Capítulo 111 Malo en la cama

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Al entrar en la villa, Carlos notó que la luz de la cocina aún estaba encendida, no le prestó mucha atención y aflojándose la corbata, caminó hacia las escaleras.

—¡Viejo! —era la voz de una chica, viniendo desde dentro de la cocina, al escucharla, él cambió sus pasos y se dirigió hacia allá.

Debbie salió con un vaso de leche caliente en la mano antes de que su esposo pudiera entrar, luego de ofrecérselo, él lo agarró. —Bébelo —dijo ella.

Cuando Carlos aceptó el vaso, Debbie percibió un aroma extraño, era algo como... ¿alcohol? En lugar de beber la leche, él la tomó en sus brazos con la mano que tenía libre y le dio un beso apasionado. —¿Por qué no estás en la cama? ¡Niña traviesa! —dijo Carlos en tono de broma.

Debbie frunció el ceño, ella no lo había imaginado y ahora el olor a alcohol era abrumador.

Debbie se dio cuenta de que su marido debía haber tomado más de un poco de vino esta noche.

—¿Saliste a beber? —preguntó ella levantando la cabeza para mirarlo.

—Sí, concretamos un asunto importante, así que bebimos un poco para celebrar — respondió Carlos. ¿Un poco? ¡Eso no puede ser un poco! Debbie hizo una mueca y pensó: 'Así que no me dejas beber pero tú si vienes a casa borracho, ¡esto es injusto!'.

Después de beberlo de un solo trago, él dejó el vaso vacío sobre la mesa, tomó a su mujer en sus brazos y la llevó escaleras arriba.

—¡Espera, espera! Aún ni siquiera he apagado las luces —respondió Debbie señalando la cocina.

Sin detenerse, Carlos dijo: —Julie se hará cargo de eso —apenas había terminado de decir esto cuando Debbie vio a Julie salir de la penumbra y entrar a la cocina con el vaso vacío.

Al entrar a su habitación, Carlos acostó con cuidado a su esposa sobre la cama y se inclinó hacia ella, él la besó en la oreja, la mejilla, la boca, el cuello hasta bajar por todo su cuerpo... normalmente Debbie lo disfrutaba, pero el hedor del alcohol empezaba a causarle náuseas.

—Cariño, hueles tan bien —murmuró Carlos.

'Sé que huelo bien, me diste la última línea de baño y producto corporal de tu compañía', pensó ella. Sin poder soportar el olor, Debbie hizo algunos gestos y fingió ira diciendo: — Aléjate de mí, ¡tu aliento apesta! ¡Ve a bañarte!

—¡Sí, mi señora! —la reacción de Carlos había sido exagerada, o quizás exacerbada por su estado de ebriedad, de cualquier forma, él hizo lo que su mujer le ordenaba. Carlos le dio un beso apasionado antes de levantarse de la cama, luego la levantó y le exigió. —¡Quítame la corbata!

—¡Ja! ¿Acaso no sabes cómo desatar tu corbata? —Debbie nunca lo había hecho antes y comenzó a examinar detenidamente la corbata, tomando en cuenta la naturaleza sobredimensionada del nudo, ella lo miraba averiguando por dónde empezar.

—No, no sé —mintió él.

Para su sorpresa, su esposa se molestó al instante con su respuesta, ella lo agarró por la corbata y preguntó entre dientes: —Dime la verdad, ¿tuviste alguna mujer que lo hiciera por ti?

Carlos quedó boquiabierto, no tuvo más remedio que rendirse y decirle la verdad. —Bueno, yo puedo quitarme mi propia corbata, pero normalmente Julie o Zelda me ayudan a atarla.

¿Julie? No hay problema con ella, ¿pero Zelda? ¿La asistente de su marido que apoyaba a Megan? ¡Absolutamente no! —¿Por qué le pediste a Zelda que te ayudara con tu corbata? —Debbie puso una cara de pocos amigos, visiblemente molesta.

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