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La oscuridad de la estancia envolvía a Jungkook, su percepción del tiempo se desvanecía mientras sus cabellos negros caían como sombras sobre la almohada. Sus ojos, cual centinelas, permanecían fijos en el lienzo blanco del techo.

Un susurro ronco emergió de las profundidades de su vientre, un eco hambriento que clamaba por sustento. Sin embargo, una extraña contradicción habitaba en su interior, pues temía satisfacer ese llamado, consciente de que sus entrañas podían rebelarse y rechazar lo que ansiosamente anhelaba.

Las manos de dimensiones poderosas y rudas, se aferraron a su propio abdomen como guardianes de un secreto incómodo, luchando contra el impulso de ceder ante su apetito voraz.

La puerta de su refugio se entreabrió, permitiendo que un haz de luz proveniente del pasillo se infiltrara en el espacio sombrío. Los ojos avellana de Jungkook, cual observadores cautelosos, se posaron en la figura de Jimin que ingresaba portando un portafolio de asuntos inescrutables y a su lado, un carrito portando los elixires que sostenían su frágil existencia.

Los iris esmeralda del recién llegado se entrelazaron con los de su paciente, y un arco de júbilo danzó en sus labios formando un compás alegre.

—¿Estás despierto? Es muy tarde para eso, debes estar cansado... —Sus palabras fluyeron como notas de una melodía comprensiva mientras se aproximaba a la máquina de pulsaciones, cuyos destellos digitales reflejaban la constante danza de vida en el interior de Jungkook.

—El insomnio se ha adueñado de mí. —Las palabras de Jungkook escaparon, revelando una vulnerabilidad diferente a la usual "deseo estar solo" que compartía con su cuidador.

—¿Insomnio? — Jimin alzó una ceja, su voz era una caricia matizada con preocupación. —Podría administrarte melatonina, para que encuentres el camino al sueño de manera más pronta.

Jungkook rechazó la oferta con una negación suave, como un danzón de hojas al viento. Jimin, en respuesta, ladeó la cabeza en un gesto de confusión, sus ojos reflejando un enigma por descifrar. Entre ambos, un juego de incomprensiones silenciosas se entrelazaba en el aire.

Con mano diestra, Jimin tomó las riendas de la rutina médica, suministrando con meticulosidad las dosis prescritas, trazando con caligrafía minuciosa las anotaciones correspondientes. En el trasfondo de aquella coreografía farmacológica, los ojos de Jungkook eran la constante, inquebrantables y enigmáticos, una lente que escrutaba el teatro de acciones con un misterio inquietante.

—¿Estás seguro de que no deseas la melatonina? —las palabras de Jimin, un susurro titubeante, resonaron en la atmósfera cargada. Un rubor de desconcierto tiñó sus mejillas al sentir la delicada caricia de la piel de porcelana de Jungkook sobre su mano. El contacto, como un relámpago cálido en la penumbra, fue una revelación inesperada, desconcertante.

La mirada de Jungkook, intensa y penetrante como el haz de un faro en la oscuridad, acechaba con una intensidad que desconcertaba a Jimin. Era una mirada que removía las capas de su autocontrol, dejando al descubierto sus propias vulnerabilidades.

—Estaré bien —las palabras del moreno resonaron con una calma que contrastaba con el huracán emocional en sus ojos. —He tenido insomnio durante muchos años.

Un rastro de risa, apenas un eco, escapó de los labios de Jimin, una melodía fugaz que se fundió con el ambiente.

—Jungkook, aunque tengas treinta años, aún eres joven en el viaje de la vida —Jimin respondió, su tono empapado de complicidad y sabiduría encantadora. La sonrisa ladina de Jungkook, un destello de tristeza hábilmente velado, como una flor en sombra, completó el lienzo de ese instante.

Nuestra historia entre tus dedos ‹𝟹 Kookmin ; 국민Donde viven las historias. Descúbrelo ahora