Capítulo 36

826 61 5
                                    

Abrió la regadera y con todo y ropas se metió bajo el chorro de agua fría con la esperanza de calmar ese calor que lo invadía, pero fue inútil. La imagen de la tierna joven vestida solo con una fina tela se le había metido profundo en la mente, desde su pequeños pies hasta ese bonito mechón blanco que adornaba su largo cabello negro, y gruñó desde la profundidad de sus entrañas ante el dolor de una punzante erección apretando sus pantalones.

No debió desnudarse y mucho menos debió enroscar una mano sobre su hinchado miembro, pero necesitaba liberarse. Ni siquiera se dio cuenta cuando tomó su forma lobuna y su enorme garra golpeó la pared para apoyarse, partiendo el bonito azulejo blanco. Su respiración aumentó conforme el placer crecía y no pudo evitar imaginar a la joven hembra paseándose desnuda frente a él, agitando de un lado a otro su colita de suave pelaje gris y blanco, incitándolo a aparearse.

La saliva goteaba de sus poderosas fauces mientras jadeaba con la lengua colgando hacia un lado. Acarició con frenesí la punta de su grueso pene al tiempo que pensaba en ella recostada en la cama con las mejillas encendidas y lista para recibir toda su longitud dentro de ella. Sí, era un maldito y no tenía por qué estar pensando así de su luna mientras se masturbaba, pero no podía contener el intenso deseo que sentía por ella en ese momento. Echó su gigantesca cabeza hacia atrás y gruñó tan fuerte que el cuarto de baño vibró por completo, el tejido en la base de su pene conocido como nudo se hinchó y su semilla salió disparada contra la pared deslizándose lentamente hasta el suelo y dejando sus patas traseras entre un charco lechoso y viscoso que el agua poco a poco fue limpiando.

Consternado, y aún con el temblor en el cuerpo que ese increíble orgasmo le había provocado, se dio cuenta de lo que realmente sucedía. Esa pequeña y frágil lobita había despertado en él el deseo de enlazarse, y una vez que un lobo sentía el llamado le sería difícil resistirse a él. Se desgarró la carne del pecho varias veces con el fin de aliviar el dolor que ese maldito llamado provocaba en él. Era una pesadilla de la que ninguno estaba a salvo, y jamás pensó que volvería a vivirla después de tantos años; aquella vez apenas si pudo librarse, pero ¿podría escapar esta vez?

Intentó dormir para recuperarse del viaje y de lo que hizo en el baño, pero con ella a su lado le resultó imposible. Miró hacia la ventana y supo que era momento de prepararse para la cena que los Alfas de Friedrich tenían planeada para sus invitados de honor, pensó en despertar a la chica pero optó por dejarla dormir un poco más.

El atractivo Beta estaba delante de un gran espejo luchando por anudar correctamente su corbata cuando Nova despertó y se quedó embobada al verlo tan bien vestido con un elegante traje negro.

—Te compré un vestido — dijo el Beta sin salir de su concentración. Parecía molesto.

Era obvio que lo hiciera, ella no tenía nada que pudiera usar en esa elegante fiesta y él le aseguró que se haría cargo de todo.

—Date prisa, ¿quieres? — gruñó — Estaré abajo.

Salió dando un portazo, y fue ahí donde Nova se dio cuenta que en realidad estaba molesto y que lo que le había dicho no era una sugerencia, o una petición, aquello era una orden que debía ser obedecida sin chistar.

Quedó encantada con el largo vestido de corte halter que su señor había comprado para ella, era realmente hermoso, confeccionado con la más delicada seda satinada de un color rosado muy suave que le venía bien a su tipo de cuerpo. Las zapatillas también eran perfectas, no estaba acostumbrada a usar tacones pero al no ser demasiado altos creyó que no tardaría en saber andar con ellos. No cabía duda de que su señor tenía buen gusto, quizá lo único que le incomodaba era que sus hombros y su espalda quedaban al descubierto, dejando lucir sus cicatrices.

Consideró dejarse el cabello suelto para cubrir al menos su espalda, pero supuso que eso echaría a perder todo lo que era un vestido tan bonito como ese por lo que peinó su cabello en un moño alto, dejando caer libremente algunos mechones sobre su rostro para un aspecto más casual. Creyó estar lista hasta que notó una pequeña bolsa que seguía sin abrir, al hacerlo descubrió varios productos de maquillaje, y por supuesto que no supo qué hacer con todo eso así que solo aplicó los únicos dos productos que conocía: un lápiz delineador de ojos negro y un labial rosa.

Demian quedó cautivado al verla bajar por las escaleras con cierta gracia y duda y con la mirada sobre sus pasos, como si temiera que fuera a caer. Sintió una dolorosa punzada en el pecho cuando sus ojos se cruzaron con los de ella; sin duda el llamado del lazo podía joder a cualquiera en el momento menos oportuno. Se dirigió a la joven y le ofreció su brazo, el cual ella no dudó en sujetar.

—Tardaste demasiado — reprendió.

—Lo siento — murmuró — Es que aún no termino de acostumbrarme a estos zapatos.

—Pues tendrás que hacerlo. Y levanta la cara o se darán cuenta de lo que eres.

No quiso actuar de ese modo tan frívolo con ella, pero no había dormido nada y muchas cosas azotaban su mente al mismo tiempo. Pero si quería que todo saliera bien debía cambiar su actitud, sobre todo porque sus palabras habían lastimado a su tierna acompañante que ahora tenía una triste expresión en el rostro.

—Luna, por favor perdóname — dijo — es que… sigo algo cansado.

—Está bien.

La recorrió con la mirada y sonrió, en especial porque llevaba sobre el cuello el collar de plata que le había obsequiado.

—Estas preciosa.

Las mejillas de la lobita se encendieron.

—Gracias.

La besó en la frente y la llevó hasta el comedor principal para cenar con los Alfas de Friedrich, Becker y Weber.






OmegaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora