Hubo completo silencio durante tres días seguidos en la casa donde hace días atrás hubo distintos tipos de excesos; de alcohol, de rabia, de celos, de palabras hirientes, de golpes, de humillaciones. Donde hace tres noches se quebró otro celular y un alma que ya venía algo rota.
Al cuarto día, temprano, muy temprano Akiko abrió los ojos, porque veía lo que al parecer era producto de su imaginación, algo que no veía hace años, y eso era Max caminando hacia ella con un chocolate y un ramo de inmensas rosas, a ella le gustaban las rosas, las flores en general, pero pensaba que era un delito arrancarlas para que luego murieran en un recipiente de vidrio, donde inevitablemente se pudrirían, para luego, sí o sí terminar en la basura. Por eso tenía muchas plantas en su casa, tanto dentro como fuera de ella.
Años atrás ese gesto la habría enamorado en cuestión de segundos, para luego terminar en un abrazo eterno y algo más, las flores en el florero y ambos comiendo chocolate, pero ni en fantasías podía lograr algo tan simple en una pareja, puesto que Max no soportaba el chocolate.
El caso es que hoy, tres días después de que ese hombre, que en esos momentos parecía totalmente arrepentido, quien incluso parecía inocente de toda culpa, quien pareciera no haber hecho nada, absolutamente nada. Sus penetrantes ojos azules miraban con arrepentimiento a los ojos de la mujer que aún no asimilaba lo que veía.
Esos escasos segundos en que ambos se miraban desde distintos lados de la habitación parecieron eternos. No sabía qué hacer, se sentía sola y vulnerable, los últimos tres días parecía haber perdido más peso y haber aumentado la sombra negra bajo sus ojos, esa que ya no abandonaba su rostro. Se sentía sola con sus pensamientos, y eran tantos que no sabía cómo ordenarlos. Llevaba tres días aborreciendo al hombre que dormía a su lado, tres días infernales en los que solo se limitaba a dormir y alimentar a Akari y Tora, quienes parecían comprender el estado de ánimo de su dueña, porque no la abandonaron ningún minuto. Akari movía su cola como tratando de animarla de alguna manera, y Tora se posaba en su pecho, mirándola directamente a los ojos y comenzaba a ronronear, a ratos amasaba la zona sin abandonar el ronroneo. Como si de alguna forma quisiera quitar esa opresión del pecho de la deprimida y ojerosa mujer.
Imaginaba tener la fuerza suficiente como para patear esas flores, y por qué no, el rostro de quien las sostenía, pero otra parte de su mente pensó que si mostraba el más mínimo grado de rencor o algún sentimiento negativo de su parte, podría encontrarse nuevamente con la frialdad de sus manos en su cuerpo, sabía que esa era la forma de él de pedir perdón, y era irrisorio pensar en que si se negaba le haría daño nuevamente, porque se supone que estaba arrepentido, que le estaba pidiendo perdón y que no lo volvería a hacer ¿verdad? No quería, definitivamente no quería pasar por eso nuevamente. No se dio ni cuenta cuando él ya estaba a su lado, ella no tuvo más remedio que fingir una agradable sonrisa, la cual por dentro la estaba matando. Él dejó los regalos y le besó la frente, ella se erizó por completo, y no porque el beso haya avivado las extintas llamas de su pasión, sino que sentía miedo, ese miedo que no había abandonado su cuerpo desde hace tres días, ese que cada vez que escuchaba acercarse a Max, volvía a erizar su piel.
Desayunaron juntos en la cama, él la miraba y pensaba, abría su boca como si quisiera dar un discurso, luego volvía a cerrarla y a comer algo o beber un sorbo de café, así lo hizo varias veces, hasta que, decidido tomó una de las manos de la mujer que sostenía una taza de café y miraba por la ventana de la habitación, afuera parecía hacer un buen día, dentro de su casa no, solo contaba los minutos para que él se fuera rumbo a la oficina. Pero tuvo que aguantar, al menos varios pares de minutos más.
-Akiko, sé que te he dañado y no quiero, realmente no quiero. Dijo con los ojos llorosos y suspirando profundamente.
Cuando ella pensó que el discurso de aquel hombre sería de un arrepentimiento absoluto en el que asumiría la culpa, le pediría perdón, estaría consciente del daño provocado y se iría de su vida para dejarla avanzar, algo así esperaba escuchar ella, Se encontró con algo totalmente distinto.
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Esos ojos Japoneses
RomanceUna mujer deja atrás su pasado para rehacer su vida, cambiando en todo sentido, incluso su rumbo. Su nuevo destino le trae esperanza, quizá aquí conozca a quien podría ser su alma gemela Solo sabe que está dispuesta a vivir nuevamente.