El hombre se quedó callado.
"¡Diez millones!", dijo Debbie, rechinando los dientes.
Nuevamente, no obtuvo respuesta de parte del hombre.
"Cincuenta..., ¡cincuenta millones!". Mientras pudiera librarse del verdugo de su vida, estaba dispuesta a darle cincuenta millones. No era como que tuviera esa cantidad de dinero justo en este momento. Bastaba con decir que tendría que trabajar muy pero muy duro para ganar esa cantidad, pero Debbie creía firmemente que finalmente la conseguiría.
Temiendo que la chica sufriera un ataque de histeria causado por una mezcla de ira y ansiedad si seguía guardando silencio, finalmente dijo: "¿Por qué no hablamos de esto cuando tengas los cincuenta millones en la mano?". Para un hombre como Carlos Huo, cincuenta millones eran lo mismo que cincuenta dólares; para su joven esposa, por el contrario, era totalmente distinto.
"¡Perfecto! ¡Carlos, tú ganas!". El exacerbado resentimiento de Debbie finalmente llegó a un punto de ebullición cuando salió del estudio.
En una dramática muestra de ira, dio un fuerte azotón de puerta.
Ya de regreso en su habitación, la jovencita sacó toda su ropa casual del armario y la arrojó en una esquina de la habitación. Parada con los brazos en la cintura, miraba fijamente el armario vacío, pero eso no bastaba para calmar su ataque de rabia. "Ven de compras conmigo. Compraré ropa, cosméticos, joyas, de todo", le dijo a Karen por teléfono.
'¿Quiere que gaste dinero? ¡No hay problema! Ganar dinero puede ser difícil, pero gastarlo es fácil.
Poco antes, en el patio, me dijo que si dormía con él, me dejaría libre.
De acuerdo, entonces solo espera y verás, Carlos Huo. Dormiré contigo'.
Muy temprano, a la mañana siguiente, Debbie fue a la universidad con el vestido rosa de encaje que había usado en su cumpleaños.
Imaginar la cara que pondría Carlos cuando la viera con ese vestido aquella mañana, casi le provocaba un ataque de risa.
En el comedor, su marido mostró un rostro inexpresivo como de costumbre, pero el asombro era evidente en su mirada. Debbie se dio una vuelta delante de él a propósito y le preguntó: "Sr. Galán, ¿Cómo me veo?".
'¿Se le olvidó que soy una chica? Ni siquiera fingir ser un hombre será difícil para mí, comportarme como una dama es pan comido. ¿Acaso tengo la necesidad de fingir? Cuando era pequeña solía ser bastante sofisticada. ¿Qué tan difícil puede ser actuar como una chica elegante?'.
Con la ayuda de la base de maquillaje, la Baby Cream, la sombra de cejas café, el delineador de ojos negro y el labial de Giorgio Armani Maestro 400 The Red, la marimacha se había convertido en una princesa.
Solía traer el pelo en cola de caballo o en chongo, pero ahora lo había dejado fluir con elegancia como una princesa debía hacerlo. Su cabello era largo y negro, tan suave y sedoso, como si hubiera sido confeccionado con un cielo nocturno sin estrellas. Mientras giraba, su cabello caía hasta su cintura, ondeando con el viento.
La última vez en la fiesta del crucero, Debbie había cautivado a Carlos con un elegante vestido de noche.
Sin embargo, el sencillo vestido rosa con encaje que llevaba hoy parecía hacerla ver aún más bella.
El hombre bajó la mirada y disimuló sus sentimientos. "Desayuna", dijo rotundamente.
Solo él sabía todo lo que se sentía por ella en lo más profundo de su corazón.
Solo deseaba acostarla sobre la mesa y...
A pesar de que Carlos había intentado disimular su emoción, Debbie estaba bastante satisfecha con su sutil reacción. De cualquier forma, no esperaba que le dijera cumplido alguno, así que tomó su desayuno sin pronunciar palabra alguna.
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respira contigo
RomanceAmar y ser amada es lo que toda mujer sueña. Sin embargo, lo único lo que Debbie pide es el divorcio. Levaba tres años casada con un Carlos, un joven multimillonario a quien ni siquiera ha visto la cara. Cuando por fin decide poner fin su irónico m...