Debbie se giró en la cama y apoyó la cabeza en el brazo de Carlos y la mejilla contra su pecho.
Con la mujer que amaba durmiendo en sus brazos, Carlos sintió una profunda satisfacción en el corazón. ¿Qué más podría desear? La miró con afecto y con voz suave le recordó: — Cariño, tenemos que irnos. Podemos seguir durmiendo cuando regresemos del aeropuerto.
—Mmm... —murmuró ella hundiendo la mejilla más profundamente en el pecho de Carlos.
—Un minuto más —dijo ella.
—Cariño, el avión de tu suegra está a punto de aterrizar.
'¡Suegra!'. Con eso se despertó por completo. Mirándolo directamente a los ojos, no pudo evitar sonreír ante su hermoso rostro. —Es fantástico —dijo ella.
—¿Qué es fantástico? —preguntó Carlos.
Debbie cerró sus brazos alrededor de su cuello para que la mitad de su cuerpo estuviera sobre él. —Esto. Nosotros. Cuando me despierto y te encuentro a mi lado, mi guapo y adinerado esposo, es el mejor sentimiento que pueda existir Colmas todos mis sueños.
—Te acostumbrarás, porque te despertarás en mis brazos todos los días.
—Eso es lo que quiero, pero es imposible, porque estás tan ocupado. Tienes viajes de negocios de vez en cuando. ¿Cómo voy a despertarme en tus brazos cuando ni siquiera estás a mi lado? —Una vez más, ella se acurrucó pegándose más al cuerpo de Carlos y presionó su mejilla contra su pecho.
La fuerza de los latidos de su corazón la hacía sentir tan cerca de él. Por primera vez, desde la muerte de su padre, se sentía segura teniendo un hombre cerca.
Acariciándola suavemente, él le besó las cejas. —Si quieres, puedo llevarte conmigo a donde quiera que vaya. Puedes venir conmigo en mi próximo viaje de negocios.
Cuando su mano se deslizó sobre su piel, ella saboreó la leve sensación de cosquilleo. — Sería un gran honor ir contigo. Con mucho gusto te seguiría como una sombra —se rio.
—Me gustaría aún más si tú y yo nos convirtiéramos el uno en parte del otro —dijo Carlos.
¿Eh? La expresión de su cara le resultaba familiar. —Levántate. Es hora de ir a recoger a mi suegra —dijo Debbie bruscamente, tratando de desviar su atención. Pero su cebo no funcionó. En cambio, él la agarró. —Me hace cosquillas —gritó la chica entre ataques de risa.
En el exterior, el sol brillaba intensamente, especialmente después del tiempo nublado y opaco del día anterior. Desde los sauces que había alrededor del arroyo, los pájaros cantaban agradablemente saltando aquí y allá entre las ramas.
Hacía buen día. Hipnotizado por la hermosa música de la naturaleza que lo rodeaba, Carlos se deleitó con la suave risa de Debbie mezclándose con aquella sinfonía.
Dos Bentley se detuvieron a la entrada de la terminal de llegadas del aeropuerto. En el asiento del conductor del que iba delante estaba Emmett, que salió primero, corrió hacia la puerta trasera izquierda y la abrió con respeto. Un par de pies con zapatos de cuero negro completamente nuevos salieron y se posaron en el suelo. Era Carlos, con un abrigo largo marrón y unas gafas de sol deportivas a la moda.
Se dio la vuelta y estiró su mano derecha, diciendo: —Ten cuidado.
Con un abrigo largo, de color canela claro, y también con gafas de sol, Debbie tomó su mano y sonrió. —Estás siendo demasiado cuidadoso. Llevo zapatillas de deporte. No me caeré.
Carlos le devolvió una tierna sonrisa. Se dirigieron directamente hacia la sala de espera, agarrados del brazo.
Mientras esperaban, Debbie no perdía detalle y observaba atentamente a cada mujer que rondara los cincuenta años o mayor. Estaba inquieta, se preguntaba si la madre de Carlos tenía un aspecto propio de su edad, o si era una de aquellas pocas que conservaba una apariencia juvenil incluso en la vejez.
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respira contigo
Roman d'amourAmar y ser amada es lo que toda mujer sueña. Sin embargo, lo único lo que Debbie pide es el divorcio. Levaba tres años casada con un Carlos, un joven multimillonario a quien ni siquiera ha visto la cara. Cuando por fin decide poner fin su irónico m...