A pesar de que había practicado artes marciales durante muchos años, Debbie carecía de la resistencia necesaria para rivalizar con Carlos. La noche anterior, ella le había rogado varias veces que la dejara ir, pero Carlos, no solo no le había dado un respiro, sino que aún le había dado más duro, e incluso se había reído de ella.
—Me estoy levantando de la cama ahora. Te veo más tarde en clase. ¡Y no llames a Carlos!. —Debbie se sentó en la cama y se sonrojó mirando toda la ropa esparcida por el suelo.
—De acuerdo. Hasta luego, entonces. Pero será mejor que te des prisa, o tu marido nos castigará a los dos de nuevo —dijo Jeremías. Le tenía tanto miedo a Carlos, que había hecho todo lo posible para mantenerse alejado de él.
Después de lavarse la cara y cepillarse los dientes, Debbie bajó las escaleras para almorzar.
En ese momento, Carlos la llamó. —Deb, ¿Qué estás haciendo? —preguntó con voz suave.
Al escuchar la voz, Debbie no pudo evitar recordar lo que había pasado la noche anterior.
—Voy a almorzar —dijo de mala gana.
Por supuesto, Carlos notó la rabia en su tono y se rio entre dientes, mientras recordaba imágenes de una seductora Debbie en la cama.
—Deb, eres la chica más dulce del planeta. El tipo de chica que nunca pensé que encontraría en toda mi vida —bromeó. —¡Carlos Huo, eres terrible! —dijo Debbie, sonrojándose aún más.
La sonrisa en su rostro se convirtió en una mirada pensativa, Carlos dijo: — Cariño, quiero irme a casa, ahora.
—¿Qué? ¿Ahora? —preguntó confusa. —¿Acaso el almuerzo que dan en tu empresa no sabe bien? —añadió ella.
—Quiero probar tu dulce néctar ahora. De hecho, en este preciso instante, me siento con ganas —dijo con un sugerente susurro.
En un principio, Debbie tenía idea de ir al comedor. Pero ahora que Carlos seguía tentándola, tenía miedo de que Julie lo oyera y decidió ir al balcón. —¡Carlos Huo, ¡qué descarado eres! ¡Si dices una palabra más, serás severamente castigado!
—Uhhh... ... Estoy tan asustado. No quiero que me regañes. ¿Cómo puedes ser tan cruel con tu querido esposo?
Con un afectado gesto de desprecio, Debbie agitó su mano derecha en el aire como si cortara a un Carlos invisible. —¿Estás de broma? Si te acercas lo más mínimo, te daré una paliza —bromeó. —Y además, sé dónde darte para hacerte el mayor daño posible. Eres un viejo sátiro con muchos fans en las redes sociales. ¿Qué pasaría si filtrase información jugosa a tus seguidores?
Hasta que no se acostó con él, no se dio cuenta de que no lo conocía en absoluto. Ella lo había subestimado durante todo aquel tiempo.
—¡Ay!. —Como quien no quiere la cosa, se inclinó y se retorció tratando de estirar la espalda, y sintió una punzada de dolor que le recordó la noche loca que habían pasado juntos. Inmediatamente lo maldijo de nuevo. —¡Eres un mamón! Me duele todo el cuerpo. ¡Idiota!
Una sonrisa de satisfacción se asomó al rostro de Carlos. —Lo siento, preciosa. La próxima vez que lo hagamos iré mucho más suave. Y, por cierto, cuanto antes mejor, así tu cuerpo se acostumbrará más rápido —agregó con una risita.
— ¡Oye! No tan pronto. ¡Lo siento, pero necesito un descanso! Esta noche me quedaré en la residencia. —El color desapareció de la cara de Debbie.
Carlos rio entre dientes engatusándola: —Cariño, solo estoy bromeando. No te preocupes Ve a almorzar ahora, y nos vemos en el campus por la tarde. —Bueno....
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respira contigo
RomanceAmar y ser amada es lo que toda mujer sueña. Sin embargo, lo único lo que Debbie pide es el divorcio. Levaba tres años casada con un Carlos, un joven multimillonario a quien ni siquiera ha visto la cara. Cuando por fin decide poner fin su irónico m...