ʚ 42 ɞ

23 3 0
                                    

El ángel de cabellos rubios oscuros observaba la ciudad debajo de él, incapaz de asimilar la noticia que uno de sus compañeros ángeles de los 10 mandamientos le había entregado momentos antes. Se sentó en el suave césped y alzó la vista hacia el cielo azul despejado, mientras las nubes ocultaban el reino celestial que yacía por encima. Seokjin pasó la mano por su rostro, sintiendo las lágrimas emerger sin entender si eran lágrimas de alegría o de frustración. Sus alas blancas se extendieron como si intentaran protegerlo de los ojos curiosos de otros ángeles.

Sin embargo, no pasó mucho tiempo antes de que escuchara el suave batir de alas acercándose. No hizo ningún intento por enjugar sus lágrimas; no tenía que esconder sus emociones en este momento.

—Seokjinnie... —pronunció suavemente una voz femenina, seguida por pequeñas manos que acariciaron sus hombros—. Debe ser increíblemente difícil para ti.

Seokjin asintió, tratando de contener sus sollozos. Se sintió abrazado por detrás mientras sus alas se replegaban, permitiendo que la mujer lo abrazara mejor. Sus manos acariciaron los antebrazos pecosos de la ángel, y una sonrisa tenue se dibujó en su rostro.

—Todos estamos sorprendidos por esto —continuó la mujer—. ¿Quién hubiera pensado que todo se desarrollaría de esta manera?

Seokjin levantó la mirada, dejando que la mujer suavemente presionara su mejilla contra la suya en un gesto cariñoso.

—Pero de todos modos, es algo increíblemente romántico a mi parecer —agregó ella.

El rubio rió suavemente y acarició los cabellos rojizos de la mujer, lo que la hizo reír también.

—Quizás sea porque eres el ángel del amor —comentó Seokjin.

La mujer sonrió y respondió: —Puede ser, como dicen por ahí, soy Cupido.

Seokjin rió aún más fuerte, las lágrimas comenzaron a secarse en sus mejillas sonrosadas. Su amiga había logrado distraerlo y hacerlo sentir mejor después de que todos conocieran la impactante verdad.

Pero, ¿cuál era esa verdad?

ʚɞ

Momentos antes.

En el reino celestial, el día se desenvolvía entre sonrisas y risas melodiosas que irradiaban paz a todos sus habitantes. Allí, no existía la maldad ni los temores, e incluso las lágrimas eran vistas con recelo en el cielo. Por lo tanto, los habitantes de este lugar siempre mantenían una expresión de felicidad, disfrutando de su eternidad en aquel paraíso.

Seokjin volaba con tranquilidad hacia una majestuosa sala dorada donde el Mandamiento de la Piedad los había convocado a todos para abordar un tema que consideraba de suma importancia. Este encuentro estaba cargado de expectativas, que según él, debatirían asuntos como las almas que llegaban al cielo, la expansión de zonas verdes en la Tierra o cualquier queja u orden directa proveniente de Dios.

Al llegar, se encontró en la puerta con el ángel de la Bondad, quien había reemplazado a Jimin. Al principio, Seokjin se había resistido a que otro ocupara el puesto que solía pertenecer a su hermanito, pero tres siglos después, por orden divina, se le asignó la responsabilidad al niño Carlos, quien la aceptó con gusto.

Aunque el rubio aún albergaba reservas sobre esta decisión, entendía que las órdenes de Dios no debían cuestionarse. En el cielo, lo que él ordenaba debía cumplirse sin objeciones.

—Hola Seokjinnie —saluda el niño con una hermosa sonrisa en sus delgados labios rosas.

—Carlitos... Hola —responde ligero, sonriendo de igual forma y haciendo una pequeña inclinación con su cabeza. No es que el niño le caiga mal por estar en el puesto de Jimin, es solo que aún sigue asimilando todo. Le es difícil.

Nuestra historia entre tus dedos ‹𝟹 Kookmin ; 국민Donde viven las historias. Descúbrelo ahora