¡Te amo tanto!

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Prepararon el desayuno para Jena y los demás y mientras cocinaban, melosamente iban jugando a mancharse la cara con los ingredientes, primero lo hizo Akiko sorprendiendo a Francisca, quien después de reír la tomó dulcemente de la cara para darle un tierno beso que la dejó descolocada, tanto así que no se enteró de las intenciones que tenía su pareja en mente, después de mirarla con amor sonrió maliciosamente dejando manchada su nariz con mermelada de naranja y salió corriendo por la cocina porque sabía que venía la venganza. Akiko corrió tras ella y la alcanzó tomándola de un brazo y acercándose lo suficiente como para amenazarla con el siguiente ingrediente, pero no pudo ante el brillo de los ojos que la miraban y se perdió en ellos mientras sonreía y acariciaba su rostro, ambas que a esta altura parecían un desastre se detuvieron para mirarse y luego reír, lo que empezó como un inocente juego, terminó con ellas riendo fuertemente entre abrazos y caricias de complicidad.

Ninguna de ellas notó la presencia de Jena que las observaba parada en la puerta de la cocina desde hace cinco minutos. ¡Feliz Navidad! Dijo tomándoles muchas fotos, sorprendiéndolas de forma positiva, pero la más sorprendida era ella, al fin veía feliz a su hermana y ese era el mejor regalo que podría recibir ese día. Las tres se abrazaron con entusiasmo para luego terminar la preparación de manera seria.

Se sentaron todos juntos a desayunar y disfrutar del sabor de un buen café. Los amigos de Akiko saldrían de viaje y estarían fuera durante diez días, ellas por su parte planeaban invitar a la familia de Francisca a pasar el día ahí para que conocieran la casa. Y así lo hicieron, dejaron todo preparado para ir a buscarlos y proponerles la idea.

Habían pasado unas horas y ahora todos compartían en la terraza de la dueña de casa, mientras ella pintaba cuadros con las sobrinas de su pareja y jugaban entre ellas como si fueran tres niñas de la misma edad. Francisca quien conversaba con los adultos, la miraba a la distancia con una cara indescifrable, una que se mantuvo casi todo el día y a ratos se perdía con el resto.

Fue una tarde agradable que pasaron integrando a ambas familias que no necesitaban mayor interacción para quererse profundamente. Jena se disculpó para hablar con su marido por teléfono y los demás siguieron en lo suyo hasta que decidieron que era momento de volver, había sido una hermosa tarde con los rayos del sol adornando el lugar y dándoles la calidez de un hermoso día.

Así pasaron los días hasta ser el último en el calendario, las preparaciones para esa noche no se hicieron esperar, decidieron pasarlo en la casa de Akiko debido al espacio y a que solo estaría Jena ahí con ellos, sus amigos seguían de viaje, y era mejor así para todos.

El día transcurrió tranquilo, la casa estaba lo suficientemente ordenada y Akiko ya tenía listo todo para preparar la cena junto a su suegra, a la cual le encantaba la idea de que ella cocinara tan bien puesto que así podrían hacerlo ambas y deleitar al resto con las delicias que prepararían. Para Akiko era importante sentirse parte de ellos, y la inseguridad ya no habitaba en ella, siempre se sentía como en casa con todos, sin fingir ni ser nada más que ella misma, y esa era la razón principal por la que todos ya la querían y porque en el fondo sabían que era una bella persona, y ver al fin a Francisca feliz de compartir con su amor, era simplemente un espectáculo a sus ojos.

El sol pegaba fuerte invitándolos a la piscina, donde pasarían el resto del día hasta poder prepararse para la celebración nocturna. Las sobrinas de Francisca nadaban en la orilla con sus flotadores, disfrutando del veraniego día, su cuñado leía un libro sentado en el patio mientras cuidaba de las niñas, su hermana conversaba con Jena y su madre estaba tejiendo sentada disfrutando de un refresco. Ella y Akiko se metieron a la piscina junto a las niñas e inventaron mil juegos para pasar la tarde, el agua las hacía felices y les regalaba risas que las hacían sentirse llenas de felicidad, llenas de dicha y de amor. Cuando Akiko interactuaba con las niñas, nuevamente aparecía esa mirada en Francisca, la que la intrigaba de sobremanera, no dejaba de ver el brillo y el amor en ellos, pero había algo más.

Esos ojos JaponesesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora