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La mañana del lunes llegó sorprendentemente rápido para Jungkook. Se despertó en su cama de hospital y se preparó para el día. Durante la última semana, las comidas le habían sido servidas por la enfermera, y aunque no necesitaba supervisión, disfrutaba de la rutina de alimentarse nuevamente.

Su estómago se había adaptado a la comida, lo cual le daba un gran alivio. A menudo, se sentaba junto a la ventana para observar a las personas que pasaban. Otras veces, se recostaba en el sofá de su habitación, inmerso en una lectura. En ocasiones, salía a dar paseos por el jardín del hospital con su amante, Jimin.

Oh, Jimin...

A pesar de haber pasado solo dos días desde su última reunión, lo extrañaba. Sabía que no debía ser tan dramático, ya que había pasado mucho más tiempo sin verse antes. Pero en ese momento, Jungkook estaba leyendo junto a la ventana, sintiéndose inspirado, con una sonrisa radiante en el rostro, sin entender la razón detrás de su alegría.

Había estado discutiendo con Yoongi y el ángel Seokjin sobre cómo y dónde llevar a cabo el ritual. Finalmente, acordaron hacerlo en su propio departamento, aunque con el pequeño inconveniente de que su padre aún vivía con él. No lo había visto ni había oído hablar de él, y, francamente, prefería que siguiera así. Jungkook se sentía incómodo cerca de su padre, por alguna razón, le recordaba a su verdadero padre, Satanás.

No era que le tuviera miedo; más bien, lo respetaba, pero al mismo tiempo, deseaba mantenerlo alejado. En su mente, planeaba que una vez que saliera del hospital, iría directamente a la estación de policía para denunciar a Gong Yoo y asegurarse de que pagara por todo el sufrimiento que le había infligido a lo largo de los años, agravando sus traumas existentes.

La puerta se abrió, y Jungkook se volvió hacia ella. Su ángel, el amor de su vida, su amante y su médico, entró con una hermosa sonrisa en sus labios rosados y carnosos.

—Jungkookie, ¡hola! —exclamó Jimin.

—Jiminnie...

Ambos se sonrieron, y el castaño corrió hacia su rubio, envolviéndolo en un cálido abrazo, girándolo y riendo de felicidad al verse de nuevo.

Sin prestar atención ni siquiera a la mochila que el doctor llevaba consigo, Jungkook comenzó a dar vueltas en su lugar con su amante pecoso en brazos, logrando arrancar risas de él y provocando que le diera pequeñas palmadas para que lo soltara.

—¡Paraaa~! Vas a hacer que caigamos ambos —el rubio se aferró al cuello de su chico, riendo.

Jungkook pronto decidió bajarlo entre risas, incapaz de resistirse por más tiempo. Acarició las mejillas adornadas con pecas de su amado y lo atrajo hacia su propio rostro, regalándole un beso apasionado pero a la vez dulce.

El beso continuó, una danza de labios ansiosos que expresaban el amor y la pasión que habían estado guardando durante esos dos días separados. Jungkook se perdió en el sabor y la calidez de los labios de Jimin, mientras que Jimin respondió con la misma intensidad, sus dedos acariciando suavemente la nuca de Jungkook.

El mundo exterior desapareció por completo mientras estaban inmersos en ese beso ardiente. El tiempo pareció detenerse, y solo existían ellos dos en ese pequeño rincón del hospital. El deseo y la conexión entre ellos crecían con cada segundo que pasaban juntos.

Finalmente, se separaron, con sus frentes apoyadas una contra la otra, jadeantes y sonrojados. Jungkook acarició la mejilla de Jimin con ternura antes de susurrar:

—Te he extrañado tanto, Jiminnie.

Jimin sonrió y le dio un suave beso en los labios.

—Yo también, mi amor. He venido con buenas noticias.

Nuestra historia entre tus dedos ‹𝟹 Kookmin ; 국민Donde viven las historias. Descúbrelo ahora