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Los chasquidos de saliva y el suave roce de sus labios llenaban la íntima atmósfera de la habitación de Jungkook. Sentados en la cama, uno al lado del otro, sus manos se entrelazaban con ternura mientras sus labios se encontraban en un beso dulce y apasionado.

Desde aquel primer beso que compartieron, nunca más habían dejado de besarse. Era como si sus bocas hubieran encontrado su lugar natural en la otra, una perfecta armonía de labios y lenguas que se buscaban con anhelo.

Nunca imaginaron que aquel primer beso llevaría a esto, a una pasión que había sobrevivido a través de los siglos. Habían compartido este amor a lo largo de quinientos años, encontrándose y perdiéndose en cada vida que vivieron, pero el lazo que los unía siempre permaneció inquebrantable.

Ahora, en esta vida, habían vuelto a encontrarse y habían caído en los brazos del otro con la misma intensidad que habían sentido en su primer beso hace siglos atrás. Sus almas se reconocían mutuamente, como si estuvieran destinadas a estar juntas por toda la eternidad.

Mientras sus labios se separaban brevemente para recuperar el aliento, se miraron el uno al otro con ojos llenos de amor y complicidad. Sabían que habían encontrado algo raro y precioso, algo que trascendía el tiempo y el espacio.

El sonido de la puerta al abrirse resonó en la habitación, y Jimin y Jungkook se separaron con rapidez, cada uno arreglando su apariencia en un intento por parecer lo más natural posible. Jimin se puso de pie y se ajustó la ropa y el cabello, mientras que Jungkook se sentó en su cama, tratando de ocultar su pequeña reacción.

—¿Es aquí? —preguntó una voz masculina, y una mujer confirmó con un asentimiento. Pronto, un hombre de cabello blanco entró en la habitación, pareciendo una versión mayor de Jungkook.

Jimin le saludó con una reverencia y una sonrisa amable. —Buenos días. ¿En qué le puedo ayudar?

Sin embargo, la atmósfera cambió drásticamente cuando Jungkook quedó mirando al hombre con horror, sus manos aferrándose a las sábanas mientras su cuerpo se alejaba instintivamente. Jimin percibió la tensión en su chico y observó con atención la interacción entre los dos.

El hombre de cabello blanco miró a Jungkook y alzó una ceja con expresión desafiante. —¿De ti? No necesito nada. Jeon Jungkook, con que aquí estabas, maldito idiota —con una voz rasposa, se acercó al castaño y lo sujetó del cuello de su bata hospitalaria. —Con que aquí te estabas escondiendo, más te vale que vayas sacando dinero para el arriendo de tu apartamento, la vieja esa está pidiendo el dinero desde hace una semana y créeme que acostarme con ella no salda la cuenta.

El olor a alcohol impregnó el aire, y Jungkook frunció el ceño mientras apretaba las sábanas con las manos. Observó con horror cómo su padre se acercaba, tratando de alejarse de su aliento a medida que el hombre hablaba.

Jimin intervino, intentando mediar en la situación. —Señor, le pido que por favor elija sus palabras con más cuidado. Jungkook está en proceso de recuperación y...

Tú no te metas maricón.

El hombre le gruñó y lo empujó contra la pared más cercana, haciendo que Jimin perdiera el equilibrio y cayera al suelo. Antes de que pudiera recuperarse, Jungkook se puso de pie con furia y empujó a su padre por los hombros, interponiéndose entre él y Jimin, protegiéndolo con determinación.

—No lo trates así. No te atrevas a meterte con él, Gong Yoo —dijo Jungkook con voz firme, su mirada llena de enojo y desafío.

El ambiente se tensó aún más, la energía eléctrica en el aire era palpable. Jimin se puso de pie lentamente, su expresión preocupada mientras observaba la confrontación entre Jungkook y su padre.

Nuestra historia entre tus dedos ‹𝟹 Kookmin ; 국민Donde viven las historias. Descúbrelo ahora