Capítulo 135 Lo amo

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—Sí, mejor dicho, una perra. Al fin y al cabo, los sexos opuestos se atraen entre sí, por no mencionar el hecho de que es una perra muy guapa. Así que a mi marido le gusta mucho — dijo Debbie mientras dibujaba círculos en la mesa con su dedo índice. Los dos que estaban en la mesa de al lado oyeron claramente todo lo que había dicho.

Sin darse cuenta de lo que ella realmente quería decir, Hayden comentó con una sonrisa:

—Por mucho que le guste, lo cierto es que es solo un animal. ¿Estás diciendo que en su corazón ni siquiera importas más que una perra?

—Me pregunto lo mismo. —Debbie sonrió amargamente.

Cuando oyó las primeras palabras de Debbie, Megan accidentalmente vertió agua caliente en su mano. Carlos le pidió al camarero que le trajera un poco de crema para la quemadura, pero eso fue todo. No hizo nada más.

A medida que las palabras de Debbie se iban haciendo más duras, Megan miró al hombre que estaba junto a ella con una expresión maliciosa en su rostro.

Como él estaba tan cerca, ella creía que habría oído cada palabra que Debbie había dicho. Sin embargo, no hubo respuesta por parte de él. Su rostro permaneció inexpresivo. En silencio, Megan empezó a trabajar en sus emociones y pronto, una lágrima solitaria rodó por su mejilla.

Carlos no lo notó, pero el chico sí. Estaba hablando de algo, pero se detuvo de inmediato y preguntó: —Megan, ¿Qué pasa? ¿Por qué lloras? ¿Es por algo que dije? Lo siento mucho. Con un gesto nervioso, Megan agarró un pañuelo de papel de la mesa y se secó los ojos con cuidado. —No, no es eso. No es nada. Estoy bien —dijo ella.

Solo entonces, Carlos se dio cuenta de que Megan estaba llorando. Frunció el ceño y le entregó una servilleta. —¡No vuelvas a molestarla! —le dijo al muchacho con dureza.

El chico tenía la misma edad que Megan y estaba visiblemente aterrado de Carlos desde el principio. Cuando Carlos le habló así, le empezó a sudar la frente. Él asintió dos veces seguidas. —Yo... Megan, siento haberte molestado.

Adiós —tan pronto como logró tartamudear esas palabras, el pobre chico huyó. Cuando se quedó sola con Carlos, Megan preguntó en voz baja: —Tío Carlos, ¿tiene algún problema la tía Debbie conmigo? Tengo la impresión de que no le gusto. La última vez, se enojó con Jake cuando lo traje a la villa. Ahora está diciendo que soy una... Tío Carlos, yo....

A medida que hablaba, Megan sonaba más triste y más deprimida. Comenzó a respirar con dificultad, jadeando.

Debbie podía oírla llorar. Cuando se volvió para mirarla, vio a Carlos consolando a la chica, sosteniéndola en sus brazos y oyó que le decía: —No llores. No estás bien de salud. Llorar solo lo empeorará.

Debbie estaba sorprendida del comportamiento de Carlos, pensaba que su ternura era sólo para ella. Pero ahora, se dio cuenta de que solo estaba siendo una ingenua.

Resultó que Megan era mucho más importante para Carlos de lo que ella había pensado.

Ya tenían todos los platos servidos en su mesa, así que Debbie y Hayden empezaron a comer. Mientras tanto, la pareja de la mesa vecina se levantó y se acercó a ellos. Con las manos en los bolsillos, Carlos dijo con indiferencia: —Señor Gu, disfruta tu comida. Ya me he hecho cargo de la cuenta. Nos vamos.

Su atención estaba totalmente centrada en la mujer que estaba comiendo en silencio agachando la cabeza. Debbie no levantó la vista en ningún momento, haciendo como si ni siquiera estuviera allí.

Hayden se levantó para darle la mano a Carlos. —Gracias Señor. Huo Espero que podamos cenar juntos la próxima vez.

