Capítulo 1

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Nova trabajaba en la casa de uno de los miembros más fuertes de la manada desde los dieciséis años y desde el primer día se vio obligada a hacer toda clase de trabajos forzosos asignados por otros Omegas, ya que incluso entre ellos era repudiada por ser diferente, sin embargo esa noche tuvo la tarea de servir como camarera en la elegante cena que se estaba llevando a cabo. Nunca antes había desempeñado esa labor, por lo que no estaba muy segura de que lo estuviera haciendo bien, pero al menos se aseguraba de no romper una sola regla, ya que la más mínima falla la llevaría a recibir un castigo por parte del aterrador hombre para el que trabajaba.

Como todo Omega, Nova debía mantener un perfil bajo, jamás debía mirar directamente a los licántropos de rango Beta, siempre debía obedecer toda orden dada y, lo más importante, debía asegurarse de mantener la boca cerrada en todo momento. La joven loba se movía ágilmente entre las mesas, llevando las bandejas llenas de comida y bebidas que cuidadosamente colocaba ante los invitados, y luego volvía rápidamente a la cocina donde dos hombres preparaban los alimentos, entre los ruidos de los sartenes, ollas y cucharas, y el abrasador calor que despedía el fuego de la estufa.

—¡Lleven esto a la mesa que está junto a la del señor! — gritó uno de los cocineros.

Al notar que ninguna de las otras chicas hacía caso a la petición, la joven rápidamente colocó los platos sobre la bandeja y salió, no sin antes alcanzar a escuchar las risitas burlonas por parte de sus compañeras. Como ya era costumbre, no le dio la mínima importancia y se dirigió a aquella mesa, pero fue ahí cuando entendió el motivo de las risas, las personas ahí sentadas no solo eran los lobos que más la aborrecían en el pueblo sino que también eran sus hermanos mayores; comprendió entonces que sus compañeras habían planeado que fuera ella quien llevará la bandeja simplemente para torturarla y tener más con qué seguir mofándose de ella.

Respiró profundo para calmar sus nervios y bajando más la mirada se acercó y comenzó a dejar los platillos sobre la mesa mientras sentía la mirada de desprecio por parte de los tres Betas ahí presentes.

—Es una vergüenza que seas tú quien nos sirva — mencionó uno.

—Es repugnante que llevemos la misma sangre — mencionó el otro.

—Omega inútil, olvidaste el vino — añadió el último.

Nova se mordió los labios tratando de mantener la calma y no salir corriendo lejos a causa del dolor que le provocaba el trato que le daban aquellos que alguna vez la quisieron y prometieron cuidarla. Volvió a la cocina lo más rápido que pudo y salió por la pequeña puerta trasera, recibiendo de golpe el aire frío de la noche sobre sus mejillas. Estaba segura de que los otros Omega se estaban riendo de ella y lo único que podía hacer era abrazarse a sí misma y respirar de forma agitada para evitar que las lágrimas que se habían acumulado en sus bonitos ojos negros fueran a escapar, le resultaba doloroso que ni su propia familia la quisiera.

Era imposible borrar de su memoria la noche en que ella y todos los jóvenes, que recientemente habían cumplido doce años, fueron presentados ante la pareja Alfa y los Beta más fuertes en la plaza principal del pueblo para revelar a su lobo y pelear entre ellos para definir su rango en la manada. Fue en esa noche trágica cuando descubrió que, a pesar de que tenía todos sus sentidos desarrollados como cualquier licántropo, era incapaz de tomar su forma híbrida, eso solo significaba que no tenía lobo, y esto la llevó a ser la burla de todos los presentes, pero el peor golpe que pudo recibir fue la despectiva mirada de sus decepcionados padres, los Alfas de la manada, quienes esperaban que se convirtiera en una Beta, rápidamente el amor que le tenían se esfumó y sin piedad alguna fue asignada como Omega y echada de su hogar no sin antes recordarle que su simple existencia era una completa vergüenza no solo para ellos sino también para toda la manada. Y a pesar de que nadie la quería, tuvo la suerte de que uno de los Betas le diera trabajo en su casa, y aunque a veces no recibía las mejores tareas ni mucho menos un buen trato por parte de sus compañeros tenía un techo y comida asegurada.

Se restregó los ojos con la manga de su uniforme, realizó varias respiraciones profundas para tranquilizarse y con la cabeza en alto regresó al interior de la cocina para tomar una botella de vino de la vitrina y continuar con sus labores. No iba a dejar que sus compañeros vieran que habían conseguido lastimar su frágil corazón.




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