Capítulo 62 Tú vales diez mil millones

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Para probar que Carlos lo dijo en serio, Tristán sacó su teléfono y le envió el número de teléfono de su jefe. —Jeremías, este es el número del Sr. Huo.

Todos estaban sorprendidos, Debbie se preguntó por qué su marido era tan posesivo.

Obviamente, estaba tratando de mantenerla alejada de su mejor amigo, preocupada por lo que esto podía conllevar, ella levantó la cabeza y declaró: — Jeremías y yo sólo somos buenos amigos, ¿Cómo puedes quebrantar nuestra amistad de esta manera? Eso no está bien....

Inesperadamente, Jeremías intervino antes de que Carlos pudiera responder.

—Sr. Huo, me alegra mucho escuchar lo que acaba de decir. Antes, Debbie, la niña ingenua, hizo tanto por Hayden, pero el imbécil no lo apreciaba en absoluto. Ahora, finalmente hay un hombre que se preocupa por ella, así que haré lo que usted me diga, si la Jefa necesita ayuda o algo, seré el primero en llamarlo.

Entre los amigos de Debbie, Jeremías la conocía desde hacía mucho tiempo, por lo tanto, era consciente de todo lo que había pasado entre ella y su antiguo novio, Hayden. Por lo que él sabía, este último era el culpable de los comportamientos poco femeninos de Debbie.

Pero en este momento, ella estaba sorprendida por lo que su amigo había dicho, ¿desde cuándo se volvió ingenua ante los ojos de Jeremías?

Carlos estaba bastante contento con lo que el amigo de su esposa había dicho, sin embargo, el nombre de Hayden hizo que su rostro se endureciera. — Tristán, llévalos a casa —espetó él.—Sí Sr. Huo —respondió su secretario.

Cuando la pareja se quedó sola en la cabina privada, Carlos se volvió hacia su mujer, al verla aturdida, la atrajo a sus brazos y la sentó en su regazo. Sin estar acostumbrada a semejante intimidad, Debbie luchó por levantarse, pero su marido la abrazó con más fuerza y le susurró al oído: —Hayden, ¿eh? —Esa fue la primera vez que él escuchó ese nombre, pero rápidamente conectó los puntos y recordó al hombre que la había llamado Deb en los mensajes y dijo que la extrañaba, debía ser el mismo chico.

—¿Qué? —ella no entendió a qué se refería con eso, pero Carlos no lo explicó, en cambio, la besó en los labios.

Al parecer, él estaba enojado, el beso fue desconsiderado y dominante y sus manos tampoco fueron suaves. En su intenso abrazo, Debbie se sentía atrapada e impotente, a pesar de sus muchos años de entrenamiento riguroso en artes marciales.

Después de esto, Carlos la puso sobre la mesa con brusquedad, temiendo que pudiera caerse, ella puso sus brazos alrededor del cuello de su marido mientras las manos de él la atrapaban.

Después de un largo momento, el hombre dijo con voz ronca: —Retiro lo que dije.

—¿Eh? —Debbie murmuró, abrumada bajo el peso de su esposo.

En ese momento, ella ya no era aquella marimacha imprudente, Debbie era una mujer, una mujer muy seductora, cada vez que su esposo la besaba, se sonrojaba. En este momento, mirándola a los ojos, Carlos apenas podía controlar su impulso.

—El otro día dije que si te acostaras conmigo, te dejaría libre, ahora quiero que hagamos otro trato. —Debbie no había esperado que un hombre de palabra como su marido se retractara de su propia promesa.

Las manos de Carlos se movieron tiernamente por todo su cuerpo, su cara, su cabello... con cada toque, su respiración se hacía más y más pesada. —Dios, eres un veneno letal, una tentadora tormenta en la que deseo perderme —exclamó él.

'¿Un veneno letal? ¿Yo?', entre los muchos apodos que la gente le había dado, Debbie nunca escuchó que alguien la llamara tentadora o veneno letal antes. Para su personalidad un tanto masculina y su figura poco femenina, ese era un apodo inapropiado, ¿acaso Carlos no podía ver eso? 'Debe haber algo mal en sus ojos', ella quería reírse.

—El nuevo trato es: si duermes conmigo, te daré cualquier cosa que desees —dijo su marido. ¿Cualquier cosa que ella quisiera? Si él hubiera dicho esto antes, en los días tormentosos de su relación, Debbie le habría dicho que quería el divorcio sin dudarlo, pero últimamente, ella estaba empezando a tener un cambio de mentalidad.

