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Dicho y hecho. Después de alejarse lo suficiente del hospital, Jungkook se dirigió a la estación de policía más cercana con determinación. Había soportado traumas desde el siglo catorce, pero el padre que le tocó en esta vida había empeorado su existencia de manera abrumadora.

Con la mochila apretada en su hombro, sentía nervios en su estómago. ¿Estaba ansioso? Sí, pero sabía que era una decisión que debía tomar con urgencia.

—Buenos días, ¿en qué puedo ayudarle? —lo recibió un hombre de aspecto profesional, vestido con uniforme policial y una placa que llevaba el nombre "Taeyang".

Jungkook frunció el ceño y exhaló profundamente. No era un niño, tenía treinta años, y esta denuncia era necesaria para facilitar su vida de una vez por todas.

—Buenos días... —comenzó, frunciendo el ceño mientras hablaba—. Vengo a poner una denuncia contra Jeon Gong Yoo por intento de homicidio en más de una ocasión.

El pelinegro se levantó rápidamente de su asiento y guió a Jungkook hacia el lugar donde debía presentar la denuncia. Ese sufrimiento temporal estaba destinado a terminar justo allí y entonces.

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El hombre de cabellos plateados yacía en el suelo de la cocina, una botella de soju en su mano, riéndose incoherentemente mientras su mirada vagaba hacia el techo. Estaba completamente ebrio y bajo la influencia de drogas.

Ni siquiera le importaba en lo más mínimo su hijo, considerándolo una molestia. Para él, que Jungkook estuviera postrado en el hospital era una especie de favor. Desconocía cuántos días llevaba en ese estado, y sinceramente, no le importaba en absoluto.

El dinero que Jungkook ganaba como fotógrafo junto a su amigo Kim llegaba en sobres, ya que Taehyung estaba al tanto de la situación y se compadecía lo suficiente como para no dejar que el señor Gong Yoo muriera de hambre. Pero lamentablemente, esa decisión resultó ser un error.

Gong Yoo utilizaba ese dinero en alcohol, drogas y mujeres, profanando el apartamento de su propio hijo en un acto de desprecio y destrucción que reflejaba su total falta de consideración hacia él.

El hombre cerró los ojos durante unos minutos, sumido en su pesadez, hasta que escuchó que la puerta principal del apartamento era golpeada con fuerza.

Sus ojos se abrieron con lentitud, y se arrastró con dificultad hacia la puerta, tratando de ponerse de pie.

—¡Ya te he dicho que no tengo dinero, vieja! —gritó con voz ronca, su lengua parecía enredarse en las palabras.

Sin embargo, los golpes continuaron de manera persistente. Gong Yoo se sintió desesperado, dejó la botella de soju en el mostrador de la cocina y se dirigió hacia la puerta.

—Eres una fastidiosa, Jungkook es quien paga la renta, idiota —gruñó antes de abrir la puerta.

Al abrir, se encontró con un oficial de policía, acompañado por otros tres que parecían tener un rango inferior al suyo.

El hombre de cabello plateado abrió los ojos y trató de recobrar la compostura.

—¿Señor Jeon Gong Yoo? —preguntó el oficial líder, mirándolo con firmeza.

—Sí... Ese soy yo. ¿En qué puedo ayudar? —respondió Gong Yoo, apoyándose contra la puerta mientras observaba al oficial.

El oficial de policía asintió con la cabeza, dando la señal para que los tres hombres entraran y tomaran al hombre de cabello plateado a la fuerza. Gong Yoo forcejeó en un intento desesperado de liberarse.

Nuestra historia entre tus dedos ‹𝟹 Kookmin ; 국민Donde viven las historias. Descúbrelo ahora