Vivir en un estado de bienestar, colmado de amor y una desbordante alegría, representaba el anhelo compartido por toda la humanidad. Alcanzar una existencia impregnada de una paz extraordinaria era el deseo que unía a todos, y esto, se creía, podía lograrse a través de la muerte, un tránsito hacia el cielo.
Cuando el aliento abandona el cuerpo y el alma se desprende, es sometida a juicio en el tribunal de las almas, donde jueces imparciales deciden si uno es merecedor de acceder al buen lugar, el anhelado cielo, o si ha de ser destinado al mal lugar, donde perecer y padecer por toda la eternidad.
En el cielo, al llegar, un ángel perteneciente a la legión de los diez valores aguarda para recibir a cada alma. Dependiendo de cómo haya sido su comportamiento en vida, será recibida por el ángel que encarne la virtud que prevaleció en su existencia: la justicia para quienes se condujeron con rectitud, el amor para quienes cultivaron la compasión y así sucesivamente.
En contraposición, aquellos destinados al infierno son recibidos por los demonios más temidos y reconocidos en todo el mundo, los siete pecados capitales. Como en el cielo, el pecado que más definió la vida de la persona será el que la reciba en el abismo.
Este decreto establecido por Dios, el ser más poderoso del universo, tiene como propósito despertar la conciencia de las acciones en las personas, guiándolas hacia un camino de bondad y rectitud.
No obstante, la historia que nos compete se centra en el ángel de la bondad, cuya figura reposa serena en una colina cubierta por una manta verdosa, decorada con una multitud de flores de diversos colores. Desde allí, observa con calma la llegada de su hermano, el ángel de la honradez.
-Llegaste --Musita con tranquilidad, recibiendo al castaño con una sonrisa cálida, y lo invita a tomar asiento a su lado.
-Hoy recibí a tres almas muy especiales. -Comenta el ángel de la honradez con regocijo, sus ojos mielosos brillando como el reflejo del sol sobre las nubes que danzan en el horizonte. En la lejanía, entre las construcciones humanas, se vislumbran destellos de luz.
El ángel de la bondad le sonríe, dejándose envolver por la contagiosa alegría de su hermano al recibir a las almas en el reino celestial.
-¿Y fueron amables contigo, Seokjinnie? -pregunta con curiosidad.
El mencionado asiente, sosteniendo la mano de su hermano menor con una delicadeza que solo los seres divinos pueden comprender plenamente.
-Eran tres criaturas tan bellas, un trío en el que destacaba una pequeña de apenas cuatro años cuyo encanto y dulzura eran absolutamente cautivadores. -Y esto provocó un chillido de alegría en el ángel rubio. La sonrisa de este último se expandió, formando dos media lunas en sus ojos mientras sus mejillas adquirían un matiz carmesí.
-Me alegra que haya sido así. Estoy realmente complacido. -Expresó, dejando que su satisfacción se manifestara plenamente.
El ángel castaño asintió, abrazando con cariño a su hermano menor. Para ellos, recibir almas puras y bondadosas en abundancia en el cielo era una auténtica bendición. Sin embargo, para otros, contemplar esta situación podría resultar inquietante, especialmente al notar que la mayoría de estas almas eran niños, algunos que aún no habían nacido y otros con apenas unos pocos años de vida.
Los ángeles los recibían con cálidas sonrisas, otorgándoles grandes bendiciones que se multiplicarían a lo largo de su estancia en aquel lugar divino.
-Dime, Jiminshi -llamó el ángel, dirigiendo su atención hacia su hermano-. ¿Has recibido a alguien últimamente?
El rubio hizo un pequeño puchero, sus ojos se desviaron hacia el horizonte, donde el sol se ocultaba tras las montañas de la tierra baja.
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Nuestra historia entre tus dedos ‹𝟹 Kookmin ; 국민
FanfictionDonde JiMin es el ángel de bondad, siendo una criatura muy curiosa, decide bajar hacia el mundo de los humanos para observar de cerca su extrañas danzas. Se topa con el demonio de la lujuria, lo que solo provoca que entre ambos una conexión crezca...