Después de dejar a un lado su intento de divorciarse, en realidad no sabía lo que quería.

Cuando Carlos la vio sacudir la cabeza, pensó que su mujer no estaba de acuerdo con su oferta.

De repente, ella recordó lo que su esposo había dicho en el crucero, cómo la había humillado, anunciando que no valía cien millones. Apretándolo, Debbie se sintió enojada y dijo: —Recuerdo que una vez me dijiste que yo no valía mucho, ¿Qué debería esperar obtener de un hombre que piensa que no valgo ni un centavo? ¿Acaso has olvidado la forma en la que me humillaste Sr. Guapo?

Al ver que todavía guardaba rencor, Carlos sonrió, le dio un beso en los labios y le dijo: — Olvida eso cariño, sinceramente, yo no diría que vales cien millones....

Justo como él había esperado, los ojos de su mujer ardían de ira, pero Carlos la miró con ternura mientras le acariciaba el cabello. Por supuesto, él estaba probando su paciencia, pero ella no parecía entenderlo. —Bueno, quizás no entiendas lo esencial, tú vales mucho más de lo que pareces pedir, un billón de dólares, o incluso más, es lo que yo pagaría por una mujer tan especial como tú, me malentendiste —dijo Carlos. Debbie se quedó boquiabierta, '¿Acaso es una broma? ¿En realidad está dispuesto a darme tanto sólo por dormir conmigo?

¡Este tipo debe estar bromeando!', ella no lo tomó en serio.

—¡Estoy hablando en serio! Si es dinero lo que quieres, te daré la cantidad que me pidas — por el amor de su esposa, Carlos daría lo que fuera, incluso la cifra más alta de efectivo.

Además, eran marido y mujer, lo que era de él también le pertenecía a ella, no importaba quién tenía el dinero, sin embargo, Debbie lo malinterpretó de nuevo. '¿Por quién me toma? ¿Una vividora?', la pasión que ella había sentido hacía sólo un minuto se extinguió de inmediato. En un suspiro, Debbie lo empujó bruscamente, los ojos de su esposo estaban llenos de desconcierto, pero ella mantuvo la cabeza alta y trató de defender su honor. —Sr. Guapo, no todo el mundo ama el dinero tanto como crees, tal vez en tu mente, puedes comprarme o incluso darme todo con tu dinero, desafortunadamente esa no soy yo. Si no me gustaras, no dormiría contigo, aunque me dieras todo el dinero del mundo, pero mientras te ame, dormiré contigo, aunque no tengas un centavo. Lamento decirte que no soy quien crees que soy, quizás no me entiendas, en cuyo caso sugeriría que nos separemos lo antes posible —declaró Debbie, se sintió ofendida, si sólo buscara su dinero, no habría gastado sólo un poco de su asignación mensual, ni habría pedido el divorcio.

Sin embargo, al darse cuenta de la respuesta de su esposa, Carlos la encontró atractiva en ese momento, no fue porque ella no quisiera su dinero, era sólo que se veía muy orgullosa y confiada cuando le dijo qué tipo de persona era.

Al ver la seriedad en su rostro cuando habló, él dejó escapar una risita.

No obstante, esa risa pareció una burla para ella, Debbie era demasiado joven para entender lo que su marido estaba pensando. —¡Eso no es divertido! — respondió ella. — Vamos al Departamento de Asuntos Civiles y obtengamos el divorcio ahora mismo, nunca te molestaré de nuevo....

Sin embargo, en medio de las palabras de su esposa, Carlos se acercó y la besó con fiereza.

A lo largo de los años, él pudo haber tenido las mujeres que deseara, pero ninguna se habría acercado siquiera a esta chica tan especial, sin importar cuáles fueran sus estados de ánimo, Carlos siempre la encontraba como la mujer más hermosa del mundo.

Para este entonces, Debbie ya se había liberado de los brazos de su esposo y enojada, exigió.

—Oye, ¿qué quieres?

A pesar de su evidente irritación, Carlos la agarró con fuerza otra vez, luego le dio una palmadita en la espalda y la tranquilizó. —No te preocupes, no te forzaré a nada, a menos que sea lo que quieres.

De alguna manera, eso alivió a Debbie, pero ella quería una disculpa, la cual él no parecía dispuesto a dar directamente. 'Los problemas del ego', pensó Debbie.

Dándole un resoplido molesto a su marido, ella agarró su mochila y estaba lista para irse.

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