Carlos asintió y esperaba sacar a Megan de allí lo antes posible, pero, Megan no se movió. Miró a Debbie con los ojos enrojecidos y dijo en voz baja: —Debbie, por favor, no nos malinterpretes. Lo de esta noche no es más que....

Debbie bajó el tenedor y la interrumpió con un tono calmado. —No te molestes en explicar nada. Conozco a mi esposo.

Megan se mordió el labio inferior y mantuvo la boca cerrada.

Después de echarle a Debbie una mirada larga, Carlos se fue con Megan.

Hayden levantó su copa de vino y la chocó contra la de ella. Debbie levantó su vaso con resignación.

—¿Conoces a la novia del señor Huo? —preguntó levantando una ceja.

Ella asintió y tomó un sorbo de vino. Las delicias que había sobre la mesa habían perdido su atractivo. —Hayden, vine aquí esta noche solo para decirte esto por última vez. Estoy casada. Lo nuestro nunca sucederá. Espero que nunca nos volvamos a ver.

Debbie se levantó para irse, pero Hayden la tomó de la mano con firmeza.

Cuando ella giró la cabeza para mirarlo, él estaba sonriendo. —Está bien.

Entonces, seamos amigos. ¿Puedes terminar esta comida conmigo como una vieja amiga? Ella puso los ojos en blanco ante sus esfuerzos. Hayden se dio cuenta de que se estaba impacientando y se rió. —Eres tan impaciente como siempre. Deb, no desperdiciemos la comida. No te preocupes. Te llevaré a casa en cuanto terminemos de cenar.

Debbie volvió a su asiento a regañadientes. Terminó su comida como si le hubieran asignado una tarea difícil.

Tal como había prometido, Hayden se levantó para llevarla a casa después de la cena.

Su conductor trajo el auto hasta la entrada del restaurante. Pero antes de que Debbie pudiera entrar, un Bentley se detuvo junto a ellos. El corazón de Debbie dio un vuelco cuando vio la matrícula. Era el auto de Carlos.

Emmett salió y caminó hacia ella rápidamente. —Señora. Huo, el señor Huo me pidió que la recogiera.

Hayden, que acababa de caminar hacia la otra parte del auto, no escuchó lo que Emmett había dicho. Estaba a punto de acercarse a ellos cuando Debbie dijo:

—No, gracias. El señor Gu me llevará a casa.

Debbie se metió en el Porsche sin decir una palabra más. Hayden miró a Emmett y pensó que la pareja se estaba peleando.

Eso era justo lo que había estado soñando. Ocultando su emoción, caminó hacia Emmett y le dio una palmadita en el hombro antes de subir al auto.

Emmett se quedó mirando cómo se alejaba el auto del restaurante sin poder hacer nada y llamó a Carlos.

Sabiendo que Debbie estaba de mal humor, Hayden no habló mucho en el auto. —¿Dónde vives? —preguntó por fin.

Su Porsche acababa de salir del estacionamiento. —Sólo detente aquí. Puedo ir a casa sola—dijo Debbie.

Permanecieron en silencio durante un instante. La música ligera que salía del estéreo llenó el incómodo silencio.

Hayden suspiró. —Debbie. No lo amas, ¿verdad? —No pudo ver ningún signo de afecto en sus ojos cuando miró a Emmett.

Debbie sonrió con tristeza. —Sí. Lo amo mucho.

Hayden interpretó su respuesta como un esfuerzo por intentar mostrarse fuerte frente a él. —Bien, de acuerdo. Lo amas. —Se acercó a ella para que viera lo sincero que era. —No me importa ser tu segundo plato. Si alguna vez no eres feliz con él, vuelve conmigo, ¿de acuerdo?

La mirada sincera que había en sus ojos confundió a Debbie. —Hayden, si realmente te gusto, entonces, ¿por qué elegiste a otra chica antes que a mí?

Hayden inclinó el cabeza avergonzado. Después de un momento, levantó la mirada y la atrajo a sus brazos. —Deb, lamento esa decisión cada día. Solo después de que me dejaste me di cuenta de lo importante que eres para mí.

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