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Después de haber acompañado al joven pelirrojo a la oficina del Dr. Kang, Jimin consultó la hora en su teléfono y se dio cuenta de que era el momento de realizar su ronda de atención a los pacientes. Era una parte fundamental de su trabajo como médico, verificar el progreso y el bienestar de aquellos que confiaban en él para su cuidado.

Comenzó con una mujer que había pasado por una cesárea, examinando con atención tanto su salud como la de su bebé recién nacido. La sonrisa de alivio de la madre al recibir buenas noticias iluminó la habitación, y Jimin no pudo evitar compartir su alegría.

Luego se dirigió al paciente con el que había estado durante una cirugía de apendicitis, asegurándose de que su recuperación estuviera en curso sin complicaciones. La satisfacción de verlo recuperándose de manera constante lo llenó de gratitud por su profesión.

Continuó con un niño de nueve años que estaba lidiando con fiebre y vómitos. Su rostro tranquilo se iluminó cuando Jimin le aseguró que pronto se sentiría mejor y podría volver a ser un niño activo.

Sin embargo, la última parada de su ronda siempre era la más desafiante emocionalmente. Jimin visitó la habitación de Jungkook, su paciente especial, pero también alguien que tenía un lugar especial en su corazón. Lo dejaba para el final deliberadamente, consciente de que si lo veía primero, su mente estaría en otro lugar mientras atendía a los demás pacientes.

Jungkook era como un torbellino en su vida, capaz de moverlo de maneras que nadie más podía. Pero también estaba lidiando con un dolor que se negaba a desaparecer. No había una razón lógica para su malestar, pero no podía evitar sentirlo.

Mientras revisaba a Jungkook, la lucha interna de Jimin se hacía evidente. Intentaba concentrarse en su salud, pero su mente seguía regresando a la imagen de aquel chico castaño claro. Se recordaba a sí mismo que ese chico podría ser solo un amigo de Jungkook, pero cada vez que lo repetía, sentía que una daga le atravesaba el corazón. Porque, en el fondo, temía que Jungkook ya tuviera a alguien más en su vida, y ese chico fuera precisamente la razón de su dolor.

—¿Te encuentras bien? —Jungkook no pudo evitar sentir preocupación por su doctor mientras observaba a Jimin más serio y reservado de lo habitual. Algo en su actitud había cambiado, y estaba decidido a averiguarlo.

A pesar de que Jimin apenas le había dedicado una mirada, la sombra de preocupación en su expresión no pasó desapercibida para Jungkook. Había un cambio en el ambiente entre ellos, y eso lo inquietaba.

Jimin se tomó un momento antes de responder, su mirada perdida en el registro de signos vitales que sostenía en su mano.

—Me siento bien —respondió finalmente, aunque su tono no era del todo convincente.

Jungkook entrecerró los ojos, su intuición le decía que había algo más detrás de esas palabras.

—No parece que estés bien. ¿Sucede algo?

Jimin dejó escapar un suspiro, sus labios rosados se fruncieron levemente mientras escribía los datos en el portafolio médico. Luego, se acercó a Jungkook con cautela y examinó los raspones en sus rodillas y muñeca.

—Están sanando. Namjoon me ha comentado que has estado compartiendo más en tus sesiones psicológicas. Es un gran paso, y eso podría significar que en breve podrías recibir el alta del hospital —dijo Jimin con voz suave, su atención centrada en su paciente.

Los ojos avellanas de Jungkook buscaron con intensidad la mirada de Jimin, pero este evadía su mirada. Sentía que había algo más que Jimin no estaba diciendo.

—Jimin, sabes que no puedo mentirte. Hay algo que no estás compartiendo. Si algo me preocupa, es verte así de distante —insistió Jungkook, buscando una respuesta sincera.

Nuestra historia entre tus dedos ‹𝟹 Kookmin ; 국민Donde viven las historias. Descúbrelo ahora