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Meterse en los problemas de los humanos es una ley que no debe romperse.

Por ningún motivo o circunstancia.

Todos los seres especiales saben perfectamente esa regla, tanto ángeles como demonios. Todos las deben acatar. Sobre todo aquellos que son los líderes, como Dios y ahora, Min Yoongi.

Ser ahora prácticamente el amo de las tinieblas trae sus puntos buenos como malos, pero más buenos que malos. Puede simplemente saltarse alguna de sus tareas y ordenar que alguno de sus subordinados la hagan, crear nuevas leyes en el inframundo, puede salir más a menudo sin que nadie le esté diciendo nada y ahora es más poderoso, lo cual lo llena de pereza.

Lo malo es que, ya no es un pecado capital por obvias razones, mantiene recibiendo mucho trabajo, debe buscar un nuevo reemplazo para su antiguo cargo, debe ver que los castigos que se emplean a la gente pecadora en su tierra sea lo suficientemente cruel para enseñar lecciones, ya sea mentales o físicas.

No es que él sea un desalmado, es lo que su trabajo le exije. O al menos eso quiere pensar y hacerle creer a su novio pelirrojo.

—Debes dejar de aparecer así, un día de estos vas a matarme de un susto —El demonio escucha a Hoseok hablar mientras está sentado en su cama, leyendo un libro en total silencio.

Le causa una risa ligera, lo mismo le decía su hermano.

Casi no visita a Jungkook porque, cuando quiso hacerlo, lo escuchó teniendo relaciones sexuales con Jimin.

No lo juzguen, él simplemente no quiere escuchar como su hermano le destruye la cola al rubio. (Por cierto, el cual es muy resistente).

—¿Ya estás libre de todo? —le pregunta nuevamente Hoseok. Yoongi asiente y se hace a su lado, dando una barrida visual del contenido que su chico está leyendo.

—Es mucho trabajo pero no me quejo, tengo tiempo para verte, mi lindo Perséfone.

El pelirrojo suelta una risa que pronto contagia a su demonio. Sus brazos se extienden hacia el cuello de su pálido, que rápidamente lo captura entre sus brazos, al igual que sus labios se tocan con suavidad y lentitud, transmitiendo en cada chasquido, en cada suave golpe de labios su amor. Pronto, Hoseok terminaría encima a horcajadas de Yoongi, acariciando con suavidad los cabellos plateados que caían sobre la nuca de su amor mientras se siguen besando con lentitud. Las manos pálidas pero expertas del demonio recorren la espalda baja del moreno y terminan en su trasero, apretándolo con ligera fuerza, amasando y haciendo pequeños movimientos que logran que ambos rocen sus intimidades, haciéndolos gemir en la boca del otro.

—Déjame montarte, por favor...

Los ojos púrpuras del demonio brillaron con intensidad, como siempre lo hacían cada vez que él veía a su chico sonrojado. Sonrió ladino y apretó las nalgas del moreno, haciéndolo gemir en su propia boca.

—¿Lo mereces? ¿Has sido un chico bueno?

—U-uno muy bueno —responde casi que enseguida el pelirrojo, mirando a su chico como un cachorro desamparado—. Siempre te espero todas las noches, y te hago sentir bien cuando estás cansado.

—Entonces simplemente hazlo, basta de palabras —el demonio corta, atacando los labios delgados de su chico esta vez con algo más de hambre, arrancándole gemidos pobres que logran estimular la excitación entre ambos.

Con movimientos lentos, ambos se fueron despojando de sus ropas. Hoseok estaba tan esmerado en besar a Yoongi, que cuando sintió que lo quería dentro, comenzó a preparar su entrada para poder recibir gustoso al demonio. Pararon la sección de besos, los dedos ágiles del moreno comenzaron a moverse rápido sobre su interior, arrancándole gemidos mientras veía fijamente a Min Yoongi, quién también se masturbaba al mismo tiempo que él.

Nuestra historia entre tus dedos ‹𝟹 Kookmin ; 국민Donde viven las historias. Descúbrelo ahora