Sentada en una mesa en la esquina de la cabina, Debbie observaba los cielos oscuros y aterciopelados salpicados de diamantes. Su estado de ánimo mejoraba mientras se deleitaba en la cena con exquisitos bocadillos y el sonido del vaivén de las olas que se estrellaban sobre la superficie del agua. De repente, sintió una ráfaga de viento frío mientras la brisa marina soplaba y acariciaba su piel. Por mucho que le gustara aquella sensación, Debbie prefirió ponerse de pie y se dirigió a cerrar la ventana. Habían salido de la tienda de ropa a toda prisa, y no notaron que su pañoleta se había quedado atrás. Por fortuna, las cabinas contaban con calefacción. Si no fuera así, habría tenido que pensar en cómo sobrevivir a una posible congelación.Únicamente con su sombra como compañera, Debbie esperó y esperó, consintiéndose con deliciosa comida. No le molestaba para nada que la fiesta aún no hubiera comenzado. Era simple mitigar el aburrimiento.
Luego de dudar sobre comerse los bocadillos, Debbie sintió que su garganta comenzaba a arder. Así que se fue a buscar una bebida y, sin querer, pudo escuchar una charla sobre la familia Lu. Por lo que pudo oír, estaban esperando la llegada de un invitado distinguido, sin cuya presencia, la fiesta nunca comenzaría y el barco tampoco zarparía.
Entonces, el silencio se hizo añicos. Todas las mujeres caminaban hacia la puerta con furor, pero no se podía decir lo mismo de Debbie, quien permanecía sentada y solo observaba la escena.
Aquellas damas parecían pertenecer a familias acomodadas. No podían ocultar el gran sentimiento de emoción en sus rostros, pero su finura y sofisticación evitaron que gritaran.
Pocos segundos después, Debbie finalmente supo la razón de su euforia.
La sección de alimentos estaba ubicada por encima de las demás secciones, lo que le permitió tener una visión más clara de lo que ocurría en la puerta. Era él. Nada menos que su marido. La gente lo conocía como el soltero más rico en Ciudad y debido a que pocas personas en la ciudad sabían sobre su matrimonio.
Finalmente, el distinguido invitado que la familia Lu y todos los demás habían estado esperando, apareció frente a ellos. En el momento en que Carlos llegó, el bote tocó sus bocinas, señal de que partía para navegar hacia el mar. Las festividades habían comenzado.
A pesar de poseer una personalidad tan alborotada, Debbie sabía en qué momento debía evitar los problemas.
Nunca fue su deseo iniciar una pelea con Carlos, especialmente en público. Pero, ese hombre fue quien había estado poniendo a prueba su paciencia. Así, Debbie prefería evitarlo como si tratara de una plaga.
Carlos y su pareja tuvieron el honor de realizar el primer baile. Todos tenían la mirada fija sobre ellos, suspirando y soñando mientras observaban la escena, todos excepto Debbie, que los miraba con desdén. Aquella mujer seguía en sus pensamientos, ya que la había insultado en el centro comercial hacía unos días.
Y, además, había otra pareja. 'Espera... Debbie observó a la pareja de cerca. '¿Ese es el Director Curtis Lu?'. Debbie no sabía si era real lo que estaba viendo, sacudía la cabeza y debatía si sus ojos no la engañaban, especialmente con la cantidad de alimentos y bebidas que había consumido.
En un instante, su mente se aclaró. Se cruzó de brazos mientras pensaba: 'Claro, su familia es quien organiza la fiesta. Por supuesto que estaría aquí'. La pareja de Curtis vestía con un elegante vestido marrón chocolate, que deslumbraba a todos.
Mientras el primer baile se llevaba a cabo, aplausos y vítores se escuchaban en toda la cabina. Incluso Debbie aplaudió, pero solo para Curtis y su pareja.
Después del baile, la multitud se dispersó para disfrutar de la fiesta. La gente se reunía aquí y
allá mientras algunos permanecían en la cabina o en la cubierta. Brindaban, aplaudían, hablaban y reían alegremente. Todos parecían felices.
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respira contigo
RomanceAmar y ser amada es lo que toda mujer sueña. Sin embargo, lo único lo que Debbie pide es el divorcio. Levaba tres años casada con un Carlos, un joven multimillonario a quien ni siquiera ha visto la cara. Cuando por fin decide poner fin su irónico m...