Nova refunfuñó molesta cuando un cenicero de cristal resbaló de sus manos y se hizo pedazos en el suelo, ese era el tercero en la semana y ya empezaba a preocuparle que su señor fuera a castigarla por semejante descuido; sin embargo hasta el momento nada había pasado, y ahora que lo recordaba no recibió castigo por el paquete perdido de la vez anterior. En fin, toda ella era un completo desastre, no podía razonar adecuadamente ni mucho menos concentrarse en su trabajo y todo porque tanto Rigel como el señor Demian la hicieron sentir cosas que nunca antes se imaginó que experimentaría. Sabía en parte que era su culpa por haber dejado que pasará y que de alguna forma u otra lo disfrutó; aún así le gustaba pensar que toda la culpa recaía en Rigel y en su señor por no saber mantener las manos quietas.
Para alivio de la lobita no había visto a Rigel después de lo que sucedió en el bosque y tampoco había tenido ningún tipo de contacto con el señor Demian fuera de lo que pudiera considerarse normal. Aunque eso no descartaba la posibilidad de que un evento así pudiera volver a ocurrir y ella, siendo incapaz de controlar su instinto de loba desesperada por un macho, lo permitiría, por lo que debía hacer hasta lo imposible para no caer en sus encantos pues no quería convertirse en el pasatiempo de ninguno de los dos. Gruñó bajito y sacudió la cabeza para despejar su mente y continuó limpiando el bonito comedor principal.
—Niña — llamó el Omega de mayor edad que apareció de pronto — el señor desea verte antes de irse.
La lobita sintió un vuelco en el estómago y lo primero que le vino a la mente fueron los ceniceros que había roto, estaba segura de que recibiría un fuerte castigo por eso. Tragó grueso y salió a toda prisa rumbo a la habitación del señor.
Encontró a Demian de pie junto a la ventana, mirando hacia el patio y con las manos metidas en los bolsillos de su pantalón.
—¿Deseaba verme, señor? — casi tartamudeó de los nervios.
El Beta volteó a verla y con un leve gesto le pidió que se acercará. Nova obedeció y la piel se le erizó al recibir una caricia en la mejilla.
—Recordé que no te agradecí por no haberme juzgado la otra noche — dijo el lobo.
—No… no tiene nada que agradecer — musitó — Yo… yo nunca me atrevería a juzgarlo.
—Es bueno que en esta casa haya alguien en quien confiar.
Nova no supo qué decir y se sorprendió cuando Demian ponía frente a sus ojos una cadenita de la cual colgaba un dije en forma de luna menguante.
—Es para ti, mi pequeña luna.
La tímida Omega se sintió confundida porque lo que en realidad esperaba era un regaño y no un obsequio. No recordaba cuándo fue la última vez que había recibido uno. ¿Y por qué alguien como Demian Richter le estaba obsequiando un collar?
—¿Acaso no te gusta? — preguntó Demian, buscando su mirada.
Las manitas temblorosas de la lobita se aferraron al mandil blanco mientras que sus inocentes ojos negros evitaban a toda costa encontrarse con los ojos ámbar de su señor.
—No… no es eso — apenas podía pronunciar palabra — Es… es muy bonito, pero… no puedo aceptarlo.
El Beta gruñó y cada músculo de su cuerpo se tensó al creer que lo había hecho molestar, y cerró los ojos en la espera de que le fuera a gritar por haberse atrevido a rechazarlo, pero en lugar de eso le preguntó:
—¿Por qué no lo quieres?
—Por… porque no quisiera… que los otros me odien más de lo que ya me odian. No quiero… tener problemas por eso.
—Entiendo.
—Lo siento.
Demian se inclinó a susurrarle al oído.
—Es un regalo sincero de mi parte, mi pequeña luna, y me haría muy feliz que lo usarás. Después de todo, nadie tiene por qué enterarse, ¿o sí?
La joven se mordió los labios pensativa, Demian tenía razón, ella, como Omega, tenía prohibido hablar de los asuntos personales del señor mientras que él era un hombre excesivamente reservado. No había nada de qué preocuparse.
—Es… está bien — dijo en un tono apenas audible.
Una pequeña sonrisa se dibujó en el rostro del ojimiel y Nova dejó que le colocará el collar. Luego llevó una mano sobre la lunita y sonrió con ternura, y por un instante se sintió feliz.
—Llévalo siempre contigo — pidió Demian — así la Luna cuidará de ti.
La lobita asintió y él la tomó de las manos. Esos ojitos negros se desviaron hacia su gentil agarre y entonces Nova pudo notar las llagas rojizas, casi sangrantes, que surcaban la piel de sus manos.
—Está herido.
—No es nada.
—Lo curaré en seguida.
La lobita se soltó de su agarre para ir por el botiquín de primeros auxilios, pero Demian la detuvo y la atrajo de vuelta hacia él.
—Estoy bien.
—Pero…
—No te preocupes por mí — le pasó un mechón de cabello detrás de su pequeña oreja — solo fue un poco de plata.
—¿Plata? — le miró desconcertada y Demian desvió la vista hacia el collar — ¿Está diciendo que el collar es…?
—De plata — confirmó el lobo — La plata nos quema, pero sé que a ti no.
—¿Cómo es qué…?
—Eso no importa — le acarició la mejilla — Quiero que te tomes el día libre. Te lo mereces.
La linda Omega solo pudo asentir con la cabeza y aceptar que Demian besara sus labios con ternura. El Beta ladeó una encantadora sonrisa una vez que dio por terminado el beso y luego la llevó fuera de la habitación.
Nova decidió ocultar el collar bajo el uniforme para que nadie lo viera y tomó camino hacia el garage. Se sorprendió cuando vio a Rigel brincando la cerca y torpemente caía sobre el ramo de flores que llevaba consigo. Soltó una risita divertida mientras el lobo maldecía entre dientes.
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Omega
WerewolfCuando Nova descubrió que era incapaz de cambiar de forma como los otros licántropos, inmediatamente fue rechazada por su familia y se le asignó el rango más bajo de la manada, ser una Omega, convirtiéndose en la sirviente de un solitario hombre que...