.

Últimamente leía historias de amor en su celular mientras se acurrucaba con sus mascotas, sentía que flotaba en una nube de algodón de azúcar, el romance de la historia era la propia descripción de lo que a ella le ocurría, cada cursilería, mientras más cursi fuera, la identificaba, sentía que iba a explotar y saldría disparada por el techo para seguir flotando en alguna galaxia. Se sentía sonrojada, pero había algo más. Había cierto dolor físico que comenzaba a sentir.

A la mañana siguiente despertó con el ánimo por las nubes, pero su cuerpo dolía un poco, aun así se levantó para comenzar con su rutina, siempre comenzaba preparando el desayuno, tiempo atrás lo hacía para ambos y desayunaban juntos, luego Max se iba a su oficina y ella grababa en su estudio, luego preparaba algo para comer, usualmente preparaba para la cena también, dedicaba tiempo a su casa y a sus mascotas, era muy aplicada en su trabajo y siempre se encargaba de hacerlo a tiempo, eso le daba ciertos beneficios como tomarse algunos momentos, incluso días. Luego esperaba a Max para cenar, a veces veían películas o salían, o simplemente se acostaban a dormir. Pero ahora hacía todo eso sola, evitaba a Max porque sentía miedo y ahora precisamente se estaba sintiendo mal físicamente, eso la abrumaba porque significaba no poder salir, y le gustaba pensar en la idea de encontrarse casualmente con Francisca.

Los días pasaron y su molestia seguía, lo que la hizo reposar en cama, apenas Max se iba llegaba Francisca a preparar algo de desayunar para ella, luego preparaba la misma comida para el almuerzo y la cena, si tuviera más tiempo haría otras cosas, pero debía cuadrar sus tiempos en la veterinaria, estaba recién partiendo y no podía ausentarse demasiado, pero si Akiko lo necesitaba ella lo haría y eso ella lo agradecía, dentro de su mala apariencia intentaba esbozar una sonrisa, pero su palidez y sus ojeras comenzaban a preocupar a Francisca, quien llamó a un médico para que fuera a verla esa tarde, podría cerrar un momento la veterinaria justo a la hora de almuerzo para poder acompañarla y escuchar la opinión del médico.

No fueron muy buenas noticias, porque aparte de un resfriado Akiko presentaba anemia debido a sus bajas defensas y su mala alimentación el último tiempo, pero lo más preocupante era que atravesaba un cuadro depresivo y de ansiedad que la tenía casi al borde del colapso, lo cual requería una semana de descanso para empezar, en su trabajo no había problema alguno, pero en su casa sí, porque no quería que Max se aprovechara de aquello para acercarse más de la cuenta, así que Francisca tuvo que ingeniárselas un par de días para cuadrar sus horarios y alcanzar a cumplir con sus responsabilidades en el trabajo y poder atender bien a Akiko y darle buenos momentos, su cansancio a veces la ponía nerviosa, pero cuidar de ella le gustaba, la consentía en todo lo que podía, solo porque sí, porque esa mirada negra y felina la hacía poner el mundo a sus pies, aprovechaba de almorzar con ella en la cama, para luego quedarse abrazadas un momento, a veces Akiko se dormía y otras solo se quedaba abrazada a Francisca para después no querer soltarla, les costaba y les dolía despedirse, pero la ilusión de verse de nuevo las hacía emocionarse un poco, parecían quinceañeras.

Esos ojos JaponesesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora