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Sus sonrisas iluminan la habitación, mientras el sonido de sus risas se mezcla en armonía. Ambos yacen en la cama de Jimin, entrelazando sus manos mientras se abrazan con una alegría inmensa. En ese momento, son completamente felices y satisfechos; era algo que realmente necesitaban.

Después de disfrutar de un delicioso almuerzo, la madre de Jimin les sugirió que pasaran tiempo a solas mientras ella se iba de compras con Rosé. Quizás fuera un plan para darles privacidad, pero en realidad, a ella no le importaba. Solo deseaba que disfrutaran de su tiempo juntos al máximo.

Jimin se recuesta sobre el pecho de su pareja y le lanza una mirada juguetona, mientras Jungkook acaricia con ternura su espalda baja, ambos sonriendo cómplices. Inician un beso suave, sus labios apenas se mueven, rozándose con delicadeza. El castaño se atreve a morder con suavidad el labio inferior del rubio, arrancándole un pequeño gemido. Jungkook aprieta la cintura de Jimin, mientras este toma las mejillas del castaño, profundizando el beso con pasión.

Su amor se manifiesta en cada beso, que parece un susurro en la noche. Se tocan con cariño, demostrando que el afecto físico es igual de importante. Sus almas están inextricablemente unidas, ya sea debido a una maldición o no, están destinadas a estar juntas, y eso se hace evidente en cada gesto y caricia compartida en ese mágico momento.

El instante en que sus labios se separaron, sus miradas se encontraron con un amor inmenso y genuino. Las sonrisas que compartieron eran como destellos de felicidad en la penumbra de la noche.

Jungkook, con ternura, acarició la mejilla de su amado, la cual estaba adornada por miles de pecas que parecían diminutas estrellas, realzando aún más su belleza angelical. Jimin respondió a esa caricia con una mirada que irradiaba vida y alegría, sus ojos verdes brillando con intensidad.

—Te amo más de lo que puedas imaginar... —susurró Jungkook con una voz suave y cálida, como si esas palabras fueran un secreto compartido solo entre ellos, un pacto de amor eterno que hacía que el corazón de Jimin latiera con fuerza.

El ángel sonrió ampliamente, sus mejillas rosadas por la emoción, y sus ojos se entrecerraron en una expresión tierna y apenada.

—También te amo, Jungkookie —susurró Jimin antes de sellar sus palabras con un dulce beso en los labios del moreno, un gesto que hizo que su sonrisa se ampliara aún más.

El ambiente romántico persistió a su alrededor mientras se besaban apasionadamente, como si estuvieran sumergidos en un mundo de amor propio. Cambiaron de posición, pero la conexión entre sus almas seguía siendo tan intensa como siempre.

Fue en ese momento que Jang Nara, la madre de Jimin, llegó con su hija menor. Al ver a la pareja dándose besos, decidió darles privacidad y cerró la puerta discretamente, dejándolos a solas en su amoroso rincón. Era un gesto que hablaba del profundo apoyo y cariño que sentía hacia la relación de su hijo, permitiéndoles disfrutar de su amor en la intimidad.

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Una semana había pasado desde aquel día especial, y Jimin se encontraba en uno de los balcones del hospital. Una sonrisa iluminaba su rostro mientras observaba un enorme árbol de Navidad que se alzaba majestuosamente en la plazoleta del edificio. La Navidad se acercaba, y este año sentía una felicidad que superaba a cualquier otro año anterior.

Recordaba las Navidades pasadas, momentos en los que había tenido que trabajar incansablemente, llegando a casa solo para dormir, sin poder compartir tiempo de calidad con su madre y su hermana. Eso había sido una fuente de dolor para él, a pesar de sus intentos de compensarlo con lujosos almuerzos y regalos extravagantes. Sabía que nada podía igualar la sensación de pasar una noche de Navidad con su familia.

Nuestra historia entre tus dedos ‹𝟹 Kookmin ; 국민Donde viven las historias. Descúbrelo ahora