Capítulo 38

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Además del olor de la sangre otro peculiar aroma llegó hasta la estupefacta joven que al enfocar la mirada hacia el ojiazul se percató de que se había orinado en los pantalones y que lloraba de dolor en el suelo, cubriendo el enorme hueco donde debería estar su brazo.

—Lárgate — gruñó Demian.

El cobarde macho no demoró en levantarse y echar a correr muy lejos.

Nova volvió a temblar cuando sus ojos se encontraron con los de Demian, pero no de miedo si no de algo totalmente nuevo y placentero, y una humedad inusual se presentó en su sexo haciéndola apretar las piernas. Le gustó ese pelaje negro y rojizo que cubría lo largo de la espalda de su señor, así como su vigorosa cola, y sus manos que no tenían ningún rastro de humanidad. Y después de presenciar aquel acto de salvajismo y escuchar la voz del Alfa que dormía en él, se despertó en ella algo que iba más allá de la simple atracción que ya sentía por él, era un sentimiento mucho más profundo que le oprimía el pecho.

El macho inhaló el aire profundamente y ella supo que había detectado su excitación.

—Corre, mi luna… — jadeó — corre tanto como puedas, pero si te alcanzo… — gruñó.

Ella exhaló un suspiro deseando estar entre sus garras y que le hiciera lo que quisiera, pero en ese momento le resultó más interesante ser la presa. Lentamente se deshizo de los zapatos, dio media vuelta y echó a correr tan rápido como sus piernas le permitieron. Un muro le impidió ir más allá, pero pronto halló la forma de escapar hacia el bosque trepando por un árbol y saltar.

El macho estaba al acecho, observando cómo zigzagueaba entre los árboles y mirando de vez en cuando por encima del hombro para ver si venía detrás. Podía estar ciego y aún así la hubiera encontrado gracias al dulce olor a frambuesas que emanaba de su cuerpo. Resopló y en unas cuántas zancadas le dio alcance y le cerró el paso tomándola por sorpresa y haciéndola caer de espaldas sobre la hierba.

Un grito ahogado escapó de los labios de la joven loba cuando el gigantesco lobo le arrancó la parte frontal del vestido con sus garras y la inmovilizaba sosteniéndole las manos sobre la cabeza con una zarpa. Su corazón latía desbocado y su respiración era errática mientras veía directamente a los ojos de su señor convertido en ese lobo de dos metros y medio que jadeaba sumamente excitado.

Era tan hermosa a la luz de la luna, con su pálida piel que parecía resplandecer, sus ojos negros llenos de deseo, su cabello esparcido por el suelo y su esponjosa colita asomándose por debajo de ella. Gruñó bajo y profundo, como un ronroneo, y lentamente pasó la lengua por su vientre hasta sus pechos dónde se entretuvo con sus pezones erguidos por el frío.

Nova gimoteó y se retorció de dolor y placer al contacto de esos afilados dientes pellizcando uno de sus pezones. Lo sabía, sabía que ese monstruoso lobo no podía tratarla con la gentileza que merecía y aún así deseaba tanto que la hiciera suya. Gemía cada vez que esos colmillos arañaban su piel y esa lengua limpiaba su sangre.

Las fauces del lobo terminaron por arrancarle las bragas, tomándola por sorpresa y haciéndola suspirar desesperada. La liberó de su agarre y en un rápido movimiento la abrió completamente de piernas y fue a meter su enorme cabeza entre ellas para probar su miel. Nova jadeó y se contorsionó a medida que su placer crecía, sus piernas temblaban en el aire sostenidas por esas bestiales manos provistas de afiladas y largas garras negras que pinchaban su carne.

Ella gritó y tiró fuerte de sus orejas cuando estuvo cerca del éxtasis y fue cuando Demian supo que estaba lista para recibirlo en su interior. Lamió un poco más y luego, manteniendo ese par de piernas bien abiertas, se puso en posición. Los ojos de la joven hembra se mostraron sorprendidos al posarse sobre el erecto pene del macho que era casi tan grueso y largo como su antebrazo y eso la asustó un poco. Pero era una licántropa a pesar de su condición y su cuerpo estaba diseñado para soportar semejante mástil, pero era tan pequeña que Demian debía procurar ser cuidadoso.

Fue tomada de las caderas y lentamente el macho fue introduciendo su pene en ella, haciéndola gritar y retorcerse de dolor.

—No puedo… — gimió — Es demasiado… Usted es demasiado…

Demian gruñó mostrando los dientes, como si la regañara por haberse quejado, y en una estocada la penetró por completo. Nova chilló y su espalda se arqueó queriendo aliviar de algún modo el dolor. Empezó con movimientos lentos para que ella se fuera acostumbrando y a medida que la escuchaba gemir y jadear fue acelerando su ritmo al punto que su saliva ya escurría de sus fauces y ella clamaba por más.

Nova se aferró fuerte a lo que quedaba del vestido que tenía debajo una vez que sintió su interior contraerse al tiempo que el nudo del macho se hinchaba y lo dejaba anclado a ella. Demian gruñó y le enterró los dientes en el cuello y parte del hombro, y eyaculó de manera abundante en el interior, sumergiéndose junto a ella en los espasmos de un maravilloso orgasmo.

Y entonces Nova pudo escuchar la voz de él retumbando en su cabeza:

«Mi luna — susurró — ahora soy parte de ti.»

Su colita se agitó alegremente, aunque no fue consciente de ello, y se aferró a él una vez que dejó de morderla y la acunaba en sus brazos para protegerla del frío y llevarla de vuelta.

El lobo, sin ser detectado, entró a la habitación por una ventana y se recostó en la cama junto a ella, quedando uno frente al otro. Y se unieron en una especie de extraño beso en el que Demian sacaba la lengua y Nova cerraba los ojos y la recibía dentro de su boca.

Si Rigel la había llevado al cielo, Demian la arrastró al último círculo del infierno.


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