Para aliviar la tensión, Debbie respiró hondo y dijo: —Es posible que tengas una mentalidad más abierta porque que creciste en Noruega —luego, con una sonrisa delicada, agregó: — Pero soy conservadora y no puedes comportarte así otra vez, de otra forma, puedo malinterpretarlo.
En respuesta, Megan asintió y se disculpó, diciendo que sería mejor que se fuera, para que Carlos y ella pudieran charlar a solas.
—Esa es una buena idea, considerando que tu tío Carlos es un hombre casado, es inapropiado que ustedes dos estén solos —Debbie se adelantó a su marido, luego, ella le guiñó un ojo y añadió: —Cariño, me voy a clase, Megan puede venir en mi auto de camino a la universidad.
Sin embargo, Carlos no le respondió, mirando a la chica, quien estaba guardando su tarea, dijo: —Megan, le pediré al chofer que te deje en casa ahora.
—¿A quién se supone que debo hacerle caso? —preguntó Megan, poco impresionada por instrucciones contradictorias.
Carlos le lanzó a su esposa una mirada de advertencia y caminó hacia la puerta, donde le dijo a su secretaria: —Zelda, dile al chofer que deje a Megan en casa. — Sí Sr. Huo, enseguida --después de unos instantes, ella llamó al conductor.
Después de que Megan se fue de la oficina, Debbie se dio la vuelta y estaba lista para irse también, cuando su marido la tomó de la mano. —Entra —dijo él.
—No, no me voy a quedar —respondió ella tercamente, lo que fue una verdadera sorpresa para las secretarias que habían estado observando lo que estaba sucediendo en la oficina del CEO. 'Dios mío, ¿acaso esa mujer acaba de decirle que no al Sr. Huo?', anticipando que su jefe explotaría de coraje, todos los empleados fingieron enterrar sus cabezas en el trabajo, todos temían ser víctimas de la inminente furia de Carlos.
—Dije que entres —continuó él en un tono más serio, aún sosteniendo la mano de su mujer.
La expresión en su rostro indicaba que su petición no era negociable, no obstante, Debbie le quitó la mano y gritó: —¡Ya te dije que no! Ella miró furiosa al hombre y se dio la vuelta, pero lo siguiente que supo fue que sus pies ya no estaban en el piso, Carlos la sujetaba por la cintura y la llevaba a su oficina.
—¡Carlos Huo, bájame! ¡Eres un degenerado! ¡Te mataré! Te voy a... —la voz de la chica se apagó cuando la puerta se cerró.
Las secretarias intercambiaron miradas de terror y confusión y volvieron a agachar la cabeza para continuar con su trabajo.
En su oficina, Carlos puso a Debbie en el sofá, ella trató de levantarse, pero cada vez que lo hacía su esposo la detenía. Después de algunos intercambios de magistrales movimientos de artes marciales, Debbie se sintió abrumada y confinada al sofá, con el cuerpo de su marido estrujándola, humillada y enojada, ella quería maldecir, pero tan pronto como abrió la boca, un par de labios húmedos presionaron los suyos.
El hombre era una bestia, sin embargo, el olor en su cuerpo le resultó tan encantador, que Debbie casi se olvidó de pelear.
Por unos minutos, Carlos siguió sujetándola. —Debbie Nian, estás siendo irrazonable, ¡no presiones mis límites! —dijo él, respirando profundamente.
Cuando finalmente se relajó, Debbie respiró hondo, lo miró a los ojos y le preguntó con sarcasmo: —¿Tus límites? ¿Te refieres a Megan?
La penumbra en el rostro de Carlos se profundizó y sus manos apretaron aún más las muñecas de su mujer. —No me gusta repetir lo que digo pero te lo diré por última vez, Megan es una niña que Wesley y yo adoptamos, así que no le tengas prejuicios —gruñó él.
ESTÁS LEYENDO
respira contigo
RomanceAmar y ser amada es lo que toda mujer sueña. Sin embargo, lo único lo que Debbie pide es el divorcio. Levaba tres años casada con un Carlos, un joven multimillonario a quien ni siquiera ha visto la cara. Cuando por fin decide poner fin su irónico m...