Capítulo 110 Vayamos juntos a las Maldivas

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Lucinda y Adkins no despreciaban a Debbie, por el contrario, se sentían mal por el hecho de que Olivia la molestara constantemente. Era solo que Carlos era tan inaccesible, sentían que no tenía sentido que se hubiera casado con una chica sencilla como Debbie.

—¿Hayden? —Adkins intentó recordar al hombre. —Había vuelto del extranjero recientemente, pero en poco tiempo y con la ayuda de su poderosa familia, ya es bastante influyente en la Ciudad Y. No sé mucho de él, sin embargo, más tarde verificaré sus antecedentes —prometió.

—No es necesario, como es el marido de Debbie, ha aceptado traerlo a cenar un día. Sabremos más de él cuando venga.

—Está bien —Adkins estuvo de acuerdo.

Cuando Debbie llegó a la villa, Carlos todavía no había regresado del trabajo. Al pasar por la sala de estar, vio las decenas de bolsas de varios tamaños en el suelo. En ese momento recordó que había ido de compras antes de ir a casa de su tía.

Había comprado muchísimos cosméticos en la Plaza Internacional Shining.

Hasta ella misma se sorprendió por la extravagancia. ¿Cuándo se había vuelto tan despilfarradora? ¿Era esa la clase de influencia que estaba recibiendo de Carlos? Al principio solo había ido a la Plaza Internacional Shining a comprar una pipa de tabaco para Adkins, pero en un impulso, había visitado la tienda de cosméticos que justo tenía promociones en oferta.

Un asistente de ventas la había tentado con una gran cantidad de artículos con descuento, pero cuando llegó al mostrador para pagar lo que había elegido, se dio cuenta de que había sido engañada. Ella odiaba esta táctica engañosa de ventas, pero no quería pasar la vergüenza de que pensaran que era una seca, así que aceptó los productos. El precio de un set de tónico, loción y crema hidratante era de 10.000 dólares, simplemente exagerado, por lo que llamó a Carlos para pedirle su opinión antes de pagar, después de todo, era su dinero.

Para su sorpresa, él la reprendió. —Debbie Nian, tengo tanto dinero que ni en mil vidas podrías terminar de gastar una fracción. No puedes permitirte ser tacaña cuando tienes mi dinero y mi corazón, querida. Si alguna vez vuelves a dudar de gastar el dinero, mudaré la tienda de cosméticos más costosa de Plaza Internacional Shining a tu habitación —advirtió.

Después de esa breve llamada, Debbie caminó con calma hacia el mostrador y pagó los cosméticos sin pestañear. Un momento atrás había dudado sobre el sérum hidratante y la mascarilla facial, pero después de la advertencia telefónica, no dejó nada de lado.

Después de pagar, lo llamó una vez más y anunció con orgullo. —señor Guapo, acabo de dilapidar 36.570 dólares en estas malditas cosas. Un lindo gusto ¿no?

Carlos se alegró de que por fin se comprara algo elegante, pero Debbie despreciaba ese gasto innecesario y obsceno.

—Todos los productos para el cuidado de la piel están en promoción ahora. Los clientes que hayan gastado 200.000 dólares o más recibirán un viaje gratuito de 8 días a las Islas Maldivas Está todo incluido: Alojamiento, refrigerios y transporte. Deb, ¿no te gustaría un viaje con todos los gastos pagados a las Maldivas? —preguntó Carlos.

Debbie asintió enfática. —Sí, sí, quiero, pero... ¿Cómo puedo hacer para gastar tanto dinero en una noche de compras?

El supuesto viaje gratis solo sería una fracción del dinero gastado primero en el centro comercial. Molesta por los trucos de ventas manipuladores, pasó por al lado como si no hubiera escuchado la promoción del equipo de ventas.

—¿Qué compraste? —preguntó Carlos por teléfono.

Después de escuchar a Debbie, continuó: —Ve a comprar dos juegos más de los mismos

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