A Debbie le habría encantada que Hayden le hubiera dicho esto antes.
Pero las cosas habían cambiado y ella ya había avanzado. No estaba acostumbrada a la nueva colonia que llevaba, y el hombre que ahora estaba ante ella, en los todos sentidos, era un extraño. Cierto, tenía mucho tiempo de no verlo, pero el joven en cuyos brazos estaba ahora era un total desconocido, no se parecía nada al que había conocido antes.
Aunque estaba en sus brazos, sentía que había un gran abismo entre ellos. Y eso era muy difícil de salvar.
El tiempo lo cambia todo.
Debbie apartó a Hayden y le dijo al conductor. —¡Pare el auto!
El conductor miró a Hayden por el espejo retrovisor interior, en espera de obtener alguna indicación para hacerlo. Sin embargo, este guardó silencio, y no dio señales, verbales o de otro tipo, para que obedeciera las órdenes de la muchacha. No se pararía a menos que Hayden lo dijera.
Al instante, Debbie lo entendió. Se enfureció y le gritó a Hayden. —¡Dije que detengas el auto!
Hayden no estaba molesto por su comportamiento. En lugar de eso, intentó convencerla:
—Hace mucho frío. Déjame llevarte a casa. —Había un tiempo y lugar para enojarse, y éste no era ese momento.
Sin embargo, Debbie no se dejó convencer. Gritó a todo pulmón. —¡No! No iré a casa. ¡Déjame salir! —Puso su mano en la manija de la puerta, lista para abrirla. —No estoy bromeando. ¡Voy a saltar!
Además, ya estaba harta. Sus enervados nervios ya no aguantaban más.
Había visto a Megan y a Carlos juntos, cuando se suponía que él estaba de viaje por negocios. Estaba al límite de la tensión. Lo peor era que Megan le había dicho al chico que Carlos era su novio. Y antes de que salieran del restaurante, su marido ni siquiera había intentado mirar a Debbie. Estaba tan enojada que podría explotar en cualquier momento.
Asumiendo su derrota, Hayden le pidió al conductor que se detuviera.
Debbie empujó la puerta para abrirla y se fue sin siquiera mirar atrás.
Hayden observó cómo se alejaba la obstinada muchacha. Se frotó las sienes adoloridas y reflexionó: '¿Qué puedo hacer para que vuelva conmigo?'.
Debbie caminó por la carretera, y luego comenzó a correr.
Finalmente, llegó al fraccionamiento de Jeremías y lo llamó por teléfono. —¡Hola, Jeremías¡ ¿Dónde estás? Realmente necesito un trago y un amigo.
—¿Jefa? ¿Un trago? ¡No, no, no! Tu marido me mataría si se entera.
—¡Maldita sea, Jeremías! ¡Hazlo por mí! Olvídate de él; ¡no vale la pena!
Jeremías pudo notar por el tono que Debbie estaba enojada. —Hagamos algo, estoy en la fiesta de cumpleaños de un amigo. Dame un poco de tiempo para despedirme y nos vamos al Club Privado Orquídea, ¿de acuerdo?
'¿Club Privado Orquídea? Muy bien, a cualquier lugar donde pueda conseguir un trago doble y fuerte', pensó Debbie. —¡Bueno! Ahí te veo —dijo y luego colgó.
Después de la llamada, Debbie detuvo a un taxi que iba pasando por afuera del fraccionamiento. No era un viaje de lujo, era un auto BYD e5 eléctrico, pero estaba cómodo y limpio. Naturalmente, le dio instrucciones al conductor para que la llevara al Club Privado Orquídea. Carlos la llamó varias veces, pero rechazó todas sus llamadas. Pensaba que no era buena idea hablar con él en ese momento.
Cuando el taxi llegó, su teléfono volvió a sonar y contestó por accidente.
Permaneció en silencio.
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respira contigo
RomanceAmar y ser amada es lo que toda mujer sueña. Sin embargo, lo único lo que Debbie pide es el divorcio. Levaba tres años casada con un Carlos, un joven multimillonario a quien ni siquiera ha visto la cara. Cuando por fin decide poner fin su irónico m...