Capítulo 17

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La dulce lobita estaba tan acostumbrada al rechazo y a las burlas que le resultaba difícil confiar en Rigel, sin embargo él era su único amigo en el mundo y no deseaba perderlo por lo que decidió que lo mejor era ocultar en lo más posible su defecto para evitar que él le hiciera daño y se marchara. El sonido del timbre la hizo reaccionar y sin demora fue a abrir, encontrándose con un muy joven Omega.

—Buenas tardes — saludó el muchachito — Traigo un mensaje de la casa Alfa para el Beta Demian Rich… Rich…

—Richter — terminó de decir Nova.

El niño afirmó en silencio totalmente avergonzado y le extendió un sobre, Nova lo tomó y el muchacho se retiró rápidamente. La Omega cerró la puerta y se dirigió a la habitación de su señor, que en esta ocasión había regresado más temprano de lo habitual y posiblemente ahora estaba embriagándose o durmiendo. Llamó a la puerta un par de veces sin obtener respuesta, así que supuso que estaba durmiendo por lo que sin hacer el menor ruido entró.

Las cortinas estaban cerradas y solo la luz de la lámpara iluminaba el lugar y cautelosa se acercó a la mesita junto a la cama para dejar ahí el sobre.

—¿No te enseñaron a tocar antes de entrar?

La voz grave detrás de ella la hizo saltar, esto se estaba volviendo una costumbre, y se giró temerosa.

—Lo… lo hice… pero usted no respondió.

El Beta gruñó y se dirigió a una pequeña mesa junto a la ventana para volver a llenar su vaso del coñac que ahí tenía.

—He escuchado por ahí que te has estado juntando con el forastero.

—Amm… bueno… — sonrió ligeramente — Él… es mi amigo.

Se escuchó un estallido, el coñac se derramó, el vaso hecho pedazos cayó sobre el piso y el olor a sangre se hizo presente. Nova se desconcertó pero rápido corrió por el botiquín de primeros auxilios y cuando regresó encontró a su señor sentado en la cama, cabizbajo y con la mano bañada en sangre. Se arrodilló frente a él y procedió a atender su herida.

—Lamento lo del otro día — dijo el licántropo — En ningún momento quise herirte. Es solo que… sentí curiosidad.

—Ah… está bien. No se preocupe.

—Seguro debes odiarme.

—No es así — negó un poco con la cabeza — Usted sería la última persona a la que podría odiar.

Demian guardó silencio y solo se limitó a mirar cómo su mano era envuelta en un vendaje, preguntándose por qué le había molestado tanto el saber que el forastero fuera tan cercano a ella. «¿Celos? Imposible.» gruñó molesto y se levantó al tiempo en que Nova igual se ponía de pie y estiró la mano para tocar un mechón de cabello negro y blanco que caía suavemente sobre su rostro.

—¿Has pensado que el blanco en tu pelo negro es como un rayo de luna?

—Realmente no, señor — respondió en un susurro.

Demian se apartó un poco y recorrió la habitación con la mirada antes de volver a poner los ojos sobre ella.

—Esta casa es linda, ¿cierto?

—Eso creo — se encogió de hombros.

—Sí… tengo una linda casa, un buen empleo, todos aquí me respetan y soy de los Betas con altas probabilidades de convertirse en Alfa, sin embargo… sigo estando muy solo.

Nova se mantuvo quieta, pensando en que quizá no estaría solo si dejará de ser un mujeriego y conviviera un poco más con los licántropos que vienen a sus fiestas.

—Todo el que se acerca a mí lo hace por interés, en especial las mujeres, ninguna me quiere realmente y eso me molesta — seguía diciendo el lobo, pasándose una mano por el cabello — No merecen ser más que un pasatiempo.

La lobita se mordió los labios y sintió algo de pena por él, pero nada podía decirle ¿de qué serviría? De todos modos, él no parecía tener la menor intención de cambiar su situación.

—Tú nunca te acercarías a mí por un interés propio, ¿o sí, pequeña?

—Usted siempre ha sido bueno conmigo — alzó un poco la mirada — Me abrió las puertas de su casa cuando nadie más quiso hacerlo y… tampoco ha sentido asco de mí. Es por eso que yo nunca podría sacar provecho de usted.

El licántropo sonrió débilmente, casi conmovido por sus palabras y fascinado por la forma en que ella era capaz de sostenerle la mirada, algo que solo algunos Beta podían lograr, era como si ella no le tuviera miedo. «¿Qué es eso que te hace tan especial, mi luna?»

—Mi luna… — repitió en voz alta y acarició su mejilla — ¿Puedo llamarte así?

—Es… está bien si es… lo que el señor desea — musitó nerviosa y él rio.

Nova se mostró confundida y Demian solo la estudiaba con atención, manteniendo sus intensos ojos dorados sobre los suyos, dejándola totalmente inmóvil.

«Aún si su rango la obliga a hacer lo que le pida, soy incapaz de tomarla por la fuerza — pensó Demian — Aunque tal vez esto calme mis ansias por tenerla.» Y se arrojó a besar esa tierna boquita y el botiquín de primeros auxilios resbaló de las manos de la lobita, cuyo rostro enrojeció mientras abría los ojos con sorpresa.

Alguien logró verlos desde el pasillo, algo que no debía pasar, y solo porque Nova había dejado la puerta abierta por la premura de atender la herida de su señor.




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