ʚ 09 ɞ

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Jungkook despertó con un sobresalto, emergiendo de un profundo sueño que lo había abrazado con fuerza. Su cuerpo yacía tendido en el exuberante césped, bañado por la luminosidad del sol que llegaba hasta sus ojos castaños, lastimándolos con su resplandor.

Con cuidado, se incorporó, sintiendo un dolor punzante en la cabeza que lo hizo llevarse la mano a la sien. Aun estaba junto al precipicio, al lado del antiguo manzano, y frente a él, el cuerpo inerte de Jimin yacía sin vida.

Sus ojos se abrieron desmesuradamente, y sus piernas lo impulsaron hacia el lugar donde reposaba su amado. Lo tomó entre sus brazos, constatando con desesperación que su corazón ya no latía.

-No... mi ángel, no... -susurró sollozante mientras acariciaba el rostro salpicado de pecas del ser que consideraba divino. La piel de Jimin estaba fría, pálida, distinta.

Los labios que solían ser de un vibrante carmesí, ahora se mostraban en un tono mortecino, morado.

Abrazó con fuerza el cuerpo inerte de su amado, ocultando su rostro en el cuello inmóvil y derramando lágrimas desconsoladas.

Un sentimiento de culpa comenzó a apoderarse del corazón de Jungkook, a medida que la maldición que los perseguía cobraba fuerza. Se culpaba a sí mismo por lo ocurrido, ignorando las palabras que Jimin le había dicho antes de partir.

Finalmente, se puso de pie, acomodando el cuerpo sin vida de Jimin junto al antiguo manzano. Lo contempló allí, como si estuviera dormido eternamente. Entonces, movido por una fuerza desconocida, colocó su mano derecha sobre su pecho, atravesando la caja torácica con determinación hasta extraer su corazón, el cual latía débilmente en su mano, desvaneciéndose poco a poco.

Con el último atisbo de energía que le quedaba, se acercó al lado de Jimin y se recostó junto a él, tomando su mano fría y esperando pacientemente a que su propio corazón dejara de latir.

Muriendo al lado de aquel ángel que tanto ama.

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Jungkook había perdido la cuenta de las innumerables veces en las que el destino había tejido sus vidas junto a la de Jimin. La incertidumbre inundaba su memoria, pero quizás esos reencuentros habían superado las doscientas ocasiones.

La primera vez que sus destinos se cruzaron, Jimin era apenas un niño pequeño, cuyo destino trágico fue sellado en las oscuras aguas del río que serpenteba por el pintoresco pueblo que Jungkook, en su anterior existencia como demonio, había visitado. Desesperado, Jungkook intentó reanimarlo, pero sus esfuerzos resultaron en vano. El peso de la culpa se abatió sobre sus hombros, llevándolo a una penosa decisión: lanzarse desde el precipicio más alto, rompiendo su cuerpo en miles de pedazos.

En otra de las múltiples encarnaciones, Jimin fue un humilde monje, y los caminos de ambos se encontraron nuevamente en la sagrada penumbra de una iglesia. Jungkook suplicó a Dios que pusiera fin a la cruel maldición que parecía perseguirlos, habiendo sido testigo de la muerte de Jimin en varias ocasiones, todas ellas envueltas en un halo de tragedia evitable. Pero, en este episodio fatídico, la desgracia cayó una vez más, arrebatándole la vida al monje Jimin en un devastador terremoto que hizo caer la pesada campana del lugar sobre su cabeza, rompiéndolo en un instante. Jungkook, desprovisto de esperanza, no pudo resistir la implacable embestida del dolor y la depresión que lo agobiaba hasta que la vida se desvaneció de su ser.

En otra etapa de sus vidas, Jimin se convirtió en un príncipe noble y generoso, cuyos actos de bondad alcanzaban a los niños más desfavorecidos y a los necesitados. Fue en uno de esos actos desinteresados que Jungkook se encontró con él mientras caminaba por las calles. Jimin, creyéndolo necesitado, le ofreció refugio y alimento. Entre ellos surgió un amor profundo, pero uno que siempre se había repetido en cada encuentro anterior. El destino, sin embargo, tenía otros planes y, como en un drama eterno, la sombra de la muerte volvió a posarse sobre Jimin. En esta ocasión, fue envenenado por uno de sus propios hermanos, cegado por los celos y el anhelo de arrebatarle la atención que le brindaban los demás, buscando ocupar su lugar y ser un príncipe mejor que él.

Nuestra historia entre tus dedos ‹𝟹 Kookmin ; 국민Donde viven las historias. Descúbrelo ahora