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Dos orbes púrpuras, enigmáticas y observadoras, se fijaban en Jungkook desde las sombras. Su hermano, el demonio que lo visitaba en las noches, se deslizaba silenciosamente, casi imperceptible, alrededor de él. El joven permanecía en posición fetal sobre su cama, absorto en la luz plateada de la luna que se filtraba por la ventana. El hambre no tenía cabida en su existencia, dejando desiertos los platos de desayuno, almuerzo y cena.

La desesperación lo consumía; deseaba que su propia muerte llegara antes de presenciar la pérdida de Jimin una vez más. Un trauma persistente se aferraba a su interior, culpándolo sin piedad por los acontecimientos que llevaron a la tragedia. El destino cruel había cruzado sus caminos en aquel bosque, y Jungkook se veía atormentado por la culpabilidad de haber sido descubiertos, de haber sido víctimas de una maldición impuesta.

El agarre sobre las sábanas limpias era firme, una mezcla de fragilidad y resistencia. El aroma a medicamentos impregnaba la habitación, llevándolo al borde del delirio; siempre había rechazado el ambiente hospitalario. Un suspiro escapó de sus labios cansados, deseando descansar los ojos, pero la puerta se abrió de repente, iluminando el pasillo y reflejando su molestia.

Quizás era esa enfermera feliz de siempre, pero en ese momento, Jungkook solo quería estar solo con sus demonios internos.

El silencio de la habitación fue interrumpido por una voz única, una voz que destilaba confianza y misterio. -Buenas noches, señor Jeon -pronunció el intruso con su tono grave, envolviendo cada palabra en un halo de misterio.

Jungkook se sobresaltó ligeramente, frunciendo el ceño mientras giraba su mirada hacia aquel hombre alto y enigmático que vestía una bata. Sus rasgos morenos y el cabello pelinegro, oscuro como la noche misma, lo hacían destacar en la penumbra de la habitación.

-Buenas noches -respondió Jungkook, manteniendo la guardia alta pero sin mostrar temor.

El recién llegado facultativo, cuya tarea se centraba en el bienestar de Jungkook, adoptó una postura desenfadada apoyándose en la pared adyacente a la ventana. Esta posición estratégica permitió que sus ojos se cruzaran con los del joven, ofreciendo una vista más franca y detallada de su rostro.

Sin embargo, Jungkook apenas le concedió una mirada pasajera, la presencia del médico no lograba suscitar su interés en lo más mínimo.

-Permítame presentarme, soy el doctor Kim Namjoon, especialista en psicología, y este marcará el comienzo de nuestras sesiones, Jungkook.

El pronunciamiento del psicólogo provocó que los ojos de Jungkook se abrieran con sorpresa. Acomodándose con mayor solidez en el borde de su cama, dejó escapar una expresión facial que reflejaba perplejidad.

-¿Sesiones? ¿Un psicólogo? Mis disculpas, pero puedo afirmar con certeza que no requiero de tales servicios.

Mientras el intercambio verbal tenía lugar, Namjoon se encontraba absorto en su propio mundo, garabateando algunas notas en su portafolio. Ignoraba con soberana indiferencia la contestación de su paciente.

-¿Has comido algo?

El hombre de cabello oscuro inclinó su cabeza ligeramente, fijando sus ojos en él con una mezcla de desconcierto y curiosidad.

-¿Prestaste atención a mis palabras? -susurró, su tono llevando consigo un matiz de renuencia. -No necesito tu ayud-

-No importa si lo admites o no -interrumpió Namjoon, elevando la vista de su portafolio para encontrarse con la mirada de su paciente. Su expresión destilaba una comprensión empática. -Tu actitud distante solo aleja a cualquiera que intente conectarse contigo, empezando por el doctor Park, quien se encuentra a cargo de tu cuidado.

Nuestra historia entre tus dedos ‹𝟹 Kookmin ; 국민Donde viven las historias. Descúbrelo ahora